La sociedad de científicos anónimos, fundada por Natalia Jardón y Andrés Cota Hiriart, en el 2016, organiza eventos mensuales-en bares, centros culturales y cines de la Ciudad de México- en los que se promueve un diálogo horizontal focalizado en temas científicos o tecnológicos que resultan de interés social. La intención de los encuentros -nos dicen- es propiciar un debate entretenido e inclusivo en donde la voz primordial sea la del público.

Realiza esta sociedad de científicos anónimos, publicaciones de ensayos desde diversas trincheras; como la filosofía, literatura, biología, astrofísica, antropología, entre otros. Ahí se da cuenta de las maravillas científicas que el hombre ha ido descubriendo en su tenacidad por descubrirse y entenderse.  El porqué de la existencia, de la vida y de la creación, de éste y otros mundos, los macro y micromundos. La forma de permanecer de una u otra forma en la historia de la evolución, en el pasado, presente y devenir del ser humano y el universo.

He encontrado en este libro, la riqueza del hombre mismo, transformado en la ciencia. El virtuosismo de la perseverancia, a pesar de lo que se vive en estos tiempos, sobre todo en México, existen personas que abren un oasis al pensamiento, a la reflexión, al entendimiento, porqué somos, lo que somos. La maravilla de la ciencia rinde tributo en La sociedad de los científicos anónimos, que es de todos, pero que fundaron atinadamente Andrés Cota y Natalia Jardón.

Transcribo el resumen de uno de los fabulosos textos, éste, del Biólogo y Maestro en Ciencias, Víctor Rogelio Hernández Marroquín,  por la importancia que ello representa para la sociedad, el hombre y su existencia. Los conocimientos de los científicos nos iluminan la imaginación creativa, demostrándonos y otorgándonos entusiasmo, motivando el ingenio y el talento, que con agudeza, en los artículos de esta edición, nos comparten sus autores.

La persistencia de la tolerancia

Lácteos, evolución e intestinos inflamados

Los síntomas de la intolerancia a la glucosa se conocen desde hace siglos, pero comenzaron a discutirse con más frecuencia en las revistas de investigación médica tan sólo en la segunda mitad del siglo XX. Esta intolerancia, se caracteriza por flatulencias, evacuaciones diarreicas líquidas y explosivas en la mayoría de los casos. Pueden acompañarse de distensión abdominal, vómito, eritema perianal, causado por la acidez de las evacuaciones. En ocasiones la diarrea es moderada pero persistente.

La lactosa es la principal azúcar de la leche, pero los humanos no somos capaces de absorberla y aprovecharla tal y como viene. Tenemos que recurrir a una enzima llamada lactasa, que corta la lactosa en dos azúcares más simples: galactosa y glucosa, los caballitos de batalla del metabolismo humano.

Las reacciones adversas sobrevienen cuando se acumula demasiada lactosa sin digerir en el tracto intestinal. “Sólo cuando sobrepasas la cantidad de lactosa, cuando es mucho más que la enzima disponible, es entonces que queda la lactosa intacta”, me explicó José Luis Rosado, investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro y de los pocos investigadores de nutrición en México que han abordado el tema de la intolerancia. “Como no se puede absorber la lactosa, ésta atrae agua en el tracto gastrointestinal a través de una fuerza osmótica”, que en palabras sencillas quiere decir diarrea. Pero no se acaba ahí: “el carbohidrato intacto se va al colón y ahí se fermenta, y eso produce además gases y dolor abdominal”.

Un pueblo intolerante

Según las cifra de la industria agropecuaria nacional, México es el noveno productor de leche en el mundo. Y parece ser que no es suficiente con eso, porque somos el quinto país importador de lácteos. Las estimaciones dicen que consumimos cerca de ciento treinta y dos litros per cápita cada año.

A los mamíferos no nos basta que nos hayan parido; dependemos de la generosidad de nuestras madres por más tiempo. El hecho de que mamemos es un atributo tan raro entre los animales que se trata, precisamente, del rasgo que los naturalistas eligieron para bautizarnos oficialmente.

Desde el inusual ornitorrinco hasta el ubicuo cachorrito de perro, todos bebemos leche en nuestra primera etapa de vida. Y he aquí del asunto: todos, con una sola excepción, dejan de beberla cuando maduran. Únicamente los humanos seguimos consumiendo leche una vez adultos.

O bueno, algunos: sólo aquellos que cuentan con suficiente lactasa disponible en su organismo.

“La deficiencia de lactasa está mal llamada: no es una deficiencia” me dijo el doctor Rosado “porque la mayoría de la población adulta no tiene suficiente enzima” Los deficientes de lactasa estamos más cerca de nuestros parientes mamíferos. “Para la mayoría, es un proceso normal”.

En un estudio que realizó recientemente, el también investigador del CINDITEC en Querétaro, recopiló datos disponibles en la literatura médica sobre la prevalencia de la intolerancia. El resultado global arrojó que el setenta por ciento de los adultos humanos son intolerantes; es decir, cerca de tres de cada cuatro personas adultas tienen los mismo síntomas adversos cuando consumen una cantidad considerable de leche. “Hay algunos grupos que mantienen un nivel alto de enzima durante toda su vida”. Son ese treinta por ciento de la humanidad para quienes beber leche no implica un cierto grado de masoquismo.

Los lácteos son la cereza que acompaña casi todos los platillos mexicanos. Hay crema y queso abundantes en diversas en muchos lugares del país. El yogurt es un habitante usual de los refrigeradores mexicanos. El café con leche es la forma estándar de tomarlo en muchas regiones.

