Tal vez muchos no hayan caído en cuenta de lo evidente: Xalapa se ha convertido en una economía fantasma, donde las empresas, los negocios y el sector inmobiliario tienen una misma regla: se renta o se vende.
Basta darse una vuelta por cualquier avenida altamente comercial –lo mismo 20 de Noviembre, Xalapa o Araucarias- para darse cuenta de la sobre oferta que hay de locales en renta. De todos tamaños, lo mismo incluso para albergar una agencia de autos que para montar un pequeño comercio. Arriesgar en un negocio parece una apuesta poco inteligente en este momento, pero es muy necesaria.
Hay establecimientos que no logran soportar seis meses de funcionamiento y así como abrieron, van cerrando sus puertas con las pérdidas que ello implica. No hay clientes ni apoyo de los gobiernos municipal y estatal para reactivar la economía local.
Las razones de esta grave crisis económica son muchas, todas graves. En principio, como todos saben, Xalapa es una ciudad que vive del gobierno, la Universidad y el comercio: los tres atraviesan una crisis nunca antes vista.
Fue el desfalco criminal de la administración de Javier Duarte el que inició este proceso de quiebra de la economía local; si bien hubo un periodo de jauja –muchos funcionarios invertían en bienes raíces, abrían comercios que generaban empleo y eran consumidores de las empresas locales-, era cuestión de tiempo para que el dinero dejara de fluir.
Llegó el gobierno de Miguel Ángel Yunes y Xalapa entró en otro proceso de crisis; muy pocos funcionarios radicaban en Xalapa y su gasto y patrimonio estaban más bien en el puerto de Veracruz, Boca del Río o incluso Puebla y la Ciudad de México. Así como llegaron se fueron, sin que nadie se haya arraigado a la ciudad que les dio cobijo y trabajo durante dos años.
A ello se sumó un problema aún peor que no ha sido resuelto: la extorsión y el cobro de piso. La delincuencia organizada se ha apoderado de la ciudad, beneficiado del conflicto político que hemos vivido todo este tiempo. El cambio constante de las autoridades no ha permitido consolidar un esquema de seguridad que garantice la protección de los comerciantes y sus negocios, sin importar su giro, su tamaño ni su ingreso.
Sobran historias reales, por ejemplo, de los corredores comerciales de Jardines de Xalapa.-El Sumidero, de la avenida Chedraui Karam hacia El Castillo y hasta de la otrora próspera avenida Araucarias, en los que desde hace años se ha mantenido la presencia de la extorsión. No importa si se trata de un changarro de venta de pollo crudo, deben pagar una cuota a la delincuencia. Homicidios, asaltos y hechos de violencia lo confirman.
Y al no haber comercio, tampoco hay empleo. Los establecimientos reducen al máximo su gasto y ofrecen sueldos verdaderamente miserables. Hay personas que aceptan trabajar hasta por 2 mil 500 pesos quincenales, algo que en estricto sentido no alcanza ni para pagar su transporte.
Lo mismo pasa con el sector inmobiliario. Hace algunos años, en muchas colonias y fraccionamientos, se contaban por montones las casas en construcción, las obras realizadas por particulares y un dinámico sector de compra. Hoy todas esas propiedades están en renta o en venta; cualquiera se puede dar el lujo de vivir donde le venga en gana si aún tiene un poco de dinero, gracias a un mercado deprimido y la sobre oferta existente
Ya no se ven casas nuevas; muchos de los nuevos fraccionamientos están repletos de casas en venta o en renta. Hasta los de lujo han tenido que detener su desarrollo porque no hay quien compre, sin importar el valor de los inmuebles.
Pero al parecer, ni el gobierno anterior ni el actual parecen darse cuenta de la bomba de tiempo que existe en Xalapa. No hay un pronunciamiento, ni programa ni apoyo que intente revertir esta situación. Xalapa está quebrada y las autoridades fingen que no tiene responsabilidad en ello, pero lo cierto es que la falta de ingresos ha disparado la violencia y la pobreza como nunca.
Ha llegado el fin de año. Sólo algunos –especialmente los burócratas- tendrán el respiro de un aguinaldo digno, aunque muchos de ellos tendrán que guardar para el largo invierno que les espera.
Esto es lo que nos ha dejado la corrupción y las venganzas políticas. Sin embargo, la historia se repetirá irremediablemente.
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