Este lunes 4 de marzo el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez encabezará el Acto de Reconocimiento de Responsabilidad del estado de Veracruz por la desaparición forzada de José Alfredo González Díaz, Mario Arturo Orozco Sánchez, Susana Tapia Garibo, José Benítez de la O y Bernardo Benítez Arróniz, y ofrecerá una Disculpa Pública a sus familiares como víctimas indirectas.

Tierra Blanca significó el culmen de la violencia ejercida por policías de Veracruz entre 2011 y 2016. Tierra Blanca demostró la barbarie incorporada a la vida cotidiana de miles de comunidades y familias. Tierra Blanca retrató la caída inmoral de una sociedad en “tiempo de huracanes”. Tierra Blanca fue roja y fue olvidada.

2016 estuvimos frente a uno de los hechos de mayor degradación humana. Veracruz se despertó súbitamente de una pesadilla y las vidas de cinco familias se volvieron tragedia, sacando a la luz el horror de un régimen corrupto, que meses después confirmarían las fosas de Colinas de Santa Fé o las cocinas infernales de El Limón.

¿Cómo puede reparase tan gran dolor? ¿Cómo poder restituir ante tal destrucción, ante tantos corazones rotos en esas circunstancias? Creo que no hay forma. Ante graves violaciones de derechos humanos solamente podemos acompañar con cambios de igual o mayor envergadura que produzcan nuevos escenarios para que en una comunidad o sociedad no pueda volver a suceder algo así.

Sin embargo, los actos del habla como las declaraciones pueden llegar a ser muy poderosas para poder ir cerrando una herida tan grande. Uno de los más importantes actos del lenguaje entre los seres humanos es la petición de perdón. Para ello, se debe diseñar con el mayor cuidado y sensibilidad, incluso con amor, un contexto y una conversación dirigidas a hacer esa declaración.

El discurso de los derechos humanos ha permitido visibilizar, en las últimas décadas, por lo menos en teoría, las violaciones a derechos humanos e ir desarrollando medidas de prevención y atención en diversas materias. Entre esas medidas está la reparación integral a las víctimas.

Desde luego no podemos saber ni conocer el dolor y sufrimiento tan grande que han vivido estas cinco madres y padres, pero nuestra capacidad de empatía que nos hace ser humanos nos permite sumarnos a su dolor, abrazar su dolor.

He estado en varias ocasiones con ellos, con los padres de los cinco jóvenes, y he sido testigo de su rabia, de su enojo y de su frustración. Hacer una disculpa pública cuando no ha habido justicia es un acto valiente. El Gobernador Cuitláhuac ha decidido correr ese riesgo, verlos en la cara y ofrecerles una disculpa, pedir perdón a nombre del estado de Veracruz.

El Gobernador sabe que la principal demanda de las familias de Playa Vicente es que haya sentencias a todos los involucrados, incluyendo al exsecretario de seguridad pública Arturo Bemúdez Zurita y al ex gobernador Javier Duarte. Y sabe que el otro gran pendiente es lavar la memoria y nombre de los jóvenes. La Disculpa Pública tiene el fin de recordar, devolver, reintegrar, restaurar la dignidad de José Alfredo, Mario Arturo,  Susana, José y Bernardo.

No será una reunión o acto terso, fácil, o tranquilo. Al contrario, vamos a escuchar también las voces, el grito ahogado de rabia, el llanto cruzado de dolor y furia, de Don José, de Don Bernardo y de doña Carmen. Nadie puede ni podrá ser indiferente o ajeno a esas veces, a esa rabia.

Reconocer la responsabilidad y ofrecer una disculpa públicamente, frente a las familias, frente a su comunidad, frente a las autoridades, frente a la opinión pública, tiene también como propósito develar la verdad, correr el velo de la indiferencia, hablar sobre algo que está podrido en nosotros, en nuestra sociedad.

En México y Veracruz hay miles de víctimas por desaparición de personas. Lo sabemos, escuchamos las noticias, conocemos el movimiento de cientos de familiares en su demanda por verdad y justicia. Pero no podremos hacernos parte de eso hasta que no lo nombremos y lo hagamos nuestro como sociedad, hasta que no revisemos estos contextos de violencias estructurales y simbólicas que provocaron tanta destrucción. Se trata pues de asumir, todos, la responsabilidad, y de revisarnos como comunidad.

El Gobernador va a cumplir una obligación y asumir la responsabilidad porque así lo establece la Recomendación por violaciones graves de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Pero él también va ahí, con las familias, en nombre de toda la sociedad y por convicción personal para decirles a esas cinco familias y a los veracruzanos y veracruzanas que el gobierno de Veracruz les falló.

El Gobernador de Veracruz está convencido que esta disculpa pública es necesaria también para construir un nuevo escenario de paz y de convivencia en Veracruz, que tendrá que pasar por el acceso a la justicia y a la reparación. Por ello tendrá que haber más disculpas públicas por las violaciones a los derechos humanos en Veracruz, declaraciones pendientes, actos del habla necesarios.

Tierra Blanca, Colinas de Santa Fé, Arbolillo, La Gallera, El Limón, y un gran etcétera, se llevaron la dignidad del veracruzano, de la veracruzana. No es la historia la que no se debe repetir ni la historia la que nos juzgará, sólo haciendo cambios significativos en el presente, empezando por el habla, por estos actos del lenguaje, por estas declaraciones, por este ¡ya basta! que podremos aspirar a un Veracruz diferente.

Deseo que esta disculpa del Gobierno de Veracruz en voz del Gobernador Cuitláhuac García, traiga a Bernardo, Columba, Gloria, José, Dionisia, Carmen, José Alfredo y María del Carmen, así como a hermanos, tíos, abuelos, amigos, etc., un poco de paz y de alivio, que les devuelva aunque sea un pedacito de sus corazones rotos y de la dignidad de sus hijos.