Cuando visite Minatitlán el próximo viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador deberá llevar algo menos tóxico que el discurso que siempre utiliza, si no quiere ser abucheado por vez primera en lo que va de su temprano sexenio.

Irá a una zona de guerra donde grupos delincuenciales se pelean palmo a palmo la plaza y la vida de inocentes importa menos que un pito. Una zona donde se perpetran dos o tres ejecuciones diarias en promedio y donde la gente está aterrada, pero también está enfurecida.

Lo que menos desean los minatitlecos es que Andrés Manuel repita que le dejaron un cochinero porque seguramente le revirarán: “Te pusimos en la presidencia para que elimines ese cochinero, no para que te sigas quejando de él”. Tampoco querrán oír descalificaciones, improperios, puyas y bravatas, porque lo van a mandar bien lejos.

En el sur veracruzano la sociedad está turbada, quebrada y dolida; nadie está para bromas, sarcasmos ni ocurrencias. Lo que quieren oír son palabras de aliento y sentir el respaldo de un estadista, no escuchar los denuestos vulgares de un peleador callejero.

Trece inocentes asesinados a mansalva en una palapa donde se celebraba una fiesta, fueron el ¡Ya basta chingada madre! de una ciudadanía sureña que por enésima vez salió a las calles a gritar su impotencia, en un esfuerzo inútil porque les hagan caso.

A cinco días de la masacre, es la hora en que el gobernador Cuitláhuac García no se ha dado una vuelta por Minatitlán para ofrecer sus condolencias, confortar a los deudos y palmear espaldas. Dependiente al 100 por ciento de AMLO, está a la espera de que éste le vuelva a levantar el brazo y diga a los adoloridos minatitlecos que Veracruz es un estado con suerte porque tiene un gobernador inteligente y de una honestidad acrisolada.

Cualquier presidente con cinco centavos de sentido común sabe que en un momento como el que vive Minatitlán debe llegar con un discurso claro, directo y esperanzador. Pero AMLO no es cualquier presidente y todo indica que arribará a esa ciudad echando pestes contra los corruptos y crispando más a la raza. Al menos así lo esbozó este martes al llamar “conservadores” a los que se quejan de la inseguridad.

Cuando un reportero le preguntó: ¿Piensa que la exigencia de paz es exclusiva de los conservadores? Andrés Manuel contestó al botepronto: Básicamente.

Brutal respuesta.

¿Cómo puede tasar así nomás tan a la ligera?

Este viernes “básicamente” se va a encontrar con que los 147 mil 840 habitantes de Minatitlán son “conservadores” porque todos le exigirán paz y seguridad.

Y en ese contexto, básicamente todos los mexicanos también son conservadores porque desde hace años están exigiendo que se acabe la violencia. Incluidos los 30 millones que votaron por él.

¿Será capaz de estigmatizar a todo México con ese calificativo? No lo creo.

Como tampoco creo que su visita del fin de semana aplaque el dolor, la impotencia, la frustración, la ira y el coraje en el sur de la entidad, bañada con la sangre de cientos de inocentes.

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