Ante al azoro y la incredulidad de cientos de cafeticultores que se reunieron en Coatepec a la espera de buenas noticias, el presidente López Obrador anunció el programa federal para el sector que repartirá –al menos a los productores veracruzanos- un total de cinco mil pesos anuales.
Al día siguiente, en Yanga, tocó el turno a los cañeros. Luego del desencanto en la víspera, ahora el mandatario anunció –a través del Secretario de Agricultura (Sader), Víctor Manuel Villalobos-, un apoyo económico de 7 mil 300 pesos por productor. Entre los cañeros y cafeticultores veracruzanos quedó la certeza de que el Presidente vino a entregar apoyos miserables para un campo miserable.
El caso de los cafeticultores raya en el insulto. Por un lado, el titular de la Sader dijo con absoluta desfachatez que estos recursos permitirán “compensar a los cafeticultores veracruzanos por los bajos precios e invertir en plantas de alta calidad resistentes a la roya, insumos de nutrición y manejo de plagas y enfermedades”. Con 416 pesos al mes es imposible que eso suceda.
Pero no quedó ahí. Su insultante estulticia le sugirió que el subsidio –eso sí, entregados sin intermediarios- permitirá producir en los próximos seis años los ocho millones de sacos que se necesitan para abastecer el mercado nacional. Es cierto, su mamacita no tiene la culpa.
No fue el único cínico. Manuel Huerta –el súper delegado que lo mismo habla de café que de feminicidios- intentó disfrazar su vergüenza al justificar que con eso se puede pagar el jornal de un campesino. ¿El nuevo burgués de la 4T pensará realmente que un campesino puede sobrevivir con 416 pesos al mes? ¿Ya se habrá enterado que el costo real de la nueva canasta básica alcanza precisamente cinco mil pesos?
En febrero pasado, en su edición para América Latina, el diario El PAIS publicó un reportaje en el que se señala que el principal detonante de la crisis del café es el desplome de sus precios, que alcanzaron a finales de 2018 su nivel más bajo en la década, según la Organización Internacional del Café. “El café es un commodity y se rige por la oferta y la demanda. Se produce tanto y en tantas partes del mundo que cuando llegó la época de la cosecha en México, entre noviembre y marzo, ya había demasiado producto barato en cotización”, señala.
La apreciación del peso frente al dólar, explica, dejó a los productores mexicanos, que tienen costos de producción altos, fuera de la jugada cuando apenas arrancaban las primeras bayas. Estas semanas, el kilo de café se paga entre seis y ocho pesos (40 centavos de dólar). Tres pesos se han ido en el pago a los campesinos por cada kilo cosechado. Los cuatro meses de cosecha tienen que ser lo suficientemente buenos para sostener el gasto del resto del año. Las cuentas no salen.
Ocho de cada 10 productores en México tienen menos de dos hectáreas, según datos oficiales. Y por las características de la planta hay un correlato doloroso entre el café y la miseria. Crece en zonas montañosas, las más alejadas de los polos de desarrollo y las que menos servicios públicos tienen. Es cultivado mayoritariamente por indígenas, y cuanto menos tecnificado tiene menor valor agregado y es menos valioso.
Ocho de los 10 municipios más productivos de Veracruz en 2018 tienen dos terceras partes de su población en la pobreza. Y cinco comunidades son más pobres que antes. El patrón es similar en los Estados que concentran, junto a Veracruz, el 90% de la producción: Chiapas, Oaxaca, Puebla y Guerrero.
Pero todo eso, en la sabiduría de la cuarta transformación, se resolverá con un subsidio de cinco mil pesos anuales. Por supuesto, el Gobernador ni enterado.
Con la caña pasa lo mismo. El incumplimiento en las cuotas de exportación de azúcar por parte de la industria ha desencadenado una crisis en el sector que está afectando a ingenios y cañeros, y cuya solución no se vislumbra en el corto plazo. Siete mil pesos para otro sector moribundo es una burla.
A cinco meses de que concluya la zafra 2018- 2019 sólo se ha exportado el 32 por ciento del azúcar que la industria debería enviar al exterior, y cuyos inventarios en el país siguen presionando los precios a la baja. Hasta el cierre de marzo se habían exportado 836 mil toneladas de azúcar, de los 2 millones 600 mil toneladas que deberían enviarse en este ciclo. Hay azúcar pero no hay mercado.
Sin embargo, el presidente López Obrador tiene otras cifras. Durante el evento celebrado en Yanga, el mandatario llamó a los cañeros a empujar fuerte el cultivo de la caña de azúcar, cuando en realidad no saben qué hacer con toda la producción que se encuentra en las bodegas, esperando que el precio se recupere.
Las del estribo…
1. Elección en Puebla. La popularidad de Andrés Manuel lo defiende de todas las críticas, de todos los errores, de todos sus caprichos, y es capaz –según se demostró ayer- de llevar al poder a personajes tan oscuros como Miguel Barbosa. En ellos, el presidente está cultivando el huevo de la serpiente. La única fuerza capaz de vencer a la 4t es precisamente la 4T.
2. Tres veces te engañé. Como reza la canción de Paquita la del Barrio, la rectora Sara Ladrón de Guevara, ha sido engañada tres veces en el pago de la deuda que mantiene la Universidad Veracruzana con el SAT. Primero fue Javier Duarte –lo que motivó una marcha de estudiantes que no se ha vuelto a repetir-, luego Miguel Ángel Yunes –quien hasta el PVD y los verificentros le ofreció- y ahora Cuitláhuac García, quien se plano se hace el muerto. ¿Y el cariño del Presidente a Veracruz?