Al menos seis de los jazzistas imprescindibles no estarán la próxima cena navideña. Este año han muerto, en orden cronológico:

  • El 23 de enero, Hugh Masekela, trompetista y cantante sudafricano, referente de la música universal y luchador inquebrantable contra el apartheid. «La contribución global y activista de Hugh a las áreas de música, teatro y arte en general está contenida en las mentes y la memoria de millones en los seis continentes, tenemos la bendición y el agradecimiento de ser parte del legado de una vida en constante expansión de amor, intercambio y creatividad vanguardista que abarca el tiempo y el espacio de seis décadas» (Familia Masekela).
  • El 5 de abril, Cecil Taylor, pianista, bailarín y poeta. Miembro fundacional del free jazz y tenaz militante de la improvisación libre. «Pocos músicos como Cecil Taylor podían presumir de haber llevado el lenguaje del jazz tan lejos, tanto como hasta rozar la última frontera (…) Con su marcha, la improvisación libre dice adiós a una de sus leyendas, a uno de los últimos supervivientes de los tiempos heroicos en los que un puñado de intérpretes derribaron las estructuras y ya nunca más volvieron su vista al campo quemado de las convenciones rítmicas y melódicas» (Iker Seisdedos / El País).
  • El 2 de julio, Bill Watrous, trombonista que se afilió a los lenguajes del bop y del jazz fusion. En los años 60, fue sideman de Maynard Ferguson, Woody Herman, Quincy Jones, Johnny Richards y Kai Winding. En los 70, tocó con la banda Ten Wheel Drive y formó su propia agrupación, The Manhattan Wildlife Refuge Big Band, banda que cuando Watrous se mudó al sur de California se llamó Refuge West. «Trombonista conocido por su tono claro y redondo, poseedor de un gran virtuosismo (…) fue admirado entre los músicos de jazz por la fluidez y belleza de su interpretación, así como por su velocidad y lirismo» (Innovatrombone).
  • El 16 de agosto, Aretha Franklin, la reina del soul, una de las exponentes más preclaras de la música religiosa afroamericana y una de las voces más inspiradoras e influyentes en las siguientes generaciones. «Cantante profesional desde finales de la adolescencia y una superestrella en sus veintes, Franklin había resuelto hace mucho cualquier argumento sobre quién era la vocalista popular más grande de su época. Sus dones, naturales y adquiridos, eran su mezzosoprano con rango de cuatro octavas, su pasión por el góspel y un entrenamiento digno de la hija de un predicador, un gusto sofisticado y excéntrico, y la valentía de canalizar el dolor personal en canciones liberadoras» (Eduardo Gutiérrez Segura / Milenio Digital / Agencia AP).
  • El 2 de noviembre, Roy Hargrove, uno de los jóvenes leones que en la década de los 90 iniciaron, bajo la batuta de Wynton Marsalis, una revalorización de los orígenes de la música negra. «Hargrove siempre miró al pasado y no dejó de especular con las raíces para hacer su música. No es casual entonces que uno de sus mentores haya sido el trompetista Wynton Marsalis, un tradicionalista en el mejor sentido del término» (Rodrigo González / Culto).
  • El 13 de diciembre, Nancy Wilson, otra de las grandes voces del jazz, el rhythm and blues, el soul y el pop. «Se la considera una de las vocalistas más elegantes y cálidas de la música contemporánea. Sus grabaciones más elogiadas son las jazzísticas, acompañada de figuras de primer nivel como el saxofonista Cannonball Adderley y el pianista George Shearing o dirigida por el arreglista Billy May» (Wikipedia).

Excepto Hargrove, que murió a 49 años y pasó a formar parte del desventurado grupo de los trompetistas de jazz de muerte temprana —Clifford Brown murió a los 25 años y Lee Morgan a los 33—, fueron músicos de vidas y trayectorias extensas y pletóricas de contenido y vibración: Masekela murió a los 78 años, Taylor a los 89, Watrous a los 79, Franklin a los 77, Wilson a los 82. En esta columna, como es habitual, los recordamos con una décima.

Este año se retira
y se lleva al más allá
a seis figuras del jazz
para que hagan una gira
sin retorno. No conspira,
es una ley natural
—hay principio y hay final—,
mas otra jam ha iniciado,
seis jazzistas se han sumado
al concierto universal.

 

 

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