«Houston, tenemos un problema». Todos tenemos en mente esta frase pronunciada por Tom Hanks en la famosa escena de la película «Apolo XIII». Poco importa que la frase real del astronauta Jim Lovell no fuera exactamente así: de cualquier modo, la frase ha pasado a la cultura popular como símbolo de la aparición de problemas imprevistos. Lo curioso es que la NASA no quiere volver a oírla una vez logre mandar misiones más allá de la Luna.
Eso es lo que revela un documento de la NASA hecho público esta semana, en el que se plantea la necesidad de que la nueva generación de astronautas dependa menos del control de la misión en tierra y más de los sistemas de inteligencia artificial con los que irá equipadas sus naves.
En el mismo, Jeremy Frank, de la División de Sistemas Inteligentes del Centro de Investigación Ames de la NASA en Mountain View (California), afirma que
«las futuras misiones a Marte obligarán a que la tripulación opere al margen del control de misión: el objetivo es recurrir a software de IA para ayudar a los astronautas a llevar a cabo sus misiones de manera más autónoma».
Esperamos enviar a los primeros humanos hacia Marte dentro de aproximadamente 15 años. Nunca jamás un Homo Sapiens se habrá alejado tanto de la superficie de nuestro planeta natal.
Pero, al contrario que los héroes de los programas Sputnik y Apolo, los futuros astronautas no podrán confiar en la rápida respuesta de sus controles de misión en tierra: Marte está demasiado lejos para ello. Si algo saliera mal, tardarían casi tres cuartos de hora en recibir una respuesta de la Tierra.
«Lo de ‘Houston, tenemos un problema’ dejará de ser buena opción, porque la respuesta será demasiado lenta», explicaba hace unos meses Ellen Stofan , ex científica jefe de la NASA. «Sigo diciendo que lo que necesitamos es un HAL bueno».
Quizá éste sea un buen momento para recordar que HAL (el ordenador inteligente de ‘2001, una odisea de espacio») era «bueno» hasta que le ‘cortocircuitamos’ los criterios éticos generando en conflicto entre las diferentes instrucciones recibidas para cumplir con su misión.
«El inmenso papel de la IA será permitir que los humanos se mantengan fuera de las trincheras», dice Steve Chien , líder del grupo de inteligencia artificial en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA. «Será una forma mucho más efectiva de hacer ciencia: no queremos que el astronauta pase todo su tiempo asegurándose de que el sistema de soporte vital funciona».
«Se necesitan sistemas informáticos extremadamente sofisticados. Ya pasaron los días en que podíamos ir a la Luna con el equivalente a la potencia informática de mi iPhone».
El paso previo: antes de Marte y HAL están la Luna y la Puerta de Enlace
La NASA se ha propuesto llevar a nuevos astronautas a la Luna, por primera vez en décadas, en 2024. El objetivo no es la Luna en sí, sino poder contar con un ‘trampolín’ para el viaje hacia el planeta rojo. Ese trampolín será la Puerta de Enlace Lunar, una nave (más bien una microestación) espacial que orbitará el satélite y podrá albergar hasta cuatro astronautas.
«Más tarde usaremos lo que aprendamos orbitando la Luna para dar el siguiente gran salto: enviar astronautas a Marte», explica Frank en el documento.
Esas pequeñas tripulaciones no podrán asumir por sí mismas la gestión de todas las funciones de la Puerta de Enlace, «por lo que los vehículos deberán estar más automatizados para reducir la carga de trabajo de los astronautas».
Tanto, que la nave seguirá funcionando por sí sola durante varias semanas, como un sistema autogestionado, en los períodos en que no esté habitada por ninguna misión… gracias al uso de robots.
Además, la inteligencia artificial permitirá monitorizar, planificar y ejecutar programas a bordo y, eventualmente, detectar y corregir errores en los mismos. Gracias a eso, serán los algoritmos los responsables de procurar en todo momento que haya agua potable disponible, o de ofrecer información actualizada sobre el estado de la nave.
«Debido a la naturaleza crítica de las misiones espaciales tripuladas, la tecnología autónoma debe ser robusta y resistente, preparada tanto para los cambios imprevistos del entorno, como también para hacer frente a la impredecible naturaleza de la colaboración hombre-máquina. […] El razonamiento automatizado y el machine learning serán tecnologías clave para permitir gestionar los fallos».
Xataka/ The Register & The Smithsonian