Para nadie son un secreto las adversas condiciones que enfrentan los elementos de las corporaciones policiales veracruzanas.

Mal pagados; con jornadas laborales casi inhumanas por extenuantes; con armamento y equipo rebasado por la delincuencia, los policías veracruzanos pasan las de Caín.

De forma reciente platiqué con un elemento de la llamada Fuerza Civil, que pertenece a la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno de Veracruz. Llegó a Xalapa proveniente del sur del estado, con la intención de presentar su baja de la corporación.

Su nombre no viene al caso; de hecho, prefirió ocultarlo por temor a represalias. Dice que decidió dejar el trabajo policial debido a que no existen las mínimas condiciones de seguridad.

El panorama que plantea en cuanto a la manera en que los mandos llevan la corporación es preocupante, por decir lo menos.

Narra que cuando se enlistó para ingresar a la policía estatal recibió un curso de capacitación, placa o identificación, arma y “plato”; así le llama a la placa metálica del chaleco antibalas.

Asegura que no recibió uniforme, lo tuvo que comprar, ni chaleco para la “placa”. El problema, agrega a quien vamos a ubicar como Gabriel “N”, es que los chalecos antibalas han caducado en su gran mayoría y, por tanto, no sirven de protección, sino de peso adicional.

Decidió dejar a la SSP de Veracruz porque les redujeron el salario; durante el anterior gobierno, los elementos de la corporación recibieron un pequeño incremento; al iniciar la presente administración tuvieron otro aumento, pero de golpe les bajaron para quedar peor que antes.

Agrega que pasan días enteros en la patrulla, que termina por convertirse en su casa; ahí mal comen y medio duermen; por eso, sostiene, no son raros los casos de elementos que caen de las unidades en marcha, debido a que el sueño les vence.

Los policías estatales, además, pagan por sus comidas en horas de servicio; la dependencia los alimenta cuando se encuentran en base, pero cuando están en servicio deben cubrir sus propios gastos.

Incluso, los policías en ocasiones deben cooperar para pagar la gasolina, dado que la Secretaría sólo les asigna, para el patrullaje, 20 litros de combustible por unidad.

Platica que la gota que derramó el vaso cayó cuando se vio obligado por las circunstancias a participar en un enfrentamiento; logró abatir a un delincuente y cuando llegó a su base de operación sus superiores le indicaron que le aplicarían un descuento de su pago por las balas que tuvo que disparar.

Sostiene también que sólo durante una semana, diez elementos adscritos al sur de Veracruz se trasladaron a Xalapa para causar baja de la corporación; no hay garantías y, por si fuera poco, son enviados a enfrentar a delincuentes que tienen mayor poder de fuego.

Basta decir que cada vez son más frecuentes los hechos violentos y los enfrentamientos entre policías y delincuentes; el caso más reciente se registró hace un par de semanas, cerca de Tierra Blanca, con saldo de un elemento asesinado y una patrulla incendiada.

Así las cosas, el peor escenario posible para la SSP de Veracruz es el éxodo de policías, las renuncias en cascada debido a las condiciones adversas que enfrentan; a los bajos salarios; y al elevado riesgo de muerte en enfrentamientos con la delincuencia. @luisromero85