Hace casi dos años, en julio de 2017, el maestro Teodoro Cano me recibió en su casa y platicamos durante un par de horas. Hoy me entero que ha muerto en esa misma casa de la calle Pino Suárez —casi frente a la de otra de nuestras glorias: Sergio Pitol—, despedido por las caritas sonrientes y los paisajes papantecos que salieron de sus pinceles.
La entrevista, que titulé Las huellas del huarache, está contenida en el libro Veracruz Contemporáneo publicado por el Ivec en su serie Veracruz Universal en febrero del año pasado y presentado en la edición vigésimo novena de la Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil. En esa misma edición, el maestro Cano fue homenajeado por el Ivec junto con otros dos grandes creadores veracruzanos, el músico folclorista Alberto de la Rosa y la bailarina, coreógrafa y docente Martha Sahagún Morales. Esa fue la última vez que lo saludé. En su memoria, hoy reproduzco la entrevista completa.

A unos 72 años del encuentro con Diego Rivera en una nevería de su pueblo, a unos 69 de haber ingresado a la Academia de San Carlos, a unos 68 de haber sido ayudante de José Chávez Morado —uno de los grandes muralistas mexicanos—, a 64 de su primera exposición, a 63 de haber pintado su primer mural, a 85 años de una vida entregada a la pintura, Teodoro Cano tiene un sueño: ser pintor.
«Ahorita estoy como cuando estaba de 15 años, entonces no podía porque no tenía los medios, hoy tengo todo, pero ya no tengo salud», me dijo al final de una conversación observada atentamente por los cuadros que escoltan las paredes de su sala. El gran artista don Chano Cano, la mazorca grande de su estirpe, fue invocado para que cortara el listón inaugural de una galería de recuerdos con aroma de vainilla y carita sonriente.

Semilla de la mazorca grande

Akit xtalhtsi tlanka kuxi,
kxanaja k katla pa ́pa’,
ktatlikgoy laktsu stantas,
xmalaná tlanka chiki kit
Soy la semilla de la mazorca grande,
la que florece en luna recia,
la que canta con los pájaros,
el guardián de la casa grande
(Manuel Espinosa Sainos)

Mi padre, Luciano G. Cano, fue un hombre íntegramente artista, era escultor, pintor, arreglaba santos, era músico; yo le heredé un poquito, nada más fui pintor pero realmente era un hombre admirable y se formó por necesidad. Mi abuela se fue a Chicontepec, se casó y tuvo dos hijos. Después la abandonó el marido y se fue a vivir a Papantla, ahí crecieron los hijos. Mi padre comenzó a trabajar, conoció varios oficios y todos los aprendió. Compró un proyector y empezó dando cine en los pueblos, siguió trabajando y llegó comprar una casa en Papantla, esa casa es la que yo conocí.
Mi hermana, que es mayor, y yo fuimos los dos únicos hijos de una mujer que no conocí porque murió en el parto en el que nací. Nunca la vi porque no había fotos ni nada. Fuimos creciendo y mi papá se casó otra vez cuando yo tenía como seis años. Mi hermana se fue, creo que al norte, y no la volví a ver pero yo seguí con mi padre y en una ocasión en que fui a ayudarlo a una casa que estaba frente al parque, al salir me dijo ten este dinero, pasa a comprar carne para cenar y que me esperen.

Tierra de otro pintor

Todo pintor es tierra
que recibe tierra de otro pintor
(Diego Rivera)

Salí con el dinero y vi que en una refresquería estaban unas personas, yo había visto fotos y dije este señor debe ser Diego Rivera, efectivamente era porque le fui a preguntar. Estaba con el Chango García Cabral, con José de Jesús Núñez y Domínguez, que era director de no sé qué área de México pero era importante, y no sé con quién más. Le hice plática, se paró y me dijo vamos a dar la vuelta. Salimos, me tomó del hombro y caminamos, me preguntó que cómo lo había reconocido y le dije que había visto sus fotos, que lo admiraba y que me gustaba mucho la pintura, y me dijo que me iba a ayudar. Platicamos bastante, ya era casi de noche y me dijo bueno, niño, vete a tu casa, ya es tarde, dame tu dirección y nos vamos a seguir comunicando para irte ayudando. Nos escribíamos, él me mandaba papel para dibujar, tintas, varios regalos y yo le mandaba todas las cosas que hacía.

