El jazz es un música tan original que cuando se crea un grupo, cada integrante es insustituible porque el sonido se forma a partir de las voces instrumentales de esos y solo esos músicos. Tras la trágica muerte de Collin Walcott, la banda Oregon se disolvió. Al año siguiente, Ralph Towner, Paul McCandless y Glen Moore decidieron reunirse para hacer un concierto en memoria de su compañero fallecido e invitaron al percusionista indio Trilok Gurtu. Tras el homenaje, Oregon volvió a los escenarios con esa formación y tuvo una segunda etapa, pero el sonido fue totalmente diferente.
En ese sentido, puede afirmarse que el sonido de Jazz House Collective se definió a principios de este siglo mediante un volado. José Luis Quetzal, saxofonista alto (alto el instrumento, no el instrumentista) de la agrupación, nos explica por qué.

¿Águila o sol?

Soy xalapeño como el chile, soy de Xalapa 2000. Mis papás se separaron cuando yo era chico, pero algo que tienen los dos es que son bien salseros. En mi familia no hay nadie cerca de la música, nadie cerca del arte, el arte es algo muy fuera del parámetro de la familia. Cuando tenía 12 o 13 años —como por el 99 o 2000—, frente a la gasolinera de Rébsamen abrieron la escuela de música del DIF y yo quería ir. Estuve un año de terco diciéndole a mi mamá:
—Jefa, méteme a las escuela de música, méteme a la escuela de música
—No, estás muy chaparro, haz deporte
Me metió como a cuatro deportes, pero le seguí insistiendo y después de un año entré, era muy barata en comparación con cualquier otra actividad.
Ahí conocí un montón de amigos que conservo hasta la fecha, muchos de los cuales se hicieron músicos y con los que a veces sigo tocando después de todo este tiempo. Empezamos con solfeo, con aprender a leer, se hacía la relación dedo-vista con una flauta de esas que te dan en secundaria, aunque yo todavía no había llevado eso en la escuela. En esa escuela hay una orquesta que en ese tiempo se usaba para eventos de proselitismo y todas esas cosas de la política. Cuando fui a mi primer concierto era un niño de 11 años y casi no tocaba. Fue un concierto de navidad que se hizo en el Palacio Municipal, nosotros íbamos a tocar nada más dos villancicos, entonces estuvimos todo el concierto esperando, me enojé y cuando terminó le dije a mi mamá:
—¡Que se vaya a la madre la música!, ya no quiero seguir
—¿Sabes qué?, pues te jodes, te quedas aquí y cuando ya estés con tu instrumento sentado y tocando todo el tiempo, si te quieres salir, te sales
Y no me salí, como ahora es obvio (risas).
Seguí y cuando tenía que elegir instrumento, estaba entre flauta transversa y saxofón, tiré un volado y ganó el saxofón, mi vida se definió en un volado a los 12 años. Mi primer concierto con saxofón fue en Xico, en la fiesta patronal de la Magdalena, en verano de 2003. Cuando terminó el concierto me dijo mi jefa:
—¿Te quieres salir?
—No, para nada (risas).
Mi paso por la secundaria fue un poco problemático, siempre me iba mal en la escuela. En segundo año llevé música con la flauta, el maestro no sabía que yo estudiaba música, nos puso una melodía medio complicada y dijo voy a hacer un reto: quién pueda tocar eso desde ahorita, puede faltar a mis clases. No fui a ninguna clase y cuando llegó el primer examen parcial mandó a llamar a mi mamá:
—Oiga, su hijo no ha venido ninguna clase
Le recordé lo del reto y me dijo:
—A ver, ¿puedes tocarlo?
Lo toqué y me dijo:
—Pues sí, está bien, pero tienes que entrar a clases (risas).

Azúcarrrrrrrr

Seguí yendo a la orquesta del DIF y en el último año entré a la big band de la escuela de música. El maestro Fernando Azuara Ferreyro es el director de esa orquesta, él fue bajista del Combo Ninguno y con él tuvimos, cuando yo tenía14 años, nuestro primer acercamiento al latin jazz, a la improvisación, a los cifrados y a música complicada, porque teníamos arreglos de big bang de Sammy Nestico, de Count Basie y todo lo que podíamos descargar de Internet. Éramos niños y nos sonaba maravilloso.
Me siguió yendo mal en la escuela y mi mamá me dijo:
—¿Sabes qué?, te voy a sacar de ahí, ya no vas a ir a clases a la orquesta
—No, ¿cómo crees?
Me sacó pero tenía un compañero que estaba conmigo en la escuela y también estudiaba saxofón y le dije préstame tu saxofón para tomar las clases, yo llego con mi boquilla y a ver qué invento. Seguí yendo y le decía a mi mamá que tenía trabajo de la escuela y que iba a hacerlo a la casa de un compañero que vivía en Xalapa 2000. No me acuerdo cómo le hice pero pagué un mes de colegiatura por mi cuenta, y como al mes y medio de que estaba haciendo eso, una día iba bajando las escaleras y llegó mi mamá (risas), me cayó in fraganti, iba a hablar con el director para darme de baja y llevaba a mi hermana, que es más chica que yo. Subimos a hablar con el director, el maestro Jorge Alberto Morales, y le echó un coco wash tremendo a mi mamá, le dijo que si era problemático me sentaba bien la música, y la convenció y casi inscribe también a mi hermana (risas), a ella nunca le llamó la atención tocar pero es muy cercana a las artes.

