El sábado 6 de abril se realizó el Tercer Foro de Periodismo Cultural, Juan José González Mejía participó —junto con Alejandra Serrano, crítica de teatro, y Jorge Vázquez Pacheco, crítico de música— en la mesa Géneros periodísticos en la hiperespecialización del periodismo cultural. En la ponencia Ver cine fijó su concepción del séptimo arte y el papel de la crítica en torno al mismo. Se la solicité para cerrar con ella esta semana dedicada al cine y, especialmente, a su oficio como crítico, docente y, sobre todo, amante del arte de la pantalla grande.

Ver cine

Por Juan José González Mejía

I

Le he escuchado decir a muchas personas, a través de los años, que el cine es un estupendo pasatiempo para no enfrentarse a la soledad.

La soledad es el elemento social más palpable de nuestros días saturados de tecnologías como la Internet, el iPod, el iPhone que, paradójicamente, en vez de alentar la expansión de la comunicación —que la consiguen de fehaciente manera— han propiciado que la mayoría de los usuarios están aislados del contacto de sus congéneres.

¿Cuántas personas no tienen en la sala de un cine su única abstracción? ¿Qué tiene el cine que aún seduce a almas solitarias? Tal vez el inmenso manto de la oscuridad de la sala cobije, cálidamente, al espectador para depositarlo en un ameno anonimato por dos horas para trasladarlo a un mundo donde otros mundos sean posibles. Porque el cine es como una cápsula del tiempo que nos traslada a espacios nunca antes vistos, a mundos a los cuales en esta vida llegaremos solo mediante sueños o versiones propuestas por el cine y la literatura.
Las almas solitarias van al cine no para ver: van a padecer el dulce yugo del entretenimiento. Se dejan masacrar, descuartizar y acariciar por las películas que, desde el esplendor del cine como espectáculo, son tratados como víctimas a sabiendas que son los dioses de las palomitas y del refresco en vaso desechable. Al entrar al cine entras en el cine, es decir, a la irrealidad. El escritor Juan García Ponce decía que «acaso, la ficción sea nuestra única realidad».
El cine le da a las almas solitarias la compañía de Chaplin, de John Williams, de Kaurismäki, de Brad Pitt, de Wenders, de Scorsese , y de todos aquellos que en un filme dejaron la magia, la fantasía y la elucubración con los cuales los cinco sentidos viajaron por mundos imposibles que, tanto solo allí (en una sala de cine), son factibles.
El cine es magia, es tiempo congelado, capa de Hildebrando. Es fuego literario, vino embriagador, oscuridad luminosa. El cine es la manera humana de la eternidad. El cine es tela y rayo láser, penumbra de Eros y vientre de geografías impronunciables. Por el cine sabemos que la vida no alcanza en esta vida. El cine nos lleva de la lágrima a la risa, del inmoral pensamiento a lo puro absorto. El cine es fantasía, realidad, espejo, voz de buitre y canto de cisne. El cine es traslado a mundos de imposible acceso, a vidas de héroes que nos mintieron y están a revisión. Con el cine hacemos una rutina, un catálogo de quehaceres donde el invento de los Lumiere nos acompaña y, muchas de las veces, es nuestra agenda principal. El cine es complemento, alimento, divertimento. El cine es un abrazo cálido entre palomitas, refrescos y, de vez, en vez, la vibración de nuestro celular.

Al cine uno llega desarmado, indefenso a ser invadido por imágenes que penetran en la sangre, en la médula, y estallan en la retina para reinstalarnos su reino inamovible: la ficción.

El cine es amo del ojo. El cine es pasión, visión, cosmovisión. Con el cine comprobamos que el mundo es breve, con barrios universales donde hay rostros conocidos, historias que nos atañen.

El cine es refugio de solitarios, idioma de apartados, dialecto de eruditos cuyas miradas son grises, vacías. No hay espacio de odio para el cine: el cine es alegría.

El cine cabe en tu casa, en una laptop o una pantalla de 50 metros, aunque el espacio propicio del cine es la memoria. El cine es conocimiento, valor moral y ético.

Nada se parece al cine, porque el cine es único y para cada quien. El cine es aprendizaje y denuncia, es belleza y batahola de sórdidas preguntas.

El cine es caníbal: come de las demás artes para ofrecernos un platillo suculento de magia, de música, de cielos, de montañas, de senderos, de ríos, de noches, de olores a hierba y países remotos…

II

Cuando vemos una película, ¿cómo la vemos, qué aspectos se aprecian de ella? Quien vea un filme puede tener —y aportar— una opinión sobre la misma. El cine es el arte más joven (rebasa apenas los cien años), el más caro en su elaboración y el que más puntos de vista genera.

