Por Luis Manuel González García

 

Muy al estilo del Gobierno actual, la reforma constitucional en materia educativa se publicó a toda prisa el Día del Maestro de este año, el acto simbólico fue motivo de júbilo anticipado para algunos que ven en la modificación normativa la respuesta a sus peticiones magisteriales, evidentemente sin leerla circulaban ya en las redes sociales expresiones de triunfo acompañados de optimismo que no tiene ni tendrá sustento en el texto publicado.

La nueva reforma a la Constitución comienza por incluir la educación inicial como un tipo educativo, que no será obligatoria sino “un derecho de la niñez” (esta dicotomía requerirá de explicaciones sobre qué significa en la práctica lo uno y lo otro). Luego añade como obligatorios todos los niveles educativos restantes aunque dice que la educación superior lo será en los términos de la fracción X que, a su vez, dice se “…proporcionarán medios de acceso a este tipo educativo para las personas que cumplan con los requisitos dispuestos por las instituciones públicas”, entonces quedamos en la práctica exactamente igual que hoy, ningún cambio real.

Francamente veo más agresiva contra el magisterio esta reforma, aunque no contiene la temida cláusula contra la sagrada permanencia y reafirma que ‘una vez maestro siempre maestro’ como uno de sus elemento de discurso educativo (grave riesgo eso de tener profesionales inamovibles, pero es parte esencial del juego de intercambio electoral). Los problemas son más sutiles pero significativos. Se concede un único derecho a los maestros en forma expresa en la Reforma: “…Tendrán derecho de acceder a un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización”. Es decir los maestros tienen derecho a convertirse en profesionales, lo que en sentido contrario admite que no lo son. El texto no dice por ningún lado que los docentes tienen derecho a recibir un salario digno, a condiciones laborales que mejoren sus condiciones de vida, a instalaciones educativas adecuadas, al acceso a tecnología y conectividad, nada de eso, únicamente tienen derecho a convertirse en mejores empleados.

Respecto a ser empleados del gobierno, la Reforma en el Décimo Sexto Transitorio afirma: “los derechos laborales de los trabajadores al servicio de la educación, se regirán por el artículo 123 Constitucional Apartado B”. Aquí hay un nuevo problema, en Veracruz por citar un ejemplo solo los docentes del sistema tecnológico en educación media (CBTIS, CBTA, CETMAR) son trabajadores al servicio del Ejecutivo Federal, todos los demás en virtud de la Federalización de la Educación de 1993 son empleados del Gobierno del Estado de Veracruz, de hecho la nómina FONE se paga a “cuenta y cargo del Gobierno de Veracruz”, entonces este transitorio significa que ¿todos los maestros ahora serán empleados federales? ¿qué ocurrirá con los regímenes de pensiones locales como el caso del IPE? O más bien fue una ocurrencia que quedó puesta por ahí, decir que todos los maestros se regirán por una norma jurídica que no les corresponde, ni se adecua a sus condiciones de trabajo y necesidades. Un enorme peligro de incertidumbre jurídica se asoma aquí, le podrán aplicar a los maestros la norma que mejor se acomode (un poco como se hace ahora pero con respaldo constitucional, no es tema menor).

Hablando de los maestros la reforma además genera una nueva incertidumbre, el párrafo séptimo dice: “La admisión, promoción y reconocimiento del personal que ejerza la función docente, directiva o de supervisión, se realizará a través de procesos de selección…”. ¿qué paso con los apoyos técnicos pedagógicos (ATP) que son miles y muchos tienen nombramiento oficial? Pues desaparecieron del texto, la reforma anterior señalaba dos categorías genéricas: docentes y directivos, en la primera cabía la función de asesoría técnico pedagógica, en este caso se enumeran todas las funciones (docente, directivo, supervisión) por lo tanto se excluye a los ATP, una verdadera lástima.

El siguiente tema es conceptual, la reforma anterior contenía la idea que instalaciones, materiales e idoneidad docente deberían dirigirse a ‘garantizar el máximo logro de aprendizaje de los educandos’, una idea muy clara. Al incorporar en el nuevo texto una palabra recurrente en el discurso del Presidente y su Secretario de Educación: excelencia, el concepto se desnaturalizó al menos en su redacción y se pasó a la fracción II inciso i que dice: “El criterio que orientará a esa educación… i) Será de excelencia, entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos”. Hay una diferencia mayúscula aquí, mientras en la reforma anterior el máximo logro de aprendizaje era un ideal a seguir, en esta reforma se convierte en un elemento clave de la educación, por lo tanto la efectividad de una escuela o del trabajo docente individual debe medirse a partir de ese “máximo logro de aprendizaje” ¿quién determinará cuanto es ese “máximo”?¿cómo se determinará? Son dudas vitales para maestros y alumnos, cuestiones emergentes en esta Reforma añadidas, al parecer, sin cuidado y ponderación.

