Como comenté ayer, el viernes siete de junio a las siete de la tarde, Rafael Toriz presentará su libro La distorsión en el foro Cauz (anótenlo en su agenda, no vaya a ser que se les pase). Ese fue el motivo de la plática que tuvimos, como vive en Argentina y no sé con qué frecuencia viene pero no creo que lo haga muy a menudo, tenía que aprovechar la ocasión para hurgar más en honduras del escritor, del oficiante de las letras en las diversas maneras que tienen de presentarse ante el mundo, del ser humano. Su estilo, sus convicciones estéticas y éticas, Fernando Pessoa —a quien ha traducido y está a punto de publicar— y los intríngulis del oficio de la traducción, son algunos de los temas que brincaron como peces sorprendidos —todos ellos llenos de lumbre, ninguno lleno de frío— pero que pude capturar y traslado a la red en esta segunda parte de la conversación.

Millennial decimonónico

Una de las dudas que me ha impedido vivir como Dios manda —porque Dios, o al menos eso dicen, manda una manera específica de vivir— en los últimos años, es si existe —y de existir, cómo es— una literatura millennial. Rafael Toriz nació en 1983, al menos cronológicamente pertenece a esa generación, por lo tanto asumí el riesgo de preguntarle si su literatura pertenece a esa categoría. La neblina del café difuminaba su imagen pero no distorsionaba la nitidez de su voz ni hacía reverberar la convicción de sus conceptos:

«Qué más me gustaría, ya me he hecho pasar por millennial muchas veces y ya me han demostrado que no lo soy y me han acusado de millennial impostor. Más bien creo que estos largos años pasados en Argentina me han ayudado a tomar conciencia del ADN de mi prosa, en México tenemos una tradición ensayística muy fuerte, reforzada no solamente por los autores sino por la escuela, por las becas, y yo, hasta hace relativamente poco me di cuenta de que tenía una prosa no voy a decirte que muy académica pero sí tradicional en el sentido de que bebía mucho de la tradición, por otra parte, yo creo que más bien he aprendido de a poco, he ido rejuveneciendo mis propios conceptos de lo que significa escribir bien, que no voy a llegar a relativizarlo al nivel de César Aira, sobre todo sus horrorosos epígonos, pero más bien creo que en muchos sentidos, para bien y para mal y para peor, he sido un escritor con un horizonte del siglo XIX, creo que en ese sentido ha sido positivo para mí confrontar mi propia formación con las cosas que me gustan y no de la literatura argentina, que tiene mucha libertad, tiene mucha ligereza, pero por eso mismo, también mucha chabacanería. Estoy en eso pero no diría yo que soy un autor millennial, no sé si hay autores millennials pero una de las cosas de las que me precio por haber tenido muy buenos profesores, es de conocer bien los fundamentos de la lengua».

¿Cuáles son, entonces, los valores, los preceptos, los mandatos que determinan los caminos que recorre su pluma?, ¿cuáles los géneros en los que se involucra y cuáles aquellos que disfruta desde fuera?:

«Entre otros valores —la prosodia, el contenido, las ideas, los argumentos—, para mí lo más importante es el ritmo, si las cosas no tienen ritmo no tienen nada, y si eso se llega a ver en lo que escribo, me doy más que por bien servido.

«Soy un gran lector de poesía, la disfruto mucho pero afortunadamente —para todos pero sobre todo para mí mismo— no escribo poesía. Una de las cosas por las que me gusta la poesía es que tiene que ser extraordinaria o no es nada, y aunque me parece que es muy categórico, yo prefiero moverme en otros intersticios, no tener que estar siempre siendo un dios empoderado a la Whitman, también me gusta la literatura y las cosas de las bajas pasiones».

¿Es el traductor un fingidor?

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
Fernando Pessoa

El epígrafe corresponde a Autopsicografía, uno de los poemas de Fernando Pessoa más leídos o al menos más citados en las redes sociales. Aunque no le pregunté si el traductor es un fingidor, hablamos un buen rato sobre la antología del múltiple escritor portugués, traducida por él mismo, que prepara para la Universidad Veracruzana:

«El portugués con el que más me identifico es el brasileño porque fue mi primer acercamiento con esta lengua, es un portugués que tiene todos los fantasmas de las lenguas negras, de las lenguas indígenas, tiene las mismas diferencias que podemos encontrar entre el español de acá y el de España. Nuestras lenguas coloniales están llenas de fantasmas, están llenas de entrometidos y son lenguas mestizas, en ese sentido, como todos los híbridos son siempre animales más robustos y más potentes.

«Estoy traduciendo a Pessoa, me da mucho gusto ese proyecto porque fue un encargo de la Universidad Veracruzana, el director de la colección El estudiante universitario, Agustín del Moral, me pidió una antología que será publicada este año en esa colección que inauguró Pitol, y fue uno de los placeres y de los desafíos más grandes de mi vida. Se va a llamar Galaxia de un hombre solo. Prosa y verso de Fernando Pessoa. Es un proyecto en el que, al margen de revisitar algunos de sus heterónimos más conocidos, lo que intenté fue traducir algunos de sus personajes-autores menos conocidos, entonces, de verdad que vale la pena. Me alegra compartir esta primicia porque es algo de lo que no se sabe mucho y me tiene muy contento que, si todo sale bien, será publicado este año.

