«El espíritu me secuestra y es encantador», confiesa la pintora y orfebre Sonia Nieto Barcelata en su declaración de principios, de valores, de motivaciones, de hogueras en las que se funden, como en la fragua, los dos elementos que constituyen su ser: la materia y el espíritu. «En esa multidimensionalidad —continúa— del no tiempo y espacio en conexión con el Todo, se abre la fascinante e indescriptible posibilidad de crear una nueva realidad. Esto lo vivo como una bendición de múltiples liberaciones, experimentaciones y seducciones».
Gracias que en su secundaria, a diferencia de las otras, había clases los sábados, descubrió que sus manos experimentaban un placer sensual al palpar los materiales, las pinturas, las texturas, los pinceles, todo aquello que le permitiera ejercer el oficio de inventora de realidades, táctiles y visuales, que no estaban en el mundo.
El diseño fue la puerta de entrada al universo que habita desde que supo que ése es su lugar. En una larga conversación me narró el proceso.

Experimentaciones y seducciones

Nací en la Ciudad de México, mi padre es médico cirujano, lo cual creo que me influyó por la parte de lo orgánico. Mi madre es ama de casa pero tenía que haber sido artista.
Lorenzo Barcelata, el compositor veracruzano, es primo de mi abuelo materno. Mi madre, muy linda y con bella voz, desde muy pequeña deseó ser artista de cine, cantante, bailarina, y alguna vez se lo dijo a mi abuelo, pero, injustamente, él no se lo permitió, le decía que no era un buen ambiente para ella, porque él bien que llegó a acompañar a mi tío a las grabaciones y reuniones, y seguro que la pasaba de lo mejor (risas).
Lo que yo más disfrutaba cuando era pequeña era mi espacio, mis propias experimentaciones, porque mis padres me compraba juegos de laboratorio y manualidades. Sí tenía muñecas pero no eran relevantes para mí, lo que más me gustaba era la experimentación, que es lo que disfruto, hasta la fecha, de la pintura y de la orfebrería: manipular, jugar con las texturas, los colores, etcétera.
Algo que también disfrutaba mucho era que íbamos muy seguido de paseo y convivíamos en familia con la naturaleza. Otra cosa que me dejó muy marcada es que mis papás hacían reuniones e invitaban a muchos amigos del ambiente de la pintura y de la música, por ejemplo, eran muy amigos de los músicos del Cuarteto Mexicano de Jazz; yo era una perinola pero me encantaba porque llegaban a la casa con sus instrumentos y se ponían a tocar, yo estaba un rato y luego me mandaban a acostar pero desde la cama estaba escuchando la música. A veces dejaban los instrumentos en la casa porque ya salían muy tarde, al otro día me despertaba y me encantaba ver el bajo, la batería, todos los instrumentos.
Mis papás nos llevaban mucho a ver exposiciones, íbamos al Museo Carillo Gil, al de Antropología, al Dolores Olmedo, al Museo Tamayo, etcétera, y ya de más grande iba yo sola, era como entrar a un portal dimensional, perderme y encantarme entre tanta riqueza de formas, colores, texturas.
Como te decía, mis padres hacían, de forma continua, reuniones en casa a las que acudían amigos colegas de mi padre, amigos pintores o músicos, como el pintor Felipe Orlando, padre de David García Barreto, contemporáneo de mi padre, y otros tantos más amigos que lo veían casi como a un padre, entonces yo lo veía como un querido abuelo. Expresionista abstracto que elaboraba una obra muy sensible y seductora para mí.
Mi papá nos tomaba muchas fotografías a mi hermano y a mí, y luego las revelaba con sus amigos, creo que eso también me marcó. Otra cosa que recuerdo mucho es que a mi papá le gustaba mucho la música clásica y el jazz, se ponía a grabar en una de esas grabadoras de carrete grande, seleccionando de sus discos de 33 revoluciones por minutos lo mejor para hacer sus propias mezclas. Después yo también disfruté de hacer lo mismo y pasar otras más a casetes que eran para llevar a todos lados.
Mi papá, desde que recuerdo fue un buen lector —ahora mi madre también lo es y me encanta ver cómo lo disfruta—y desde que era muy chica se ponía a leerme, ya que percibió mi interés por temas similares a los que le interesaban a él.
En casa había muchos libros y desde, aproximadamente, los doce años leía sobre sexualidad, después agradecí haberme atrevido a hacerlo ya que me ayudó mucho y me dio mucha seguridad en mi adolescencia y, por consiguiente, hasta la actualidad.
Creo que esas son las cosas que más me gustaron de mi infancia.

Sueños y diseños

Cuando entré a la secundaria, a los once años, todas las escuelas ya se habían pasado a la modalidad de lunes a viernes, pero mi escuela siguió hasta el sábado y era hermoso porque todo el sábado era puro taller, me dieron barniz, tapiz, aprendí a hacer taburetes, me dieron costura, trabajé con máquinas industriales. Lo que más me gustó fue el dibujo, empecé con dibujo de imitación, que no es lo que me encanta pero fue bueno, luego experimenté el puntillismo, líneas, texturas; todo eso con lápiz, plumón y tinta china. Después empecé con la acuarela. En el último año nos dieron perspectiva y dibujo técnico, al mismo tiempo nos dieron costura, muñecos, mimbre.
Después estudié diseño decorativo con especialidad en diseño gráfico, ahí me dieron muchísimo de técnicas de representación y todo lo que se necesita para presentar un proyecto de diseño. Hice mi servicio social y mis prácticas profesionales en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en el servicio social estuve en el área de arquitectura —proyectos, obras e inmuebles—, que me gusta, pero eso de elaborar y corregir los planos de forma tan sistemática y técnica no me gustó nada. Después, para mis prácticas profesionales estuve en el área de Comunicación Social, en donde hacíamos todo lo que tenía que ver con exposiciones; hacíamos los carteles de la Secretaría de Comunicaciones, los del día del ferrocarrilero, el día del niño, las posadas, el día del cartero; los carteles de todo el año. También hicimos el manual de procedimientos para la Secretaría, un manual enorme, diseñamos toda la señalización y reestructuramos el logotipo.
Por un lado me gustó trabajar ahí y por otro lo aborrecí porque era un ambiente horrible, a veces no aguantaba y salía a desahogarme; sentía que no era un ambiente para mí, me deprimía mucho, me entristecía y lloraba amargamente, y retornaba, ya desahogada, y reiniciaba el trabajo.
Después de las prácticas, me contrataron y estuve ahí dos o tres años, pero me di cuenta de que trabajar en dependencias de gobierno era muy deprimente para mí y ya no quise estar más ahí.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: El viaje hacia la luz
TERCERA PARTE: Libertad y seducción
CUARTA PARTE: Galería

 

 

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