Utopía en retirada

sobre cada utopía en retirada
el cielo se abre
para mostrarla a contraluz
(Juana Bignozzi)

Así seguimos hasta que tuve 15 o 16 años. Cuando terminé el primero o segundo año de secundaria mi papá me llevó a México, lo fuimos a ver a su casa y me dijo quédate en mi estudio. Estuve como cuatro meses y nunca fue (risas). Era un estudio muy grande, ahí tenía cuadros muy bellos, un desnudo de María Félix, un retrato de Pita Amor, la famosísima poeta, desnuda y muchos cuadros. Yo fui viendo toda su obra, ¿quién se iba a imaginar que siendo muralista pintara tanta obra de caballete?, pero pintaba pura mujer famosa.
Me fui desmoralizando y nada más esperaba que fuera, como los cuatro meses fue al estudio y me preguntó:
—¿Cómo estás?
—Señor, estoy aburrido
—Por eso te vengo a ver, mira, yo empecé con una beca que me dio un gobernador de Veracruz, don Teodoro Dehesa, te voy a dar una carta para el gobernador Adolfo Ruiz Cortines, te vas para allá y se la entregas
—Bueno, muchas gracias, entonces me voy
—Sí, vete
Seguí como un mes en México, terminé ese año escolar y me fui a Papantla. Ya iba a tener un año ahí cuando me vio un padrino mío y me dijo:
—¿Qué pasó contigo, ya te regresaste?
—Sí, ya me vine porque no encontré apoyo, el maestro Diego nada más me dio esta carta.
La vio y me dijo
—Pues pélate para Xalapa a entregarla, es una buena carta. A ver tú, Chano —le dijo a mi papá—, dale dinero a tu hijo y que se vaya mañana.

Un latigazo de luz

Tepetl iikaj
olintli kueponi
motetonia tlapetlantli
ixkanelimej inkuitlapaj.
Se tlauili tsomotlali
noixtiol yolkatl kiselia,
noikxi pepestik
motlaliaaa nejnemis
ipamtipaj tlali yamanik kuetlaxtli.
Tras la montaña
brota el movimiento,
el resplandor se recarga
en el lomo de la hormigas.
Un latigazo de luz
recibe el animal de mis ojos,
mis pies desnudos
se disponen a caminar
por la suave piel de la tierra.
(Juan Hernández Ramírez)

Quién sabe cómo le hizo mi papá pero consiguió dinero y me mandó a Xalapa, entonces se venía uno por Teziutlán, por toda la sierra. Llegué a Xalapa en la noche, fui a Palacio de Gobierno y era un hervidero de gente, en eso vi a un señor que había conocido en Coatzintla y le pregunté:
—¿Usted es don Alfredo Gudini?
—Sí, ¿y tú?
—Soy hijo de Chano Cano
—Ah, mi amigo, ¿y qué andas haciendo?
—Traigo esto
Vio la carta y me dijo espérate, ahí está el gobernador.
Entré a las ocho o nueve de la noche, estaba lleno de gente, como las 12 y media, cuando salieron todos, oí que me dijeron a ver, niño, ¿qué quieres? Era el señor gobernador, me oriné de la emoción, me paré, fui con él y le dije:
—Señor, traigo esta carta
—A ver Ángel (Ángel Carvajal era el secretario), mira, a ver cómo le ayudamos
—Vete con él, niño
Me fui con él, me empezó a decir que si mi papá podría aportar tanto porque ellos nada más podían apoyarme con tanto, total, que me doró la píldora y me dio una cantidad, no era mucho pero era suficiente para ir a México a estudiar con los gastos más o menos pagados. Eran 200 pesos de aquel tiempo, me los dieron en efectivo, firmé un documento y me fui a México nuevamente.

Los años maravillosos

Llegué a México, me inscribí en la Academia de San Carlos y pasé cinco años maravillosos porque, aparte del ansia de estudiar, yo tenía algo de artista y me dediqué totalmente a la escuela. Bueno, me dediqué a dos cosas, a la escuela y a una novia que tuve, muy bonita por cierto, María Elena Massad, una árabe.
Me dio clases el maestro [José] Chávez Morado, un excelente maestro, era muy trabajador, hizo mucha obra. Fui su ayudante cuando decoró, por fuera y por dentro, todo el edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, ahí le ayudé un poco pero más le ayudé en las obras que hizo en la Ciudad Universitaria. Pude haber seguido de ayudante de él pero me fui sintiendo más capaz y dije voy a aprender pero no es mi obra, y me despedí de él.
Después de terminar la escuela, junto con un condiscípulo, Miguel Miramontes, fuimos contratados para hacer un mural, cobramos ocho mil pesos, cantidad que nos repartimos en partes iguales.
Después, él y otros compañeros me involucraron para que me fuera con ellos a su estudio y ayudara a pagar la renta, era un estudio muy bonito que estaba en un edificio en Reforma, estuve un tiempo ahí pero todos agarraron trabajo menos yo.
Me salí de aquel lugar dispuesto a ver qué había en otros lados y entonces decidí voy a ir a Veracruz, a ver si consigo otra beca pero ya para el extranjero.
Fui muy feliz esos cinco años, tuve dos satisfacciones: tener el primer lugar en aprovechamiento en la carrera y estar enamorado.