Fiesta de la calle / música de barrio

En segundo de secundaria hice mi primera banda de ska con amigos de la escuela: un saxofonista que ahorita está en la Banda Municipal, un amigo trompetista que se volvió loco, un compañero baterista que estuvo estudiando en Puerto Rico hace algunos años —se acaba de regresar y volvimos a tocar juntos—, un amigo que se acaba de titular de la Facultad de Música el año pasado, un cantante y otros amigos que no siguieron tocando. Lo que me hizo echar el volado para decidir el instrumento fue un disco de La Maldita Vecindad, ver al tipo con los dos saxofones era imponente y, aparte, a los 12 o 13 años uno es rebelde y va contra el sistema, y la música que va contra el sistema, al menos en México, siempre ha sido el ska.
Con esa primera banda hicimos unos temas originales y algunos covers, ¡imagínate!, una banda de chicos de 12, 13 años con sección de alientos, con ese acercamiento que todos teníamos al latin jazz, teníamos arreglos de Tito Puente, tocábamos Manteca en una versión de ska y cosas así que íbamos haciendo.
Para tercero de secundaria, llegaron unos chicos de preparatoria a la orquesta para reclutar músicos para su banda, uno era Juan Carlos Sardaneta, el bajista, el otro era Odguer Hernández, guitarrista que ahora está en Finlandia. Entré a la banda y nos ofrecieron tocar en un bar que estaba cerca de CAXA. Mi madre estaba terca en no dejarme tocar porque me iba mal en la escuela. Fueron a la casa y le dijeron oiga, dele permiso de que vaya a tocar con nosotros, nada más toca y se regresa, y le regalaron un boleto para que fuera a vernos. La convencí, tocamos y me hicieron pasar a mí por el reconocimiento. Mi mamá me había visto tocar con orquesta en el Teatro del Estado, pero en ese tipo de escenarios la dinámica es muy diferente: es muy corporal, más que tocar, es energía.

El Coba

Salí de la secundaria, tuve problemas para entrar a la preparatoria y entré al Cobaev, realmente, porque sabía tocar, porque en ese momento entró de director un maestro que había estado en la orquesta donde yo estaba. Presenté el examen del Cobaev, pasé y me metieron a la banda casi sin preguntarme, un instructor dijo quienes sepan tocar vayan para allá, yo no dije nada y me dijo ¿qué quieres tocar?, no me acuerdo si le dije que flauta o trompeta. Me pusieron con los que no sabía tocar pero no había instrumentos y dijo pues van a marchar. Llegó uno de los de la nueva dirección y me dijo ¿qué haces ahí?, vente, vas a ser jefe de sección. Ese año también entró otro compañero que había estado conmigo en la orquesta, se llama Ricardo Domínguez y actualmente tiene una orquesta de salsa que se llama Bantú, él era jefe de la sección de altos y yo estaba de líder en la sección de tenores. Me prestaron un instrumento, me tenían mimado.

La Fac

Yo nunca había pensado entrar a la Facultad de Música o hacer carrera, pero cuando tenía 15 o 16 años, mis amigos empezaron a entrar a Iniciación y Preparatorio de la Facultad. En 2007 presenté examen para la Facultad, no quedé pero no me frustré porque todo ese tiempo vi la música como un hobby, como algo que me gustaba pero nada más. Mi mamá ya me estaba apoyando un poco, compramos un saxofón un poquito mejor y me dijo vuelve a presentar el examen, no pierdes nada. Presenté el examen en 2008 y quedé, ese mismo año entró un compañero que estuvo conmigo en el Cobaev y ahorita está en el Jazz House Collective, José Arturo, el de los Aguas Aguas.
Cuando salieron los resultados de la UV, automáticamente dejé de ir al Cobaev (risas) y me pasé a una prepa abierta, la Cervantes, está en Betancourt. Iba dos horas todos los días y ahí conocí a un amigo músico muy cercano, Luis Capilla, de la familia de los violinistas. Nos hicimos inseparables, yo le decía métete a improvisar, pero él estaba en otra cosa.
Como estaba en la orquesta, cuando entré a la Facultad ya leía relativamente a buen nivel y tenía ciertos conocimientos. Mi primer maestro de saxofón fue Franco Bonzagni y me dijo que podía hacer un examen de competencias de solfeo y podía adelantar un año. No lo hice, me quedé con mi generación. Después de Franco, nos dio clases Alejandro Bustos y después nos dio Cristian Mendoza, es un monstruo ese sujeto.
Los primeros años de la Facultad siempre intenté irme a la [Escuela] Superior [de Música], adelanté materias de armonía para poder presentar el examen y tres veces me dejaron afuera, no quedé. En el examen de saxofón siempre me fue relativamente bien pero en solfeo entonado es donde me iba mal, me ponían a entonar un Ravel a primera vista, ¡malditos!

 

(CONTINUARÁ)

SEGUNDA PARTE: Los hilos de la madeja

 

 

 

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