Una observación totalmente educativa, de acuerdo con el párrafo once, los planes y programas de estudio llevarán de todo y un poco más, desde matemáticas hasta estilos de vida saludable, incluso “la literacidad”, cuando lo leí no pude dejar de imagina la razón para incluir aquí una idea del español Cassany (1) (a quien admiro por cierto) pero que no tiene consensos aun en la comunidad académica, en lugar de otros términos más locales como cultura escrita de Emilia Ferreiro (2). La disposición constitucional parece que sobrecargará de nuevo el currículo, en lugar de atender la inmensa masa de evidencia empírica en el tema, se empeñaron en poner términos de moda que poco favor hacen a la comprensión de la Reforma Constitucional y sí hacen mucho para alimentar el debate aun más.

Una más de gestión escolar, dice el Décimo Séptimo transitorio lo siguiente: “La ley secundaria definirá que, dentro de los consejos técnicos escolares, se integrará un Comité de Planeación y Evaluación…” que hará de todo, hasta evaluar a las autoridades educativas y los contextos escolares, todo. Me pregunto ¿cuándo?¿con quienes?¿cómo? Quien redactó este transitorio piensa quizás que los maestros tienen todo el tiempo del mundo para realizar las funciones del Consejo Técnico Escolar y además, ahora (regalo de la Reforma por Día del Maestro) las del Comité de Planeación y Evaluación, que por cierto también debe autoevaluarse. En lugar de añadir autonomía a la escuela se añade carga administrativa y responsabilidades públicas. Esa obligación de evaluar y demás la debería tener el Estado, apoyar a la escuela de esa forma, eso sería ayudar a los maestros, al contrario se les añade aun más carga laboral, desde luego por el mismo sueldo.

Finalmente, se elimina al INEE porque la CNTE siempre lo acuso de participar en la evaluación docente, se sustituye por un organismo que hará prácticamente lo mismo pero sin autonomía, es decir bajo la posibilidad de que el Presidente actual pueda influir libremente en su funcionamiento. Es una pérdida lamentable, un retroceso triste, es echar por la borda décadas de trabajo en garantizar una evaluación imparcial del Sistema Educativo. El INEE tenía fallas tremendas, deudas enormes, pero estaba funcionando y mejorando constantemente, desaparecerlo es un error y el tiempo lo confirmará.

En 2013 cuando se publicó la reforma anterior, un día después quienes hoy están en el poder ya la habían bautizado como “mal llamada” y convencieron a la inmensa mayoría del magisterio de su perversidad, maldad y malos resultados. Al paso de los años ninguna de las espantosas predicciones se cumplieron, quienes fueron cesados fue por incumplir con el deber profesional de evaluarse y no por sus resultados; miles de maestros se promovieron a puestos que antes eran inaccesibles directores, supervisores, apoyos técnico pedagógicos; se renovó la curricular… pero el mal estaba hecho. Una vez instalada la idea que la reforma era perjudicial fue imposible quitarla, principalmente porque algunos de mis compañeros maestros no leen, no se informan, prefieren quedarse con lo que otros les dicen, con los rumores, con las pláticas de recreo, con los corrillos. Sería muy importante leer esta Reforma, analizarla en serio e igual con la legislación secundaria.

Mantengo mi escepticismo y distancia de una Reforma Educativa que menciona a los niños una sola vez y a los maestros diez veces, es mi error sin duda pensar que estudiamos, trabajamos y nos afanamos por los niños, ellos deberían ser el centro y motivo de la Reforma… no lo son.

 

(1) Cassany, D., & Castellà, J. M. (2011). Aproximación a la literacidad crítica. Perspectiva. 2011; 28 (2): 353-374.

 

(2) Vásquez, D. A. L. (2015). De la lectura y la escritura a la literacidad: Una revisión del estado del arte. Anagramas Rumbos y Sentidos de la comunicaciòn, 13(26), 197-220.