Andar a ciegas

Andar así es andar a ciegas,
andar inmóvil en el aire inmóvil
(El Tajín. Efraín Huerta)

En México vi al gobernador Ángel Carvajal, le dije que quería que me apoyara y me dijo veme allá en Xalapa, vine a verlo y no me recibió. Vi a algunos amigos y conocí a unos señores de Poza Rica que me pidieron un dibujo para hacer un cartel para inaugurar la primera cancha de basquetbol de Poza Rica. Hicieron el cartel con el dibujo que hice, un dibujo muy bonito, se inauguró ese edificio y me dijeron:
—Vamos a Poza Rica, está muy bien económicamente
—Pues vamos a ver
Me fui y llegando fui a conocer al ingeniero Jaime J. Merino, que era superintendente de Petróleos [Mexicanos] y me recibió muy bien, me dio una plaza luego luego, estuve trabajando ahí y empecé a hacer mi obra poco a poco.
Hacía carros alegóricos, ilustraciones, había mucho trabajo pero eran puras chambas. A los cinco años conocí a mi mujer, tuvimos un noviazgo corto y como a los ocho meses nos casamos. Yo tendría 23 o 24 años y ella 18 o 19, y hasta la fecha estamos juntos.
Nos fue muy bien, tuvimos cuatro hijos seguidos. Yo me dediqué a trabajar y estaba bien pero un día los artistas compañeros míos venían de Estados Unidos, pasaron por Poza Rica, se acordaron de mí, me buscaron y me localizaron. Me platicaron que venían de Estados Unidos y que les había ido muy bien, me dieron envidia y me revivió la idea de ser pintor.
Se fueron y me quedé con la duda de si seguir ahí o salirme, un día me visitó un paisano que trabajaba aquí que se llama Carlos Juan Islas, tuvo muy buenos puestos en la Universidad [Veracruzana], cada rato me decía vamos a Xalapa y en esa ocasión le dije:
—Oye, ¿qué hay allá?
—Lo que quieras, puedes ser director de una escuela o lo que sea
—Pues me voy

Sueño de albor y azahar

Me vine y empecé como director del Taller de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Estuve de director cuatro años, después se vino una huelga y cerraron dos años. Hice unos murales en la CNC y anduve pintando por Coatepec, Xico, Teocelo, todos los pueblos cerca de aquí de Xalapa, yo aproveché mi tiempo. Durante un año me pagaron mi sueldo en la Universidad hasta que me dijeron que ya se había acabado.
De aquí me fui a trabajar a Coatepec, a una escuela de pintura del INMECAFÉ. Era muy buena escuela, el director era un doctor, era muy exigente pero yo cumplía con mi trabajo. Una vez vino un presidente de la república que había sido mi jefe allá en México, don Luis Echeverría, visitó la escuela, me vio y me dijo:
—¿Qué haces?
—Estoy trabajando aquí
—Qué bueno que estés haciendo lo que te gusta
Eso le cayó mal al director y voy para afuera (risas). Ha sido un poco difícil la vida pero, bueno.
De ahí me fui a pintar una escuela a Orizaba, después pinté en Córdoba, anduve recorriendo todo eso hasta que un día le dije a mi mujer:
—¿Sabes qué?, me voy a Papantla, aquí ya recorrí todo, ¿cómo andas de dinero?
—Calculo que tengo para seis meses
—Pues te quedas con chamacos para que sigan en la escuela y yo me voy para ver qué encuentro