«El último censo da 127 heterónimos, otra persona dice que son 136, yo tomé nada más 19 pero creo que va a ser un lindo libro porque hay, sobre todo, muchos ensayos, mucha parte de la prosa que nunca había sido publicada ni traducida al español, así que cabe esperar una caja de sorpresas para todo el mundo al que le guste Pessoa o la vida.

«Conozco el portugués, conozco el español y mientras tuve que traducir del portugués al español la cosa fue relativamente, muy relativamente, fácil, pero varios de los heterónimos de Pessoa escriben en inglés, entonces ahí sí me topé con unos escollos bastante complicados, además, cuando uno traduce a Pessoa está obligado a meterse en la piel de varios autores y cuando estás traduciendo, eres varios autores que intentan ser varios traductores. Fue todo un desafío que hice lo mejor que pude, estoy seguro que tendrá sus fallas pero ha sido una de las actividades más demandantes, más arduamente complejas a las que me he enfrentado. Por otro lado, también es un trabajo que exige mucho y que se ve muy poco, es otra cosa que me llamó mucho la atención, finalmente, un buen traductor es aquel que no se nota; me sorprendió mucho la fantástica cantidad de esfuerzos que tiene uno que hacer para traducir y lo poquito que se nota en un acabado final.

«Tuve la oportunidad de revisar varias traducciones, porque Pessoa está mucho muy bien traducido al español, entre otros, por Francisco Cervantes, por Octavio Paz, incluso por Carlos Montemayor. Esta capacidad de poder comparar distintas versiones me dio unas ideas, por ejemplo, te puedo decir que queda muy claro que las traducciones de Octavio Paz son muy prepotentes y las de Francisco Cervantes son bastante antiguas, como de un antiguo varón portugués, y hay ciertas traducciones argentinas que son un tanto chabacanas. Todo eso me dio una idea muy acabada de lo que significa la traducción, me gustan mucho los oficios que puedo desarrollar en los que aprendo, como traducir, transcribir, o el periodismo; siempre estamos aprendiendo cosas nuevas.

«Trato de no ser fundamentalista a la hora de traducir, creo que cada poema, incluso cada verso, cada palabra exige su propia solución, en ese sentido es un libro muy ecléctico porque hay poemas en los que intenté ser fiel a la forma, hay otros en los que me pareció que el contenido era superior. Hay una suerte de equilibrio, la verdad es que no diría que hay un criterio u otro, ahora sí que como veo doy a cada poema, a cada estado sentimental, a cada dificultad. Cada poema me dio su propia sintonía pero yo creo que se puede decir que si algo privilegié, fue el ritmo.

«Parte del juego que intenté hacer fue divertirme, me imagino que alguien muy purista puede ser que abomine mis traducciones y estará en todo su derecho, pero intenté hacer traducciones de peso a una lengua muy mexicana, que las versiones fueran con el imaginario mexicano que me habita, quizá de una manera un poco artificial pero fue muy consciente, en lugar de ‹estibadores› en mis traducciones aparecen los ‹tamemes›, hay un poco de todo eso».

Por eso la luna brilla

Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.
Ricardo Reis.

¿Sobrevive esa especie que llamamos lector?, ¿la dinámica y los códigos de las redes sociales nos obligan a escribir textos breves, concisos y digeribles?, ¿cómo debe escribirse en este siglo sitiado por la comunicación instantánea, siempre apresurada y muchas veces fallida que impone la tecnología?:

«Todavía hay lectores radicales, como siempre, es un asunto de minorías pero yo creo que sí hay lectores sofisticados. Me parece que lo que sí está cambiando es el horizonte del libro como cuestión central en la cultura, pero de que el mundo permanece porque hay lectura, no me cabe la menor duda.

«Me interesa mucho la manera en cómo leemos y la manera en cómo somos leídos, yo creo que no es cierto que la gente lea poco, hay gente que lee más o menos, pero intentar copiar los formatos televisivos o los formatos de las redes sociales para los artículos de fondo empobrece a la red social y empobrece al periodismo tradicional, si tú haces un buen texto, una buena crónica, un buen perfil, un artículo o un ensayo de hondo calado, necesitas espacio para desarrollar ideas. Una de las ventajas de las redes es que la gente tiene acceso a los textos y a quien de veras le interesa, lo lee en ese lugar, es mentira que la gente se cansa, y quien se cansa, es el tipo de lector que no estás buscando.

«Yo creo que hay que apostar por un trabajo comprometido, un trabajo con oficio, enfrentar las cosas que te va dando el género, no creo que haya que caer en estos fatalismos presentistas que dicen que todo lo bueno ya pasó, yo creo que hay otras maneras de leer, es cierto que es difícil concentrarse porque aún no sabemos qué le ha hecho Internet a nuestra cabeza, pero las grandes publicaciones inglesas, americanas, anglosajonas, siguen apostando por el periodismo de fondo y de calidad, entonces no veo por qué una lengua tan dada a la facundia como la nuestra tendría que tener esas limitaciones.

«Hay que aspirar a la precisión, yo creo que la claridad en la prosa es una posición moral y justamente por eso tenemos que saber que hay lectores extremos y una manera de comprender el mundo es a través de la reflexión profunda con el lenguaje.

«La condición moral de la escritura es que escribas bien, que seas transparente, que seas nítido, eso ya es la crítica al mundo; apostar por un poco de claridad es la condición moral en la que puede ayudar un escritor, que no es mucho, pero no es poco».

 

PRIMERA PARTE: Gestación, razón y pasión de «La distorsión»

 

 

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