En la entrega pasada comenté que, aunque en años diferentes, el 22 de marzo fallecieron dos luminarias de la música cubana: Israel López«Cachao», en 2008, y Bebo Valdés, en 2013. Ambos nacieron en 1918, ambos salieron de la isla tras el triunfo de la Revolución, ambos permanecieron durante décadas en el olvido, ambos resurgieron y refulgieron mundialmente en los últimos años de su vida. Aquella entrega estuvo dedicada a recordar a Cachao, hoy toca su turno a Bebo.
«Para llegar a tocar con él, a los 15 o 16 años, en la orquesta, él me enseñaba la música cubana en la casa (…). Me enseñaba a tocar los bajos y él hacía los tumbaos; y después invertía, y yo hacía los tumbaos y él los bajos. Entonces ya era maestro, padre y amigo», comenta Chucho Valdés en una conversación que sostuvo con Rafa G. Escalona sobre su padre.
«Fue uno de los artífices del movimiento del filin —afirma más adelante—; en sus primeras etapas él fue arreglista de todos ellos. Yo vi a José Antonio Mendez [sic], a Portillo de la Luz, vi a todo el mundo —a Osvaldo Farrés, al mismo Arsenio Rodríguez, a Lecuona, a todos esos grandes— que se reunían en la casa, a comentar. Él le hacía los arreglos a José Antonio, las partes de piano. La casa era como un centro musical, siendo yo un niño muy pequeño. Era impresionante ver a José Antonio cuando estrenó Novia mía, decirle a mi papá: ‹Mira lo que compuse ayer›. El primer arreglo de Contigo en la distancia lo hizo Bebo. Se lo hizo a una cantante cubana muy famosa que se llamaba Olga Guillot».
Ramón Emilio Valdés Amaro, «Bebo», nació 9 de octubre de 1918 en Quivicán, Cuba. A los siete años se inició en el piano, simultáneamente cantaba y tocaba las maracas. A los 18 años continuó sus estudios en La Habana donde inició su carrera, en los años cuarenta, en salones de baile y fiestas. Entre 1948 y 1957 se desempeñó como pianista y arreglista de la orquesta de Armando Romeu en el famoso cabaret Tropicana. Paralelamente formó su propia orquesta, Sabor de Cuba. Eran años de gran efervescencia musical en la isla, grandes jazzistas estadounidenses llegaban a compartir jam sessions con los músicos locales, muchas de ellas que eran comandadas por el percusionista Guillermo Barreto, Bebo participaba asiduamente en esos encuentros.
«En medio de aquel hervidero —informa Mauricio Vicent en su columna de El País—, el 8 de junio de 1952, con una banda de veinte músicos dio a conocer en los estudios de RHC Cadena Azul su nuevo ritmo, la batanga. Entre los tres cantantes que integraban aquella orquesta estaba el gran Benny Moré».
A finales de los cincuenta, se trasladó a México contratado por Hispavox para hacer los arreglos de los cantantes chilenos Monna Bell y Lucho Gatica. En 1960, la misma compañía lo envió a tocar en un festival de Madrid. De ahí se trasladó a Helsinki, donde conoció a su esposa y se asentó en 1962. Consiguió trabajo como pianista en un hotel y permaneció prácticamente en el anonimato durante tres décadas.
Sobre esa etapa, le comentó a Sergio Burstein en una conversación publicada en Manganzón: «Tocaba en un bar donde lo que les interesaba era la música internacional, americana y europea. Es que tuve que cambiar [de estilo] para mantener a mi familia», sin embargo, continúa: «Nunca me retiré; no salía a tocar, pero seguía escribiendo música y arreglos. Cuando hago mis composiciones, las hago porque me gustan; si no las uso yo, quedarán para mis hijos».
En 1994, cuando más olvidado estaba, Paquito D´Rivera lo invitó a grabar un disco con temas clásicos de la música cubana y alguna de la música que Bebo, como comentó arriba, había estado componiendo. En la misma entrevista lo recuerda: «Paquito tenía las ideas, pero no los arreglos; el problema es que tuve que hacer todo para ese disco en 36 horas, y eso fue lo que me llevó a negarme al inicio, porque era muy duro. Hacía 34 años que no grababa, porque acá en Suiza no se me presentaba esa clase de ofertas; yo era un desconocido». Bebo Rides Again se llamó ese álbum que volvió a poner al pianista en la mira internacional, pero el retorno definitivo a la fama llegó en el año 2000, cuando Fernando Trueba lo invitó a participar en su documental Calle 54. Ahí se reencontró con su hijo Chucho y con dos viejos amigos y cómplices musicales: Israel López «Cachao» y Patato Valdés, con estos dos últimos grabó El arte del sabor, disco que obtuvo el Grammy al mejor álbum tropical tradicional, en 2001.
En 2003 pegó otro salto a las alturas con el álbum cubano-gitano Lágrimas negras, grabado con Diego el Cigala, con él obtuvo otro Grammy y tres discos de platino en España. Al año siguiente, nuevamente de la mano de Trueba volvió a la pantalla grande, protagonizó El milagro de Candeal, un documental grabado con Carlinhos Brown en la favela homónima de Salvador de Bahía.
En el 2009 grabó con su hijo Chucho el último de sus discos y el único que hicieron juntos: Juntos para siempre. Además de obtener el Grammy Latino al mejor álbum de jazz, ese título fue dedicado a todos sus seguidores porque, pese a que se retiró del mundo el 22 de marzo de 2013, Bebo Valdés y nosotros seguiremos juntos para siempre.
¿A dónde fueron tus manos?,
¿a dónde tus dedos, Bebo?,
¿habitan un mundo nuevo
donde florecen los pianos?
Como todos los humanos
fuiste fugaz caminante;
viviste sólo un instante
mas tu música es eterna
y será nuestra lucerna.
¡Hasta siempre, musicante!
VER TAMBIÉN:Cachao, el rey del mambo y la descarga
https://youtu.be/Hzr2eMwUp-0
https://youtu.be/4XN_W061DFs
CONTACTO EN FACEBOOK CONTACTO EN G+ CONTACTO EN TWITTER