Luego del estupor y el miedo vivido tras la masacre de Minatitlán, en la que trece personas perdieron la vida, la visita del Presidente López Obrador representaba para muchos veracruzanos la esperanza de que se tomaran decisiones de fondo, que se anunciaran medidas que apaciguara el voraz incendio de violencia que vive Veracruz.
Pero falló el pronóstico. Nuevamente fue un catálogo de ocurrencias y lugares comunes para disfrazar la realidad y evadir su responsabilidad.
La desdicha de Minatitlán dejó varias enseñanzas. Tal vez la más preocupante es la polarización ante la barbarie; lo que antes era un concierto de voces en contra de los delincuentes y de exigencia de justicia al gobierno en turno, hoy se ha convertido en un carnaval de culpas que nada resuelve. Achacar responsabilidad a los gobiernos anteriores –aún en la parte de verdad que lo sostiene- no está evitando que las muertes se sigan contando por miles en el país.
Durante su visita a Veracruz, López Obrador tuvo que cambiar el guión que tenía programado y debió tejer una nueva historia, con la misma retórica, para contar la tragedia de Minatitlán. Las frases ahí quedan:
En el evento, el presidente elogió al gobernador de Veracruz Cuitláhuac García, y dijo: “es un gobernador inteligente, con convicciones y sobe todo honesto, un hombre bueno, no de malas entrañas y eso importa mucho para garantizar la paz y la tranquilizar a mis paisanos veracruzanos”.
Hasta ahora, nadie ha acusado al mandatario estatal de corrupto o criminal. En todo caso, lo han señalado de lo mismo que observa López Obrador: de no tener capacidad para gobernar un estado como Veracruz y de no contar con la autoridad y el liderazgo para atender los problemas de inseguridad. Esta parte se infiere a partir de que ha sido el propio Presidente quien lo tiene que rescatar de una crisis cada que viene al estado. Ayer ni siquiera lo dejó hablar.
Refirió también que Cuitláhuac está siendo sometido a fuertes presiones de la “maleantada política” de Veracruz, pero no está solo. “Tiene el apoyo del pueblo y del gobierno federal, para que le vayan midiendo”, dijo López Obrador.
De poco nos sirve a los veracruzanos que el Gobernador tenga “el apoyo absoluto” del gobierno federal si no sabe qué hacer con él, si no participa de las reuniones de seguridad a las que sólo asiste en espíritu. Además, el apoyo del pueblo, es algo difícil de creer a estas alturas.
Todos los gobernadores, sin excepción, han recibido las presiones de las “maleantadas políticas”, como parte del ejercicio perverso del poder. Sin embargo, nadie había salido tan mal parado como el actual gobernador, quien sigue preso de una Fiscalía estatal al servicio del ex gobernador, de un Poder Judicial donde ni siquiera puede nombrar nuevos magistrados, y de un Congreso donde a las tribus morenistas les importa muy pocos los apremios del mandatario estatal.
El presidente también aseguró que en un plazo de 6 meses mejorarán las condiciones de seguridad en el país, una vez que empiecen a operar los programas sociales para beneficiar a la ciudadanía, comience a funcionar la Guardia Nacional y que se desarticulen los gobiernos corruptos que aún permanecen en el país. Curioso que sea el mismo plazo que se dio el ex gobernador Miguel Ángel Yunes; al final, los extremos se juntan.
Pero también destacó lo que no se dijo:
El Gobernador Cuitláhuac García, a diferencia de otros funcionarios que participan en las conferencias de prensa presidenciales, fue un espectador más. No tuvo respuesta a la preocupación de los veracruzanos, acaso sólo una sonrisa a los esforzados elogios de López Obrador. Su falta de autoridad, la ausencia de mensaje, su silencio impuesto confirmó que no es él quien gobierna en Veracruz, sino que es el gobierno federal a la distancia, a la lejana distancia.
También hubo silencio para las familias de las víctimas. Ni el gobierno federal ni el del estado tuvieron el humanismo de la solidaridad, de la condolencia, del compromiso de hacer justicia y reparar el daño, si es que esto es posible en alguna forma. La oferta de esclarecer el caso se desvanece en el conflicto inútil y perverso entre el gobierno y la fiscalía estatal, hoy involucrando al propio Presidente como protagonista.
No se dijo tampoco cuál es la estrategia que se seguirá en Veracruz: cuándo llegará la Guardia Nacional, con cuántos elementos, a qué regiones; tampoco se dijo si la Fiscalía General de la República podría atraer el caso de Minatitlán ante la evidente y justificada sospecha que pesa sobre el Fiscal del Estado. Y peor aún: no hubo una sola mención para condenar a los responsables del multihomicidio.
Otra vez, en la narrativa oficial, las palabras dijeron muy poco y los silencios fueron contundentes.
Las del estribo…
- Ayer, durante la emisión de Aguanten Vara, salió a relucir un dato interesante: que la empresa “Coronado” buscó establecerse en la entidad, pero ante la falta de facilidades y el cobro del “moche”, tuvieron que buscar nuevos horizontes. La versión corre entre empresarios locales, quienes tampoco ven la suya con el actual Secretario de Desarrollo Económico.
- Para no desentonar, el presidente municipal de Xalapa le dio la espalda a sus propios dirigentes. Desde Xalapa –no fue invitado a la conferencia del Presidente- dijo que él no garantiza que en seis meses disminuya la inseguridad en la ciudad, como se comprometió el Presidente López Obrador. Esta vez, sus argumentos y la evidencia de los hechos, le conceden razón, pese a la molestia de los pejefans.