Entre el perfume del mundo

Me fui a Papantla y empecé a pintar un mural. Allá estaba un señor que había sido mi alumno aquí nada más que yo no sabía que era un hombre rico de Papantla, por su modo de ser, siempre andaba descalzo y casi sin camisa pero tenía un carrazo tremendo. Me fue a visitar a donde yo estaba pintando y me dijo:
-Maestro, vengo a verlo por lo siguiente, esa casa que ve ahí enfrente es mía, se la vengo a ofrecer por si quiere establecer hacer algo ahí.
Fuimos a verla, era muy grande y le dije:
—¿Cómo ve?, ¿hacemos una escuela?
—Lo que usted quiera
Y fundamos una escuela, trabajamos con éxito creo que tres o cuatro años hasta que un día fue para allá el gobernador Hernández Ochoa, ya lo conocía porque él inauguró el mural que hice en el Palacio [Municipal] de aquí de Xalapa que después quitaron. Me vio y me dijo:
—¿Qué andas haciendo acá
—Pues me vine porque allá se acabó el trabajo
—¿Y dónde estás?
—Allá
—Vamos a ver… ¿De quién es esta casa?
—Es de un amigo y me la presta
—¿No quieres fundar una escuela aquí?
—Sí
—Pues mira, yo te voy apoyar, te voy dar los maestros y tú busca un lugar
—Bueno
Y llamó al mismo que me corrió de Coatepec (risas), no me acuerdo cómo se llamaba, ya murió. Por cierto, después me quiso mucho.
Conseguí el terreno con el presidente municipal y construí la escuela, es un edificio muy grande, tiene tres pisos, un patio, teatro y todo eso. La inauguró el difunto Fernando Gutiérrez Barrios, fue a inaugurar el Volador que hice allá y luego fue a la escuela. Fue una cosa muy bella, hice dos exposiciones, una arriba y otra abajo. Él estaba contentísimo así que me hizo el honor de darme el último faltante de dinero, eran 40 o 60 mil pesos.
Después compré otro edificio y ahí estuvo hasta que tuve la idea de hacer un museo. El gobernador Fidel Herrera Beltrán me ayudó a conseguir el apoyo de Petróleos Mexicanos. El museo se llama Teodoro Cano, es muy chiquito porque no alcanzaba para mucho, en la parte de enfrente está el museo, en la parte de abajo, galerías de arte y enfrente un teatrito muy modesto pero muy bien hecho porque lo hizo una compañía. Lo fue a inaugurar el gobernador Fidel Herrera Beltrán, fue una inauguración muy bonita.
Después pensé en un terreno muy grande está que enfrente del museo, es un terrenazo bellísimo nada más que querían 3 millones de pesos, era bastante dinero, sin embargo pensé que alguien me iba ayudar pero no.
Siguió pasando el tiempo, cumplí 36 años con la escuela y empezaron las dificultades porque la Universidad quiso hacerla una escuela formal. Ya no era lo mismo, no me gustó y antes de que se hicieran más complicadas las cosas, renuncié después de 36 años de trabajo, de eso hace como seis o siete años (risas).
La escuela me sirvió de contacto con muchos gobernadores, ministros, presidentes y, desde luego, para mi vida personal fue aval que me siguió a donde iba a pintar.

El tercer madero

Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
(Jorge Luis Borges)

Don Francisco Ortiz Yorio era un señor muy visionario, cuando fue presidente municipal de Tihuatlán me llamó y me pidió un Cristo. Es la escultura más grande que he hecho, mide 29 metros. Después pinté el Palacio Municipal y pinté un edificio que hicieron para la atención a los niños, hice la fachada del cementerio, hice una cruz como de 12 metros y pinté la nave. No me faltó trabajo con él, lo que yo quería, se hacía, terminamos porque terminó su gobierno, era muy buena persona.
Me prestó un edificio que tenía enfrente de la escuela de Papantla e hicimos ahí un museo muy bonito. Ahí se quedaron todas las piezas que construí, en un momento le dije:
—Vamos a hace una cosa, deme un millón de pesos por todo lo que he hecho y ahí muere
—¿Es todo?
—Sí
—Bueno, de ese millón le voy a descontar 400 mil pesos por la renta y los gastos que he hecho
Si hubiera sabido, le hubiera pedido más (risas) pero bueno, 600 mil pesos fueron muy buenos.

Al este del sol

Aquí en Xalapa conocí a un señor de Japón y me invitó a ir allá, me fui con él y estuvimos casi un mes viajando por toda la isla. Después fui como invitado de una escuela del sur y estuve allá como ocho días, invitado como maestro y como jurado. Di una plática y en la entrega de premios, yo los di. Por cierto, hay una anécdota: un miembro de ahí, que era francés o italiano, decía que por qué yo hacía todo, que qué méritos tenía. El mérito era que estaba allí un mexicano de aquí de Xalapa, lo conocí cuando se fue y él era el anfitrión.
Fui a ese viaje sin gastos, nada más me dieron mi boleto, llevé a mi mujer y mi gasto fue el doble, cuando me ya me iba a regresar llegó el paisano y me dijo:
—Maestro, se va mañana, vengo a liquidar cuentas, la casa le da este cheque
—No, quedamos en solamente me iban a dar el boleto
—Tómelo, se lo da la escuela
Y me dio un cheque por trescientos mil dólares, ni hablar, lo agarré.
Fue un viaje muy corto y no pude salir a pasear pero fue muy bonito porque dentro de la escuela se hicieron muchas actividades.