Por ejemplo, cómo enfrentar, en su momento, a una cinta definitoria como Matrix, la obra fílmica que ha revolucionado el concepto visual del cine contemporáneo. (El escritor argentino Jorge Luis Borges en 1967, al analizar la Metáfora en una conferencia en Harvard, se anticipó al espíritu de Matrix: …en estos versos: «Desearía ser la noche para mirar tu sueño con mil ojos, percibimos la ternura del amante; sentimos que su deseo es capaz de ver al amante desde muchos puntos de vista a la vez». Y en eso se basa la cinta actuada por Keanu Reeves: la imagen captada al unísono por varias cámaras.

De hecho, cada espectador es un crítico. Pero, ¿qué es la crítica? ¿En qué consiste? La mayor parte de la crítica, desde Aristóteles hasta John Dryden, es una teoría de la literatura. Quien lea Poética de Aristóteles quizá espere un análisis de la tragedia griega y no la formulación de ciertos principios: el arte como imitación, trama como alma, el héroe trágico en una posición intermedia entre la bondad perfecta y la perversión absoluta. Con ello, el filósofo griego estaba estableciendo categorías y distinciones: la trama simple contra la compleja, las variedades del reconocimiento. Aunque no explicaba un texto ni exploraba sus niveles de significado.

En De lo sublime, Longino analizó uno de los poemas de Safo, pero el hálito fue legislativo: cómo lograr lo sublime, cómo no alcanzarlo, cuáles elementos de lo sublime pueden aprenderse, cuáles elementos son innatos. (En El arte poético, Horacio también ignora la crítica práctica).

La crítica descriptiva, la cual está basada en el análisis de una obra literaria es relativamente nueva, empezó en 1688 con Un ensayo de dramática del antes citado Dryden. El tipo de crítico al que la mayoría de nosotros estamos acostumbrados (que examina un texto línea por línea) empezó con John Crowe Ransom y Robert Penn, quienes enfocaban casi exclusivamente la obra, ignorando el entorno histórico y la biografía del autor.

Las primeras críticas de cine también eran teóricas y reflejaban las premisas básicas de la crítica literaria. Se ha dicho que la crítica de cine se fundamenta en el análisis y rigor literarios. No en balde los mejores críticos cinematográficos son también escritores.
En la crítica existe algo más que la expresión de opiniones. Dwight McDonald, quien se dedicó cuarenta años a ejercer la crítica cinematográfica, resume la función de un crítico: 1) juzgar la calidad del filme, 2) probar la calidad del filme, (aunque el crítico mexicano Jorge Ayala Blanco habla de «desmontar» un filme), y 3) comparar el filme con otro, dándole su lugar en la historia del cine.

Si la filosofía empieza con el asombro, como afirmaba Platón, también sucede así con la crítica cinematográfica (con un sentido de sorpresa de que las imágenes se puedan mover y el deseo de explicar cómo y por qué pueden ser una obra de arte esas imágenes en movimiento).

Cada espectador de cine tiene una versión heterogénea de la película vista. Oscila desde la general hasta la específica. Cada quien es portador de una opinión. Criticar no es opinar, es analizar —con juicios estéticos— el filme. Alarma leer en los diarios o revistas especializadas algunas «críticas» de películas cuando en realidad son solo reseñas anémicas, inexactas e incompletas.

Hacer crítica de cine es, antes que nada, un ejercicio de escritura donde la capacidad como espectador cabe en estos versos de Fernando Pessoa: «Lo esencial es saber ver,/ saber ver cuando se ve,/ y no pensar cuando se ve/ ni ver cuando se piensa». Porque el cine es una ecuación: intelecto y corazón…

Termino con una palabras de quien a mi juicio ha sido mejor crítico de cine en la historia: la estadounidense Pauline Kael: «El crítico de cine no necesita ser un teórico, pero sí es necesario que sepa cómo utilizar las palabras. El papel del crítico es ayudar a la gente a ver lo que está en la obra, lo que no debería estar, lo que no está y lo que podría estar. Se es un buen crítico si se ayuda a la gente a entender más acerca de la obra de lo que por ellos mismos pueden ver; se es un gran crítico si por medio de su entendimiento y sentir por la obra, por su pasión, se puede motivar a la gente de tal forma que ésta quiera experimentar más del arte que se encuentra ahí, esperando ser considerado. No se es un crítico malo, necesariamente, si se cometen errores en la apreciación: el gusto infalible resulta inconcebible, ¿con qué se podría medir? Se es un mal crítico cuando no se puede despertar la curiosidad, aumentar el interés y la comprensión de los espectadores. El arte del crítico, y no solo de cine, creo yo, consiste en transmitir sus conocimientos y su entusiasmo por el arte hacia los otros».

PRIMERA PARTE: El cine, una forma de percibir el mundo
SEGUNDA PARTE: El cine, la memoria humana de la eternidad

 

 

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN INSTAGRAM        CONTACTO EN TWITTER