Celia Contreras Asturias, académica de la Facultad de Idiomas Universidad Veracruzana (UV), habló de “La neurolingüística aplicada a la didáctica de la traducción”, que contempló una serie de planteamientos en torno al funcionamiento del cerebro, en la clausura del Foro Internacional sobre Estudios de Traducción e Interpretación 2019.
“Para formar traductores e intérpretes los procesos cerebrales de análisis, síntesis y reflexión son básicos; es por eso que en la didáctica de la traducción tenemos que fortalecer, dentro de nuestro dispositivo pedagógico, actividades que desarrollen esas competencias.”
La coordinadora del cuerpo académico (CA) Lingüística y Traducción, adscrito al Instituto de Investigaciones en Educación, citó que los neurocientíficos indican que el lóbulo frontal (que permite ser más concentrados, atentos, reflexivos y analíticos) termina de desarrollarse a los 25 años en algunas culturas y a los 21 en otras, lo cual contrasta con las edades en que habitualmente se forma académicamente a los traductores o intérpretes.
El panorama “nos lleva a pensar en otras estrategias y metodologías didácticas para el desarrollo de esas subcompetencias que forman parte de la competencia traductora”.
Remarcó que el aprendizaje está vinculado a los sistemas de memorias. Éstas son varias, entre las citadas está la declarativa (centrada en hechos y sucesos, y que responde a la pregunta ¿cómo?) y la emocional, que permite activar recuerdos ligados a las emociones, y “en didáctica de lenguas sabemos que como docentes debemos trabajar mucho con la memoria emocional pues es ahí donde se produce lo que llamamos DAS (Dopamina, Adrenalina y Serotonina) y sin motivación no hay aprendizaje”.
Abundó que en la didáctica de lenguas extranjeras es necesario establecer rutinas de aprendizaje; ello tiene una razón neurolingüística y neurocientífica, toda vez que si el cerebro no está acostumbrado a una rutina se dispersa, pierde atención; es más, los hay que al no tener un plan organizado en el plano del aprendizaje, se vuelven más ansiosos que otros.
Otras de las memorias de interés en la materia es la de corto plazo pues investigaciones han permitido afirmar que forma parte de la memoria de trabajo y ésta es más compleja, pero como su nombre lo indica, tiene tiempos que es necesario saber aprovechar. En ese tenor, la académica puso como ejemplo una clase de dos horas de duración.
“Generalmente llevamos un montón de contenidos para que en esas dos horas los estudiantes asimilen lo que está en el programa. Los neurocientíficos dicen que para que el proceso de aprendizaje sea efectivo, la sesiones deben durar máximo 45 minutos, si queremos que la información retenida en las memoria a corto plazo y de trabajo realmente se asimile como aprendizaje para toda la vida.”
Por ello, sugirió que también se recurra a la memoria de trabajo, cuyo plazo de retención es más prolongado y el cerebro compara, infiere, deduce, intuye, analiza.
Remarcó que en el aprendizaje es necesario considerar la necesidad de establecer rutinas, lo que contempla organización, repetición, sistematización, consolidación, recuperación y práctica de la información. Asimismo, dijo que se debe considerar que la información consolidada que no se usa, se pierde: “Todos los días el cerebro hace podas neuronales, en cuestiones de retención de nueva información nos las deja 24 horas, si no se usa hace su poda; cuando es generoso porque el ejecutivo central estaba más atento, la dejará 48 y hasta 72 horas”.
Celia Contreras habló de la importancia del sueño: prepara al cerebro para aprender, potencia la formación de la memoria, estructura y reorganiza la información asimilada, entre otros beneficios. De las ocho horas de sueño recomendadas para los adultos, las dos primeras son para recordar, las siguientes tres para aprender y las últimas tres para descansar. “Es interesante porque creemos que aprendemos cuando estamos conscientes y no es así, el cerebro aprende cuando está dormido”.
También citó la importancia de la buena alimentación para el cerebro con vitaminas E y B, antioxidantes y omegas; los neurocientíficos han descubierto que la cafeína bloquea los procesos para aprender nuevas cosas, y el estrés en exceso provoca que mueran más neuronas de las que de por sí morirían ese día.
“Eso es algo que debemos considerar porque a veces como docentes somos muy castigadores y pensamos que el estudiante debe estar intimidado. Mientras más relajemos los cerebros en el salón de clases, más saludable está el cerebro, el estrés moderado se produce por las dinámicas de desafíos alcanzables y evita a la larga la enfermedad del Alzheimer.”
La conferencia se desarrolló el 6 de febrero en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades y fue moderada por el académico Erwan Morel.
Karina de la Paz Reyes Díaz/Prensa UV