La piel de los silencios

Todo aquí tiene la piel
de los silencios
(El Tajín. Efraín Huerta)

Cuando me pidieron el mural de Papantla era para pintura pero pensé hacerlo en relieve y casi por accidente descubrí esa técnica. Primero trazo todo y de ahí ya voy haciendo mis formas con varilla, igual que si fuera una casa, y una vez que está hecha la armazón, se cubre con tela de mosquitero, luego se va metiendo el concreto y después se va trabajando forma por forma hasta terminar.
Primero hice una escultura pequeña y pensé, si se sigue la obra, voy a seguir con el relieve, y después de varios intentos me dieron la obra. Tardamos un año en hacer el mural completo y cuando terminamos la obra le pagaron a todos los ayudantes, luego fui a cobrarle lo mío al presidente municipal y me dijo:
—Oiga, pero yo ya pagué
—Pagó a los ayudantes pero a mí no
—No, pues ya no tengo dinero, ya me voy
—¿Y ahora?
—Ahora, pues a ver cómo le hace.
Yo estaba bien relacionado acá, me vine y vi al presidente de la Legislatura, era el licenciado Carlos Domínguez Milián, y le dije:
—Señor, acabo de hacer una obra en Papantla y después de un año de trabajo, ya le pagaron a todos mis ayudantes pero yo quiero mi parte y dice el señor que ya no tiene
—¿Quién es el presidente?
—Es el señor fulano de tal
Le llamó y le dijo:
—Señor Presidente, aquí está el maestro Cano, dice que no le ha pagado, me dice que son cien mil pesos, por favor entrégueselos
—Cómo no —(risas)
Así han sido las cosas, siempre he tenido mala suerte porque casi nunca pido dinero, casi siempre me espero al último para cobrar todo junto y siempre sucede lo mismo, ni modo, así soy yo, no me gusta molestar a la gente.

Desde el vientre de la tierra

Kixakgatlilh mintankgaxekg,
kakilhmilh kxpulakni tiyat,
kakilhmilh minakú.
Háblame desde la raíz,
desde el vientre de la tierra
desde el corazón.
(Manuel Espinosa Sainos)

Yo me crié en Papantla, por eso casi todas mis obras se basan en la cultura totonaca: los bailes, las cosas chispeantes, el amor de los totonacos, sus reuniones de los domingos en el parque. Yo tenía mucho que dar y lo pinté en la medida que pude, en mis ratos libres hacía cuadros con escenas totonacas y casi en todos los murales también puse a las familias totonacas.
Conocí al ingeniero Gustavo Nachón cuando era Secretario Comunicaciones y Obras Públicas y me dijo:
—Mire, va a hacer un mural aquí
—¿Qué va a ser?
—Un Centro de Especialidades Médicas
Eran tres tramos grandes, uno como de 10 metros, otro como de 20 y otro como de ocho. Como todo, lo hice con una secuencia lógica: en una esquina puse la medicina prehispánica, en el centro puse unas manos y una familia, y al último la medicina moderna. No me acuerdo si me revisaron el proyecto o no, yo lo hice.

Las huellas del huarache

Wa kaktli
lakgapasa kintatlaw (…)
Lichiwinakgoy
xtantun
lantla talhtsi kchalh,
nimá pulhlkgolh
chu xanakgolh,
nimá xnekgkgholh
xlakata nikwenta ktlawakgolh.
El huarache
conoce mis pasos (…)
Sus huellas hablan
de las semillas que sembré,
las que germinaron
y tuvieron flor,
las que se secaron
porque las desatendí.
(Manuel Espinosa Sainos)

Tuve amistad con gobernadores, rectores, funcionarios, hice bastantes relaciones y las aproveché magníficamente. Pinté mucho, tanto en Xalapa como en Xico, Teocelo, Tuxpan, Coatzintla, Coatepec, Cardel, Úrsulo Galván, Córdoba, Tlacotalpan, San Andrés Tuxtla, trabajé en muchos lugares y en todos dejé parte de la vida.
Hace unos años hice una exposición muy grande en la Pinacoteca Diego Rivera y tuvo mucho éxito. Ahora me han invitado a hacer exposiciones pero ya no pinto.
Mi inquietud por la pintura siempre fue muy grande, todavía sueño con ser pintor pero ya no puedo, ahorita estoy como cuando estaba de 15 años, entonces no podía porque no tenía los medios, hoy tengo todo, pero ya no tengo salud.
Esa ha sido, más o menos, mi vida.

 

 

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