María Eugenia Ratcliffe, cineasta, guionista y escritora, se encontró con la creatividad literaria en la infancia, luego de una riña con su hermana. De eso y más compartió con Universo la joven argentina que con la obra Japen ganó el Premio Latinoamericano de Primera Novela “Sergio Galindo” 2019, convocado por la Dirección Editorial de la Universidad Veracruzana (UV).
En Japen, la narradora “aborda de forma crítica, incluso irónica, la universal crisis de las relaciones humanas en la vida real, y en la hoy elaborada ficción de las redes sociales, y la relación con su propio cuerpo”, citó el jurado una vez que dieron a conocer el dictamen.
María Eugenia Ratcliffe es la tercera mujer que gana tal premio, el camino lo abrió la cubana Yamilet García Zamora, quien en 2008 ganó por su novela Del otro lado, mi vida; la segunda fue la mexicana Ave Barrera en 2013, con Puertas demasiado pequeñas. Es también la tercera ocasión que lo gana una persona oriunda de Argentina.
La joven –quien se desempeña como docente de guión, es cineasta y ha sido distinguida en festivales internacionales–, una vez que se dio a conocer que su novela había resultado ganadora, escribió un extenso pronunciamiento en su cuenta de Instagram: “Cuando empecé a escribir Japen, en 2015, sentí muy adentro mío que tenía que ser un texto visceral, crudo, con una narradora genuina que abordara su sexualidad desde un lugar de mujer deseante, y no únicamente desde el lugar de objeto de deseo que nos han acostumbrado a ocupar a las mujeres”, es parte de lo que se lee.
Ahí (y en la ceremonia de premiación, cuyo escenario fue la Feria Internacional de Libro Universitario 2019 de la UV) también destacó lo que a su consideración es la virtud de este premio: “Que no se fija en nombres ni legitimaciones”. Y fue más allá del mundo literario: “Y qué bien que todo sucediera en México. Con el contexto político de Argentina (un knock-out al arte, la literatura y el cine) sabía que iba a ser muy difícil poder publicar este libro”.
En entrevista para Universo planteó que el ser artístico debe sostenerse aun cuando no se pueda dedicar sólo a él, y además que se deben aprovechar las posibilidades de la actualidad de mostrar en redes sociales lo que el artista hace, sin que se consideren clases sociales, apellidos y legitimaciones, como era antaño.
¿Cómo fue que te encontraste con la literatura y el cine?
Mi encuentro con la literatura fue desde que empecé a escribir y leer, cuando era niña. Todavía me acuerdo del primer cuento que escribí, ¡increíblemente! Estábamos al cuidado de una tía, mi hermana y yo nos estábamos peleando terriblemente, nos separó y dio biromes para escribir, yo escribí un cuento y esa fue la gran revelación de algo que me gustaba mucho.
Además, siempre fui una gran lectora y al terminar la secundaria, cuando tuve que empezar a elegir qué carrera estudiaría, creí que el cine iba a ser una manera de seguir escribiendo, pero a la vez sin tener que estudiar letras porque en Argentina es una carrera que a veces te destina a trabajos más teóricos, y en lugar de incentivarte a escribir te aleja de la escritura.
La verdad que fue así, porque el cine se volvió una pasión inmensa; yo estudié Dirección Cinematográfica, pero actualmente trabajo como guionista y es lo que más intento hacer. Igual me siento muy nueva en todo. Tengo 32 años y siento que mi vida empezó a los 20 y pico. En el cine encontré una gran pasión y también esa manera de contar en imágenes.
Me parece que el cine tiene mucha incidencia en lo que escribo y, a la vez, mi interés en la literatura tiene mucha incidencia en cómo vivo el cine.
Creo en un arte que sea más híbrido y el cruce de disciplinas. Me parece que hacia eso vamos, y está muy bueno entrecruzar disciplinas, formas artísticas. No creo mucho en las categorías, la verdad.
¿Qué te interesa contar y con qué propósito?
En este momento y con este libro, Japen, lo que más me interesaba –y fue con la intención con la que lo escribí– era un relato crudo, visceral, contado por una narradora que fuera genuina y hablara de su sexualidad desde el lugar de una mujer deseante y no únicamente de mujer objeto, como nos han acostumbrado a las mujeres en todos los ámbitos de nuestra vida y también en la sexualidad.
Me interesaba escribir el libro que quería leer y no encontraba en las librerías –como dije cuando recibí el premio– no porque no exista, sino porque existen muchas autoras, libros mucho muy interesantes sobre esta temática (y seguro mejores, incluso, que el mío), pero la literatura femenina aún no tiene un espacio muy visibilizado y no tiene el apoyo que tiene la de los hombres.
Desde tu experiencia, ¿qué tan difícil es para las creadoras de cine y de literatura de esta época tener oportunidades de desarrollo profesional?
En lo personal hay mucha sororidad, mucho compañerismo entre las mujeres. Me siento muy empoderada gracias a la lucha de las mujeres, la de siempre y la de los últimos años. Me reconozco en eso. Es innegable, por lo menos en Argentina, el cambio que se está dando; creo que también en Latinoamérica y en el mundo.
