Por más de 20 años, Armando Arellano Ferro, científico del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se ha dedicado al estudio de cúmulos globulares o estelares, que son conglomerados de 300 a 500 mil estrellas formadas hace 12 o 13 mil millones de años, casi la misma antigüedad del universo. 

El astrónomo concedió una entrevista a Universo, posterior a la ponencia “Las estrellas más viejas del universo” que impartió a estudiantes de la Facultad de Física de la Universidad Veracruzana (UV), el viernes 15 de febrero, y consideró fundamental la labor de la máxima casa de estudios en la formación de científicos y astrónomos. 

Precisó que este estudio, que forma parte del campo de la astrofísica estelar, permite a los astrónomos entender las etapas tempranas de la Vía Láctea, a la que pertenecen el Sol y el sistema planetario. 

En los cúmulos globulares existen familias de estrellas que pulsan y por lo tanto varía su brillo; es decir, las estrellas pulsantes son indicadores de las propiedades físicas del sistema estelar al que pertenecen tales como su dinámica, edad, composición química, distancia y sus procesos de formación. 

Arellano Ferro, quien se formó como Físico-Matemático en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y después estudió maestría y doctorado en la Universidad de Toronto, Canadá, comentó que para la observación de los cúmulos globulares, de los cuáles existen alrededor de 150 en la galaxia, se emplean grandes telescopios situados en diversas partes del mundo. 

A la fecha, han estudiado alrededor de 25 cúmulos globulares y descubierto 250 estrellas pulsantes de las mil 200; aproximadamente un 20 por ciento de las estrellas variables. 

Expuso que la mayor parte de los datos que utiliza su grupo de trabajo provienen de un observatorio ubicado en el Himalaya, al norte de la India. Con ellos han construido –a lo largo de esos 20 años– una base de información que ha servido a estudiantes de astrofísica para desarrollar trabajos de tesis de licenciatura, maestría y doctorado, generar numerosas publicaciones. 

Muchos de ellos han hecho estancias de trabajo en el Instituto de Astronomía de la UNAM y en otros centros astronómicos de Puebla, Guanajuato y Sonora, así como otros estados del país. 

Compartió que el interés por el estudio de los cúmulos globulares le fue heredado por sus profesores especializados en astronomía estelar, del Departamento de Astronomía, en Canadá. 

Respecto a la línea de investigación de astrofísica estelar, dijo que también les ayuda a hacer conjeturas sobre la evolución estelar en ciertas etapas, pues la evolución de una estrella depende de la masa de la misma y es muy lenta. 

“Nosotros vemos pulsar las estrellas y a partir de esas pulsaciones podemos determinar edad, distancia y composición química, así como entender las etapas tempranas de la galaxia”, reiteró. 

A pesar de que los cúmulos globulares tienen cientos de miles de estrellas, a escala galáctica son sistemas estelares o grumos muy pequeños que se formaron al principio de la existencia de la galaxia. 

Aseveró que el estudio de las estrellas más viejas también permite a los astrónomos analizar el universo temprano, cómo era hace 13 mil millones de años. 

Asimismo, la capacidad de observar estos sistemas a partir de cantidades minúsculas o ínfimas de luz –que aun a través de un telescopio son apenas perceptibles– ha sido el reto de muchos años de la astronomía observacional. En este sentido, reconoció el trabajo de generaciones de astrónomos que han logrado desentrañar información astrofísica sólo a partir de esos “suspiros astronómicos”. 

“Con esas pequeñísimas cantidades de energía que observamos tenemos que ser capaces de reconstruir la física que dio origen a las estrellas, a los cúmulos y a la galaxia misma.” 

Armando Arellano, quien tiene más de 40 años de experiencia en el tema, puntualizó que ése es el reto de la astrofísica moderna, “de la que creo hemos salido airosos porque sabemos muchísimo de ello”. 

A raíz de estos análisis, hoy en día se conoce el movimiento de un cúmulo alrededor de la galaxia, ya que está rota y al hacerlo arrastra consigo a los sistemas estelares; por tanto, cada cúmulo tiene una órbita alrededor del centro de la galaxia. 

Las órbitas son muy peculiares, dijo, pues se acercan mucho al centro galáctico; después se alejan y se van a los ámbitos más apartados en el halo galáctico, en escalas de tiempo que se cuentan en millones de años. 

El investigador habló sobre el reciente estudio realizado a un cúmulo llamado Palomar 13, el cual es un poco denso y uno de los más viejos, pero se pudo calcular su órbita alrededor del centro de la galaxia. El descubrimiento en torno a eso fue que el cúmulo pasó por el centro de la galaxia hace como 65 millones de años, cuando se extinguieron los dinosaurios. 

Actualmente, se ha alejado y va hacia el punto más lejano llamado “apogaláctico”, al que llegará dentro de 300 millones de años. 

Lo interesante del Palomar 13 es que se empezó a evaporar o dispersar durante su paso por el “perigaláctico” (el punto más cercano al centro de la galaxia). 

“Cada vez que los cúmulos pasan por el centro de la galaxia sufren una dispersión gravitacional que hace que se evaporen, pierdan estrellas y su identidad, hasta que un día no se les identifique como un conglomerado de estrellas, porque ya se diluyó en el campo galáctico.” 

Comentó que el proceso de observación de los cúmulos puede extenderse a tres años porque es necesario tomar una extensa serie de imágenes. También les puede llevar más años conseguir una colección de imágenes lo suficientemente nutrida para hacer un estudio completo de las estrellas que pulsan. 

“Hay cúmulos a los que hemos observado durante cuatro o cinco años antes de empezar el análisis y revelar resultados concretos, escribir un reporte y publicar un artículo.” 

Finalmente, destacó la experiencia y vocación de los astrónomos en México, y su alto reconocimiento a nivel mundial. 

Enfatizó que la astronomía moderna, la que está combinada con la física para dar lugar a la astrofísica, en México tiene alrededor de 150 años de antigüedad, desde que el observatorio se encontraba en el Castillo de Chapultepec. 

“Los astrónomos mexicanos somos bien reconocidos en otros ámbitos astronómicos, la mayoría tenemos colaboraciones con grupos de otros países. Particularmente mi grupo de trabajo está formado actualmente por colegas de la India, España y Argentina.” 

Claudia Peralta Vázquez / Prensa UV