Como en Rayuela, la novela de Cortázar, Lasse Mørck tiene la visión del lado de allá y la del lado de acá; nació, creció y se formó en Europa, hace cuatro años llegó de manera azarosa a Xalapa y ha vuelto para conocer a fondo otra concepción del mundo y de la vida. No le importa si llaman a su música jazz, música contemporánea o de cualquiera otra manera, le importa la libertad creativa, la diversión, la soltura, y en el son jarocho ha encontrado esos atributos. En el lado de allá y en el lado de acá, el bajista danés no busca sino divertirse y crear.

Del lado de allá

Soy de Dinamarca, nací en una ciudad que se llama Svendborg, que está al sur del país. No es un país muy grande, somos como cinco o seis millones de habitantes en total; de un extremo del país al otro toma cinco horas de viaje. Está en el norte de Europa, es un lugar bastante rico, hay mucho bienestar, educación gratis para hacer lo que quieras. Todo es así, por eso decimos que es un buen lugar.

Mi papá y mi abuelo eran contrabajistas de música clásica pero mi papá también tocaba jazz y muchas otras cosas, supongo que por eso mi interés por la música fue muy natural. Cuando empecé a tocar música en la escuela, como a los siete u ocho años, sentí que era algo que me interesaba inmediatamente pero no hice mucho mucho más que ir a las lecciones y tocar allá, me sentía bien, pero nada más. Empecé con bajo eléctrico. No leía muy bien, mi papá me enseñaba pero no era tan fácil porque era mi papá, además, su manera de pensar la música era muy distinta de la mía —especialmente al principio—, yo lo pensaba muy teórico y él no, para nada; yo quería entender ¿por qué eso?, ¿por qué aquello?, ¿qué pasa con eso?, etcétera, pero él venía de la escuela clásica y decía hay que leer y tocar, y no le interesaba tanto lo demás.

Cuando tenía once o doce años tuve un amigo que también tocaba mucha música, le interesaba mucho y hacía composiciones, con él empecé a escribir música, a investigar más. Cuando conocí a ese amigo empecé a estudiar guitarra y un poco de piano.

No sé cómo se llama aquí, pero allá tenemos un ciclo de tres años que es después del elemental y antes de la universidad, yo estuve ahí de los dieciséis a los diecinueve años, ahí conocí amigos que tocaban jazz. Hasta ese punto, para mí el jazz era algo viejo, algo que escuchaba mi papá como Diana Krall y estas cosas, pero no me tocaba tanto, no me pegó hasta que mis amigos me mostraron otras cosas y me enamoré mucho con Bill Evans, Scott LaFaro, Miles Davis, todo esto que es muy común para entrar al jazz.

Mis amigos se dieron cuenta de que tenía un contrabajo y eso era muy cool para ellos, me preguntaron si tocaba y les dije pues claro que toco contrabajo, aunque no era muy bueno (risas) porque apenas empezaba; así empecé a tocar el contrabajo. También empecé a escribir canciones. En esa ciudad mi nivel no era muy alto, pero aun así, muy rápido me volví el que tocaba contrabajo. Luego me fui a Copenhague y entré a una escuela que es como preparatorio para la universidad y allá el nivel era mucho más alto. Eso fue en 2008.

Cuando entré allá, conocí a muchos de mi edad que hacían muchas cosas y empecé a estudiar de verdad. Estuve dos años en Copenhague estudiando, conociendo, tratando de mejorar, con muchos sueños de conquistar el mundo con el jazz, de entrar a la historia del jazz y todo eso. Copenhague tiene un nivel muy alto, hay muchos músicos, muchos músicos estadounidenses van a tocar allá, tiene una historia importante en el jazz porque especialmente en los sesenta, y también en los setenta, iban muchos músicos de jazz que no podían vivir bien en Estados Unidos por causas diferentes como racismo y no sé qué otras cosas como Ben Webster, Dexter Gordon, Stan Getz, Oscar Pettiford y muchos más. También ahora el nivel es muy bueno

Después de estar dos años en Copenhague fui a Suecia y estudié un año en una escuela que se llama Skurups Folkhögskola, que también tiene un nivel muy alto. Es un curso muy intenso porque todos los día tienes clases, tocas todo el tiempo, conoces a mucha gente de tu edad, los mejores, la verdad, porque tienes que aplicar para entrar.

Estuve un año allá, volví a Copenhague en 2011 y tuve mucha suerte porque a los veintiún años empecé a tocar con unos de mis héroes: un baterista que se llama Snorre Kirk, es noruego, y un pianista de Suecia que se llama Magnus Hjorth, los dos ya eran muy buenos, uno tiene como seis años más que yo y el otro ocho o nueve, así que ya estaban bien establecidos, ya tenían una carrera y ya habían viajado por todo el mundo. Toqué con ellos diez años, grabé discos y aprendí mucho porque los dos son muy perfeccionistas y muy trabajadores, y conocen la historia del jazz, no solo los acontecimientos sino también lo saben tocar. Tocando con ellos aprendí muchas cosas.

Cuando regresé a Copenhague terminé mi licenciatura y entré a la maestría. En la maestría te dan un semestre para que estés fuera, no tienes que salir del país ni de la ciudad, pero no vas a ir a tomar clases a la escuela. Era algo nuevo que hacían con mi generación, lo que querían era que te enfrentaras a la realidad para que cuando salieras tuvieras la posibilidad de sobrevivir de la música, esa era la idea. Podías hacer una gira en Alemania o hacer cualquier cosa fuera de la escuela con la idea de lo que querías hacer después. Yo siempre había querido irme muy lejos de Dinamarca, vivir en una cultura muy distinta a la mía y aprender otro idioma; también quería conocer Latinoamérica y no había podido hacerlo, así que pensé pues ese es mi chance.

Mi maestro de contrabajo de ese entonces es mexicano, se llama Joel González, él estudió aquí hace muchos años con Andrés Dechnik. Me platicó y me vine a Xalapa en 2015 y estudié cuatro meses con Andrés Dechnik en la Facultad de Música. Traté de aprovechar ese tiempo para aprender español y entender la cultura. Conocí a mucha gente, a Paquito [Cruz], Édgar [Dorantes], Tim [Mayer], tocamos algunas veces pero yo estaba estudiando mucho en la Facultad y no sabía bien el idioma, estudié un poco de español en Dinamarca pero vivir en el país donde se habla es otra cosa, aunque tenía bastante entendimiento de la gramática y eso me ayudó mucho.

Volví a Dinamarca y terminé mi carrera, mientras, lancé mi primer disco como líder —con puras composiciones mías— con el cuarteto que tenía allá: Tobias Wiklund en la corneta, Jesper Løvdal en el saxofón tenor y el clarinete, y Snorre Kirk en la batería. El disco se llama Imagining Places I’ve Never Been y me fue muy bien, gané el premio al mejor disco de jazz del año en Dinamarca.

Al mismo tiempo, como proyecto para terminar la maestría hice una suite basada en el mito de la creación de los aztecas porque quise hacer algo con inspiración de aquí. Ese proyecto fue mi segundo disco, lo lancé hace poco, en diciembre de 2018. Escribí la música año y medio antes pero toma mucho tiempo grabar, producir y lanzar. Además quise hacerlo bien hecho con el arte y todo, colaboré con un artista mexicano-danés que se llama Rama King Nash. El disco se llama The Aztec Creation Myth Suite y también gané el premio como mejor compositor joven de jazz, así que fue con mucho éxito, la verdad.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: Del lado de acá




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