Seguimos conquistando derechos, pero sobre todo reconocernos hermanas y reconocernos unidas; creo que es el cambio más fuerte y palpable, y eso cambia un montón. A las mujeres nos han enseñado a reconocernos como rivales y hoy día gracias a estas luchas creo que hay un cambio muy fuerte, y se traslada en que cada vez haya más mujeres premiadas en el cine, la literatura, en el arte. Que se les dé espacio también es algo que está en ebullición y es buenísimo que así sea.
Eres la tercera mujer que recibe el Premio a Primera Novela, pero también la tercera ganadora de aquel país, ¿tiene fama allá esta convocatoria?
En Argentina estamos muy acostumbrados a mirarnos a nosotros. Somos bastante egocéntricos, algo que también creo que está cambiando, pero sí es muy reconocido México como un país productor de cultura y arte, tanto de cine como de literatura, eso es innegable. Este premio tiene, totalmente, su reconocimiento allá.
Las monumentales movilizaciones de mujeres que vemos en Argentina no son una casualidad, pero ¿Por qué se están desarrollando precisamente ahí?
Creo que surgen muy hermanadas de lo que es el “Ni Una Menos”, con el movimiento por la legalización del aborto, con el “No es No”, con luchas que se fueron abrazando. No sé, la verdad, porqué en Argentina y no en el resto de Latinoamérica.
Hace muy poco estuve en Río de Janeiro, Brasil, trabajando y me alegró ver que esa lucha estaba latente y fuerte, pero entiendo que en Latinoamérica aún falta mucho. También hay que decir que cuando hablamos de Argentina, muchas veces estamos hablando sólo de Buenos Aires, y en Argentina falta mucho camino por recorrer.
A propósito de tu país, ¿qué opinas del escenario político que están viviendo?
Es una profunda tristeza. Siento que con las políticas de los últimos años, de Mauricio Macri en concreto, recortaron muchísimo presupuesto en el arte, la cultura, la educación. Golpearon muy fuerte al cine, cambió la Ley de Cine haciéndose muy difícil filmar –sobre todo para la gente que como yo está empezando.
En lo que se refiere a la literatura, el circuito editorial está muy golpeado. Por eso celebré mucho que fuera acá, en México, la publicación de Japen, porque si bien todavía no se sabe hacia dónde irá el nuevo gobierno, por lo que siento y hablo con la gente de acá, hay una mirada esperanzadora sobre (Andrés Manuel López) Obrador.
En términos generales, ¿cómo ves a Latinoamérica, sobre todo con el contexto de un Donald Trump amenazante y las oleadas de migrantes con intención de llegar a Estados Unidos?
A nivel político lo siento crítico. El panorama latinoamericano en general es desalentador, pero para mí –a nivel pueblo– siento una gran fuerza latinoamericana. Me cambió mucho la mirada cuando en 2017 estudié la Maestría en Escritura Creativa de Guion Audiovisual en la Escuela Internacional de Cine y Televisión “San Antonio de los Baños” en Cuba; cuando conocí ese arte y esa potencia en ebullición a través de muchos compañeros latinoamericanos, y en el reconocernos aún en nuestras diferencias. Para mí eso es muy alentador.
También me alegra creer que nos estamos empezando a mirar más a nosotros entre nosotros, y abandonar eso de mirar a Europa o Estados Unidos como algo que dicta tendencia. Creo que la tendencia está acá, en Latinoamérica, y está muy fuertemente. Y se ve en el arte, porque incluso en muchas representaciones artísticas europeas, sobre todo españolas, es innegable la inspiración que toman de Latinoamérica.
Desde la literatura, el guión, el cine, los documentales, ¿qué pretendes aportar a este panorama social y político de la región?
No sé si pueda aportar, pero siento que mi libro, sin duda, es un resultado de la lucha de las mujeres. No sé si el libro en sí, pero mi deseo de publicarlo, sin duda, viene potenciado en que me siento empoderada por la lucha de las mujeres.
Cualquier espacio que tenga para agradecer y hablar sobre el libro, quiero llevarlo hacia ese tema, porque me parece que hay que usar esos espacios para hablar del empoderamiento femenino, de las luchas que aún faltan, y de las que están llevando –más fuerte– otras mujeres.
¿Qué respuesta percibes de la sociedad en general, ante las luchas de las mujeres?
Siento que en las mujeres hay como una complicidad cuando hablamos de estos temas. Por parte de los hombres hay mucha ignorancia; más bien, parte de ambos, de hombres y mujeres, nos falta aprender y deconstruirnos, pero celebro cuando veo que está la inquietud por ese cambio y por iniciar ese camino al que aún le falta.
Un mensaje final que María Eugenia Ratcliffe quiso citar fue: “A toda la gente que escribe o tiene ganas de hacer algo, que lo exprese. El arte es muy sanador. Para mí el arte tiene que ser un espacio en el que cualquiera pueda envolverse, por eso a alguien que escribe le digo que se haga leer, que vaya a talleres y si quiere publicar, que publique.
“En Argentina hay una idea de que hay que esperar para publicar y para mí estamos en un momento que rompe todas las reglas. Hay que aprovechar la visibilidad que dan las redes (virtuales). Hay que seguir la pasión que a una la mueve y expresarse.”