A diferencia de su jefe Andrés Manuel que acostumbra decir “Tengo pruebas…” el gobernador Cuitláhuac García no se atreve a tanto, simplemente dice “Lo digo con toda responsabilidad y/o Lo digo con toda seriedad”.

El viernes anterior dijo frente al presidente: “Es falso, y lo digo con toda seriedad, que en Veracruz la situación (de violencia) esté incontrolable”. Y este lunes en una entrevista por radio aventó un carambazo atroz y demencial: “Lo digo con toda responsabilidad, el fiscal estatal (Jorge Winckler) está encubriendo a los asesinos intelectuales de la alcaldesa de Mixtla, Maricela Vallejo”.

Si su declaración ante el presidente fue irresponsable por mentirosa, lo que dijo en cadena nacional es grave por donde se le mire.

Acusar así nomás como así sin ninguna prueba, no sólo es imprudente y atolondrado, sino indigno de alguien que se dice gobernador.

Jorge Winckler se ha convertido en una obsesión para Cuitláhuac y las obsesiones terminan por revertirse al obcecado. Esa terquedad lo ha hecho blanco de los cibernautas que se burlan, lo botanean y le faltan al respeto en las redes.

“¿Otra vez con lo mismo? Ya chole carajo ¿Acaso no te das cuenta que ya nos tienes hasta allá con tu jalada? De haber sabido ese día no salgo a votar”, le dijo un tuitero.

Quien acusa debe probar y Cuitláhuac no tiene nada con qué documentar la barbaridad que remató con esta cantinflesca frase: “La gente que la acompañaba (a la alcaldesa) expresaba y señalaba que ella ya tenía dicho y lo dijo claramente”.

El señor será muy honesto (según AMLO) pero está recurriendo a las mentiras y eso le resta honestidad, credibilidad y confianza de las que tuvo un resto los primeros 30 días de su mandato (bueno, mandato es un decir).

“Tenemos varios avances, el fiscal ya dijo que tiene identificados los dos grupos que participaron. Hay que señalar que fueron seis los que intervinieron en la comisión de esos delitos y la mayoría ya están identificados. Se hizo un par de detenciones relacionadas con esos hechos”, dijo en relación a la matanza en el sur de la entidad.

Ésto movió a los medios impresos que cabecearon: Hay dos detenidos por masacre en Minatitlán: Cuitláhuac García. Y en el mismo tenor manejaron sus palabras los portales informativos y los noticieros de radio y televisión.

Pero no pasó mucho para que el fiscal lo desmintiera: “Tristemente hasta ahora no hay ningún detenido”, dijo el funcionario para agregar que su dependencia se afana en localizar a los responsables.

Por encima de la violencia cotidiana que evidentemente le importa un pito, Cuitláhuac está encaprichado en tumbar a Jorge Winckler de su puesto de fiscal; pero no puede porque no sabe cómo hacerlo.

Si como asegura, el fiscal está encubriendo a unos asesinos, que presente las pruebas, no ante la dependencia que dirige Jorge Winckler sino ante la Fiscalía General de la República. Es su obligación como ciudadano y gobernante. De lo contrario, el señalado de encubridor podría ser él.

¿Lo hará? No porque no tiene nada; sólo una obsesión mal encausada.

A Jorge Winckler se le puede acusar de muchas pifias y eso no lo voy a poner a discusión; pero está haciendo su chamba. Cosa que no pueden decir ni Cuitláhuac ni sus segundones Eric Cisneros, Secretario de Gobierno, ni el titular de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado.

Si estos tres están donde están no es por sus méritos en seguridad ni sus virtudes sociales, intelectuales o políticas de las que carecen, sino por un golpe de la fortuna.

Y eso deberían dimensionarlo si tuvieran dos dedos de frente.

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