Al momento del contacto con los conquistadores españoles, en el siglo XVI, la civilización en auge sobre la costa central veracruzana era la Totonaca, lo cual no significa que haya sido la única que habitó esa región, expuso el arqueólogo de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), Rodolfo Parra Ramírez.
Recordó que el conquistador y cronista Bernal Díaz del Castillo, en La historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, narra la llegada a las costas del hoy llamado Golfo de México y describe que hablaban una lengua hasta el momento desconocida para ellos (pues sólo tenían identificado el maya y el náhuatl), se trataba del totonaco. “Evidentemente hay una ocupación de la cultura Totonaca, pero es la última que conocemos”.
Ese territorio, sobre todo la parte central, fue habitado por diferentes culturas. Es más, “para el momento del contacto con los españoles no sólo había totonacos, también nahuas, prueba de ello son los nombres que todavía encontramos en ciudades y pueblos, como la misma Xalapa, Cempoala y Quiahuiztlán”.
Si bien se tiene claro tal planteamiento, las investigaciones arqueológicas que actualmente se desarrollan en la región contempla conocer cuáles fueron esos grupos culturales: “En general, quien se dedique a investigar la costa central veracruzana, tiene esa misión”, remarcó.
Como ejemplo, citó que en Misantla está el sitio arqueológico Tapapulum, el cual evoca a nombres como Tampico o Tamtoc del idioma tének; “pareciera que ese remanente lingüístico nos remite a los huastecos, aunque el lugar está casi en el corazón de la costa central, podría ser una evidencia, habría que sostenerla; en realidad, la costa veracruzana a lo largo de su historia ha sido habitada por diferentes grupos étnicos”.
Más aún, al hecho de precisar cuáles fueron esos grupos culturales se deben sumar las razones por las que se asentaron ahí, no sólo desde el aspecto ecológico, sino social, consideró el entrevistado. “¿Qué les trajo hasta acá?, ¿algo religioso, como los mexicas que venían peregrinando y buscaban un águila devorando una serpiente parada sobre un nopal?, ¿qué los motivó a fundar esas ciudades? y también saber por qué se colapsaron esas ciudades, ¿hubo una rebelión?, ¿escasez?, ¿catástrofes naturales les hicieron abandonar esas ciudades? No lo sabemos, pero estamos tras esas pistas”.
Por ello la importancia de desarrollar investigaciones arqueológicas, denotar que los pueblos que se asentaron hace miles de años “no son diferentes a nosotros, como sociedad; tuvieron las mismas problemáticas que hoy tenemos: políticas, religiosas, naturales”. Asimismo, hay una sustantiva pertinencia social que radica en la protección del patrimonio arqueológico y la difusión del mismo.
El río Los Pescados
Rodolfo Parra afirmó que el río Los Pescados fue una barrera cultural en la época prehispánica. Se trató de una importante ruta de comunicación entre los pobladores de la costa y el altiplano central, algo así como una autopista acuática.
Desde 2010 el académico lidera el proyecto arqueológico “Río de Los Pescados”, adscrito a la Facultad de Antropología y avalado por el Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). En entrevista para Universo, recordó que fue José García Payón (1896-1977) el primero en hacer tales señalamientos sobre esa región geográfica. A la fecha, él y el equipo de estudiantes que han participado en el proyecto tienen identificados casi una veintena de sitios arqueológicos en 60 kilómetros cuadrados de cobertura total.
“Este río es el mismo de La Antigua (donde se estableció Hernán Cortés), pero ésa es la parte baja, la desembocadura hacia el Golfo de México; la parte media es donde trabajamos (que contempla lugares como El Carrizal y Jalcomulco). García Payón señaló que la parte baja era una frontera cultural, que hasta ahí llegaba el Totonacapan. De acuerdo al conocimiento y experiencia de este gran arqueólogo, de ese punto del río al sur ya no había asentamientos totonacos. Lo dijo con base en un conocimiento empírico (sin haber realizado algún trabajo en la zona).”
En su origen, la labor del proyecto arqueológico “Río de los pescados” fue definir si realmente ese río, cuyo nombre oficial es Huitzilapan (“río de los colibríes” en náhuatl), fue una frontera cultural en algún tiempo de la historia. Conforme avanza la investigación han surgido otras inquietudes más, como el patrón de asentamiento de las comunidades y qué papel desempeñó el río a lo largo de la historia de éstas.
La investigación ha permitido tener precisión en algunos temas; por ejemplo, que el río fungió como una importante ruta de comunicación entre las poblaciones establecidas en la costa y las que están en el altiplano central, “como en la actualidad lo es una autopista, pero en lugar de ser por el medio terrestre lo era por el acuático”.