Hace algunos años, el doctor Rosado y otros colegas se propusieron averiguar cómo se producía la intolerancia a la lactosa en el país. Hicieron pruebas para detectar deficiencia de lactasa en personas adultas de tres regiones: norte (Sonora), centro (Ciudad de México) y sur-sureste (Yucatán). Encontraron que hay más deficiencia de lactasa en la región sur-sureste, menos en el centro, y aún menos en el norte. Estas cifras coinciden con el consumo de leche. Actualmente, la industria reporta que los estados que concentran cerca del sesenta por ciento del consumo de lácteos nacional son Jalisco, Coahuila, Durango, Chihuahua, Guanajuato y Veracruz. Así que la intolerancia no es homogénea. Estudios recientes de la distribución de la intolerancia a la lactosa en el mundo nos muestran que hay ciertas regiones que concentran a los tolerantes: Europa del Norte, África Occidental y Oriental y Medio Oriente. Los demás tenemos tolerancia variable, que ronda el cincuenta por ciento en el resto de Europa hasta casi cero en algunas regiones de China. El estudio del doctor Rosado confirma que en México también hay heterogeneidad. Sus datos son de principios de los años noventa y son los que recopila en su trabajo más reciente. Cuando le pregunté si no era importante actualizarlos, me dijo tajantemente: “Vas a encontrar lo mismo. Es una característica genética. Y la genética no cambia tan rápido”.

Deficiencias genéticas ancestrales

“La tolerancia a la lactosa es un gran ejemplo de evolución humana reciente”, refiere Briana Pobiner, paleoantropóloga del Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos, sobre el tema. Se trata de una diversidad de dietas que está imbricada en los genes humanos. Según la definición más fundamental, un cambio en las especies cuenta como evolutivo cuando involucra la constitución genética.

“Estamos absolutamente seguros de que la intolerancia a la lactosa en la adultez es el estado ancestral para los humanos”. Explica Céline Bon, paleogenetista del Museo Nacional de Historia de París. Hay varias evidencias. Primero, todos los demás mamíferos son de igual de intolerantes en la adultez. Además de que la conveniencia o ventaja de ser capaz de digerir leche es nueva. Las poblaciones humanas domesticaron mamíferos grandes como vacas, ovejas y cabras antes de esa exploración riesgosa. Los estudios genéticos han demostrado que existe más de una ruta genética para ser tolerante. Las variantes del ADN que les permiten a los europeos del norte, a los mediorientales y a ciertos africanos digerir la leche son diferentes. “Se han encontrado cinco mutaciones distintas en las poblaciones humanas estudiadas en el mundo”, refiere Laure Ségurel, también investigadora en el Museo Nacional de Historia Natural de París. Ella y la doctora Bon firmaron recientemente el trabajo de recopilación más amplio y actualizado que hay en la literatura sobre este tema. El más favorable hasta ahora no es el de humanos mutantes que salieron en búsqueda de lo desconocido de la mano de vacas, ovejas y cabras. Al contrario. Al parecer, primero vinieron los lácteos y luego los tolerantes a ellos.

La aparición de personas tolerantes a la lactosa representa uno de los casos más interesantes no sólo para la antropología, sino también para la biología molecular. La enzima protagonista de esta historia, la lactasa, esta codificada en un gen que tiene a bien llamarse LCT-por “LaCTasa”-. Se encuentra en el cromosoma número dos y las células del duodeno y del colon lo utilizan para ´producir lactasa a partir del último trimestre del desarrollo fetal. Así, uno nace con suficiente lactasa para su primera comida. Es claro que cualquier desajuste en este gen podría poner en riesgo la supervivencia del bebé.

Fue hasta el 2002 que se encontró la primera variante genética relacionada con la tolerancia a la lactosa en la adultez, gracias a estudios de mucha amplitud y detalle en familias finlandesas- según los datos más recientes de la FAO para 2013, Finlandia es el país que consume más productos lácteos, excluyendo mantequilla-. El estudio encontró que había una mutación presente en todas las personas tolerantes a la lactosa, pero, de forma interesante, esa variación no estaba en el gen de la lactasa, sino a varios miles de letras de distancia. Esa secuencia de ADN-que, que si han de saber su nombre, es MCM6- resultó un tipo de gen llamado “de regulación”, pues puede alterar la activación o desactivación de otros genes. Se descubrió que éste en particular participaba en la desactivación del gen LCT a lo largo de la vida de las personas. En suma, nuestro cuerpo emplea el gen LCT para producir lactasa desde antes de nacer y luego un intrincado proceso molecular, en el que participa MCM6, que se encarga de apagar a LCT, con lo que termina la producción de lactasa una vez que somos destetados. Ocurre así en todos los casos. Y en más o menos el treinta por ciento de la población mundial, para quienes la producción de lactasa persiste en la vida adulta.

La sociedad de científicos anónimos, se puede visitar en www.cientificosanonimos.org

Sintácticas

En una entrevista a Elliot Abrams, Representante especial de EE UU para Venezuela:

“Todas las opciones están sobre la mesa, incluso la intervención militar”

De Sole Giménez. Cantante y compositora (Presuntos implicados) en entrevista con Luz Sánchez Mellado, en El País:

Hay que llevar mucho cuidado con lo que escuchas, porque todo se pega.

De Manuel Vicent:

La radio era la voz. En los años treinta del siglo pasado con la radio ascendió Hitler al poder, y en manos de su ministro de propaganda, Joseph Goebbels, se convirtió en una formidable arma política.

Herbert von Karajan. Johann Sebastian Bach. Badinerie, Orchestral Suite N° 2, BWV 1067. Berliner Philharmoniker: