Con una serie de reflexiones en torno a la música, el talento, el egocentrismo y la importancia de la familia, Mauricio Franco despide la conversación.
El cuchillo sin filo
El talento es un cuchillo sin filo
que no cortará nada a menos
que se maneje con gran fuerza.
(Stephen King)
He aprendido a ver con respeto a todos los músicos que tienen el sueño de ser grandes y que tal vez pueden perder ese sueño en este mundo a veces tan cruel, de gente que te maltrata tanto con comentarios negativos que, a veces, hacen que desistas de tu sueño, yo estoy luchando por lo contrario ayudándolos, diciéndoles es que eso es una mentira, y creo firmemente que es una mentira, ni siquiera creo en la idea del talento, yo creo que el talento no existe, es una ilusión, es como decir mira, esa persona tiene talento para la bicicleta, nació para la bicicleta, es una mentira, sabemos que eso no es cierto y sabemos que no puede ser que desde que nació haya hecho lo que hace ahora, tuvo que pasar un proceso.
En la música es igual, es mentira que alguien nació con un piano bajo el brazo, lo que sí es que pudo haber sido estimulado escuchando música desde el vientre o desde que nació, si fue así, obviamente le va a surgir algo, va a tener una ventaja por haber escuchado un idioma sobre alguien que no lo ha escuchado, pero eso no quiere decir que tiene más talento, es como decir que alguien que nació en Alemania tiene talento para el alemán, no es cierto, lo que pasa es que siempre ha escuchado ese idioma. Por eso creo que el talento no existe, es una ilusión y es lo que trato de ayudar a entender a los estudiantes.
También creo que el «talento» es un escudo que sirve para protegerte cuando no eres lo suficientemente tenaz o disciplinado para hacer algo, si no estudias lo suficiente, puedes decir bueno, lo que pasa es que no tengo talento para esto, pero en realidad es una manera de justificar tu flojera y tu falta de esfuerzo.
Pero también es un arma para atacar: lo que pasa es que no tienes talento. Creo que la palabra talento lastima mucho como para utilizarla, por eso es que yo no creo en eso.
He tenido la oportunidad de ver el proceso de mucha gente que de verdad se muere estudiando y renuncia a todo con tal de estar estudiando horas y horas al día durante años, no salen a comer con toda la calma como todos los demás, no salen a pasear, no van al cine, se quedan encerrados en su casa estudiando, pierden amigos, pierden familia, pierden muchas cosas por estar encerrados con el instrumento estudiando durante años como para que luego alguien venga y le diga tocas muy bien, es porque tienes mucho talento; decirle eso es como mentarle la madre, no se está reconociendo el trabajo, la dedicación, todo el sacrificio. Para mí, decir que alguien que toca a alto nivel tiene talento, es más un insulto que un halago.
Y los sueños, ciertos son
Cuando estudiamos música clásica nos hablan de los grandes maestros que escuchaban la música en su cabeza, que no necesitaban de un piano, solo agarraban una hoja y empezaban a vaciar la música que había en sus cabezas, escuchaban a la orquesta completa; cuando yo escuchaba eso en las clases de historia decía ¿cómo puede ser?, son personas sobrehumanas, no me imagino sentado escuchando al primer oboe, al segundo oboe, al clarinete, a los cornos, a las voces, a las trompetas, a los trombones, a la tuba, a los contrabajos, a los chelos, a los violines 1 y 2, a las violas, al piano, a la percusión; es imposible, ¿cómo voy a escuchar todo eso?, eso solo podría hacerlo un extraterrestre.
Pero un día me di cuenta de una cosa: todos podemos hacer eso, inclusive los no músicos. Yo le pregunto a los alumnos ¿alguna vez han recordado un sueño en el cual había música?, y la mayoría me dice que sí porque creo que todos, no como músicos sino como personas que vivimos rodeadas de música, dormimos y soñamos con lo que vemos y con lo que escuchamos en la vida cotidiana, entonces es normal que todos hayamos soñado con música, inclusive, los músicos hemos soñado que estamos tocando.