Además, han registrado asentamientos humanos que indican que había un control de los recursos trasladados de un extremo a otro: “Tenemos identificadas ciudades que tenían una infraestructura de puertos, con áreas administrativas –por decirlo en términos actuales–, una especie de aduana que controlaba el paso de humanos, de mercancía y de embarcaciones; tenían puestos de vigilancia donde podían observar perfectamente el río y lo que venía a cierta distancia de Este a Oeste”.
El también Jefe de la Carrera de Arqueología en la Facultad, expuso que los accesos a tales asentamientos humanos no eran sencillos, pues estaban controlados y resguardados por grandes paredes naturales que servían como barreras.
Hasta el momento, en la cuenca media del río Los Pescados tienen 15 sitios con arquitectura. Desconocen aún si eran de origen totonaco o no, pero tienen precisa la época de su asentamiento: entre el 500 antes de Cristo (a.C.) y hasta el contacto con los españoles; el auge de las ciudades más importantes tiene un periodo que abarca del 100 después de Cristo (d.C.) al 1000, es decir, mil años de ocupación. Posteriormente, vino el colapso. Hay evidencia de que hubo una actividad humana en el postclásico (alrededor de 1100 d.C. hasta el contacto), pero menor; ya con la Conquista española, vino la repoblación de la zona.
Las investigaciones arqueológicas permiten al académico afirmar que tales poblaciones tenían religión, contacto con otras áreas culturales (sobre todo del Altiplano central), una estructura política, jerarquización social, aprovechaban muy bien los recursos del río, trabajaban la piedra y elaboraban esculturas.
Es más, con base en un petrograbado es posible hablar del nombre de una ciudad, la más importante de la región: Apazapan. El académico aclaró que lo descifró con fundamentos, “no se dice sólo por decirse”, y no se trata del lugar que conocemos con ese nombre actualmente –aunque sí están muy cerca el sitio arqueológico de la actual población.
“El sitio arqueológico de Apazapan es el único que tiene evidencias de escultura, los edificios más grandes, el juego de pelota más grande de los 15 sitios identificados (además de tratarse de un símbolo de poder, recientes investigaciones arqueológicas han demostrado que se trata de una evidencia neta de política, donde se arreglaban varios asuntos) y este petrograbado, que ningún otro tiene. Es el sitio que tiene la plataforma más gigante (de 350 metros de ancho por 700 metros de largo).”
Desde 2016, como parte del proyecto arqueológico, Parra Ramírez y los estudiantes involucrados han recorrido 15 kilómetros cuadrados de la cuenca alta del río Los Pescados, con el propósito de hacer un estudio comparativo entre los sitios de ésta y la cuenca media; hasta el momento, han lograron identificar tres sitios arqueológicos. “Tenemos la sospecha de que en algún momento de la historia de estos pueblos hubo una sequía”, expuso el académico.
De confirmarse, sería la razón por la que los primeros pobladores se establecieron en la parte alta, pero del 100 d.C. los sitios se ubican a un lado de la margen del río. Al respecto, refirió: “En el año 2000 Sara Ladrón de Guevara, Sergio Vázquez y Héctor Cuevas tuvieron un proyecto en Puente Nacional, donde realizaron una serie de excavaciones; cada uno tomó una línea de investigación, hicieron estudios en torno al ambiente y demostraron que en el 500 a.C. hay características de plantas que no son propias del clima de hoy, sino de uno más húmedo”.
Ésta y otras investigaciones coinciden en el supuesto que en la zona, en aquella época era más húmeda, lo que coincide con los asentamientos en la parte media del río Los pescados, toda vez que tenían el agua al alcance; no obstante, con la sequía, las poblaciones se asentaron más cerca del cauce.
Por tales razones es que “ahora vamos a la parte alta para hacer una comparación y ver cómo se diseñaron las ciudades del 500 a.C y las del 500 d.C.”, remarcó.
Rodolfo Parra aclaró que como investigadores universitarios su responsabilidad es registrar y reportar los hallazgos: “Fotografiamos, dibujamos, describimos, medimos, pesamos, eso es lo que hacemos. No podemos hacer más allá, porque el resguardo de las piezas involucra un espacio de seguridad y una serie normativa pues es patrimonio de la nación”.
Tras casi una década de investigación, el planteamiento de García Payón se corrobora, pues hay evidencias arqueológicas muy claras de que el río era una frontera cultural, dijo a manera de conclusión.
Karina de la Paz Reyes/Avc