Luego les digo ¿cuando te acostaste pusiste una grabadora y estaba sonando mientras dormías?, no ¿verdad?, ¿quién hizo esa música que soñaste?, ¿quién le dio el sonido —en el caso de los jazzistas—, las notas específicas y el ritmo al contrabajo, quién tocó los arpegios, quién tocó la batería, quién tocó el piano, quién tocó el saxofón, quién cantó? Todo lo hiciste tú, todo esa música la organizaste tú. A veces se sorprenden pero le digo no necesitas de nada para hacer eso, tu cerebro lo puede hacer, tal vez está en una parte muy inconsciente, pero es lo mismo que hacían Beethoven, Mozart, Bach, todos esos grandes maestros de la música, lo que pasa es que tú lo haces solo en sueños, está en la parte inconsciente y hay que traerlo a la parte consciente.
Ahí está la prueba de que sí podemos, ¿a poco cuando escuchabas esa música se equivocaba el contrabajo, el baterista perdía el ritmo, metía un remate donde no iba?, ¿verdad que no?, no se equivocan porque tu cerebro tiene la habilidad de hacer eso, es más probable que la computadora se atore mientras lo está reproduciendo, que tu cerebro se equivoque en ese sentido, entonces yo creo que todos podemos hacer eso, pues todos somos dioses y genios de la música, nada más que no llevamos esa habilidad del subconsciente al consciente.
Lo que estoy buscando constantemente es cómo hacer que esa habilidad que tenemos todos —porque tenemos una súper computadora en la cabeza—, se vuelva consciente y sepamos qué es lo que estamos haciendo. Por tanto, si alguien les llega a decir tú para la música no sirves, es una mentira absoluta, solamente no has encontrado el camino.
El eje del universo
Que aquel que camina sin amor una legua siquiera,
camina amortajado hacia su propio funeral,]
que tú o yo, sin tener un centavo,
podemos adquirir lo mejor de este mundo,]
que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina
confunden el saber que los tiempos alcanzan,]
que no hay oficio ni profesión tan bajos
que el joven que los siga no pueda ser un héroe,]
que el objeto más frágil
puede servir de eje a todo el universo]
(Walt Whitman.
Hojas de hierba)
Cada vez que digo eso, me lo digo a mí mismo y me da ánimos de seguir porque no toco al nivel que quiero tocar, pero eso no es malo, creo que sería más malo hacerlo porque ya mi vida no tendría una dirección. Me ha servido mucho ir aprendiendo todas esas cosas para que realmente considere ahora que mi vida tiene sentido por eso, aparte, me casé —mi esposa se llama Priscila Peralta y tenemos tres hijos— y creo que nada de eso sería posible si mi familia no estuviera, porque el mundo de la música —como cualquier otra cosa— se puede volver tan obsesivo que puede enfermar y puede acabar con una persona, y para mí, mi esposa y mis hijos son los que me mantienen con los pies en la tierra, los que hacen que me diga eres una persona común y corriente, eres un ser humano cualquiera que vive lo mismo que todos diariamente, que tiene los mismos problemas que todos, y creo que eso ha complementado esta parte de lo que vivo ahora.
Yo le comento a mis alumnos: cuando somos jóvenes estamos muy solos, no nos interesa nadie más que nosotros, somos muy egoístas. Yo fui muy arrogante en algún momento porque mi único objetivo era humillar a otro músico, no sé cómo pudo haber pasado, pero así pasó y así nos pasa a todos, creo que entre más jóvenes, somos más ignorantes, aunque la ignorancia no es un pecado, creo que es natural, pero creo que me ha servido mucho ir aprendiendo poco a poco y me doy cuenta de que en realidad, cada vez que comparto algo, me siento mucho mejor.
A veces me duele no tener oportunidad de ir a tocar porque digo es que está mi familia, es que mi hijo tiene que hacer X cosa y yo tengo que estar con él, es que mi esposa está sola en la casa con los tres niños y es mucho trabajo para ella, pero me doy cuenta de que, en realidad, no necesariamente tengo que subirme al escenario ese día, puedo subirme otro día, aparte de que cuando estoy en la escuela, a veces se me antoja sacar la trompeta en una clase de teoría y me pongo a tocar con los alumnos, entonces, realmente yo nunca considero que dejo de hacer música y a veces, con mis alumnos aprendo inclusive a resolver los problemas que tengo yo, encuentro la conexión de que todos estamos en el mismo camino, y al final eso es lo que me lleva a querer seguir caminando siempre, pero ahora ya no camino solo, ya lo hago en compañía de mi familia, ellos no son músicos —mis niños están pequeños— pero ahora ya hay una razón por la que hago las cosas.
Como te comentaba hace rato, fui muy egocéntrico en un principio, fui muy egoísta en un momento en el que decía si tengo cuatro paredes y un piano, esa es la felicidad para mí, quiero estar ahí solo, no quiero a nadie más, no quiero ni a mi papá ni a mi mamá ni a mis hermanos porque la música me va a dar todo. Eso nos pasa a muchos, pero si tenemos suerte, como yo la he tenido, después aprendemos que hay personas más importantes que uno mismo en el mundo, para mí, afortunadamente eso ha sido mi familia, mi esposa y mis hijos son personas más importantes que yo y afortunadamente eso es lo que me ha mantenido un poco más cuerdo.
A pesar de haber conocido muchos tipos de música, de haber estado tocando danzón, pasodobles, marchas, mariachi, todo lo que he tenido oportunidad de tocar, justifico que haya gente que se dedica toda su vida a una sola cosa. Pero he visto músicos que dicen yo toco jazz, entonces valgo más que tú, mariachi, o valgo más que tú, músico clásico, o valgo más que tú, músico de rock, ésta es la arrogancia que creo que se da a veces por falta de conciencia del mundo real y creo que estuve muy cerca de quedarme ahí, afortunadamente tuve la oportunidad de pisar muchos escenarios con muchos músicos, algunos que estudiaron en grandes escuelas famosas en el mundo y otros que aprendieron en la calle —como yo empecé— y pude ver que todos valemos lo mismo, y tocar varios estilos me hizo darme cuenta de que no te hace mejor persona tocar jazz que tocar mariachi.
Digo jazz porque es de lo que estoy hablando ahora, pero no es el jazz el que es egocéntrico, el que se cree superior es el ser humano y lo mismo pasa si eres taxista o carpintero o cualquier cosa, te puedes sentir superior, pero eres un ser humano. La música no tiene la culpa, por eso es que digo que me cuesta hablar de estilos, porque realmente creo que todos valen la pena, muchos de los compañeros y amigos jazzistas que tengo ahora me han dicho que odian la música de banda, que no la soportan, que si la ponen en un taxi prefieren bajarse; yo, orgullosamente digo que hubiera sido muy feliz si me hubiera quedado haciendo música de banda o mariachi o salsa —tuve oportunidad de tocar con grupos salseros aquí y me encanta, te mueres haciendo eso, lo disfrutas tanto, es tan bonito, el ritmo te mata por dentro, es increíble—. Me considero muy afortunado por no odiar ningún tipo de música, algunos ponen el reguetón aparte, yo no, el día que haga reguetón al nivel que lo hacen los demás, podré hablar de ello, pero mientras, no lo hago, no tengo derecho a criticarlo.
Creo que la música, al final, es música y por tanto siempre tengo ganas de aprender y tocar otro estilo, eso ha sido maravilloso para mí. Ahorita no solamente estoy en casa estudiando o escuchando cosas que tienen que ver con el jazz, en mi teléfono tengo un poco de música de todo; la mayor parte del tiempo estoy escuchando y viendo videos de jazz, pero no quiere decir que es lo único en mi vida, aparte, como estoy dando clases de clásico, eso me obliga a seguir estudiando clásico, tengo mis libros, mis métodos, mis discos. Siempre recuerdo mucho al maestro Édgar Dorantes en ese aspecto, él siempre ha hecho las dos cosas sin pelearse por cuál es la más importante, y al final es cuando me doy cuenta de que creo que cuando alguien se pelea con una música, es porque es una música que no podría hacer, entonces creo que lejos de pelearte, hay que intentar hacerla.
Eso es, básicamente, lo que recorrido hasta ahora, esperemos que haya más (risas).
PRIMERA PARTE: Relato de Guanajuato
SEGUNDA PARTE: Fantasía y fuga
TERCERA PARTE: Nace una escuela
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