Lo más sobresaliente del discurso de Cuitláhuac García Jiménez, durante su toma de protesta como gobernador, fueron dos cosas: dar a conocer que recibía un estado en quiebra y declarar una Crisis por Violación de Derechos Humanos en Materia de Desaparición en la entidad.
Cinco horas antes, el todavía gobernador Miguel Ángel Yunes, le quiso dar clases de quién sabe qué (porque no fueron de ética ni de moral) y descalificó la medida: “Si dibujamos a Veracruz como un desastre lo único que vamos a lograr es que vuelva a ocupar las primeras planas de los periódicos en temas humanitarios, de desastres, en temas de violencia, y eso lo tenemos que evitar. Eso le hace daño a Veracruz; no debemos magnificar lo negativo. Debemos hablar bien de Veracruz. Yo no entiendo cómo se puede iniciar un gobierno declarando una crisis humanitaria. Eso no puede ser…”.
Y uno se pregunta, ¿acaso Veracruz no es un desastre financiero y de seguridad?
No es que la entidad vuelva a ocupar las primeras planas de los diarios por la violencia, es que no ha salido de la nota roja en los últimos catorce años.
Todo veracruzano habla bien de Veracruz, pero por desgracia, casi todos reciben esta contestación: ¿A poco vives en ese infierno?
Al declarar una emergencia humanitaria Cuitláhuac pintó al Veracruz real: el de los secuestros, feminicidios, ejecutados y desaparecidos. Pero también al Veracruz de los desempleados, al de las nulas inversiones y al Veracruz que carga una deuda brutal. Porque también vive una emergencia económica.
Los últimos tres gobernadores endeudaron a lo desgraciado a los veracruzanos. Se calcula que Fidel Herrera les dejó una deuda de 20 mil millones de pesos y Javier la aumentó a una cantidad que oscila entre los 36 mil y los 44 mil millones de pesos.
De ese dinero ¿cuánto se metieron a la bolsa? Nadie lo sabe. Pero la cantidad con la que dejaron embarcado al pueblo está entre los 56 mil y 64 mil millones de pesos.
Se ignora aún cuál es la deuda que dejó Miguel Ángel Yunes, pero el dato lo debe conocer Cuitláhuac García cuando este domingo, al recibir al presidente Andrés Manuel López Obrador, reiteró que Veracruz no sólo está desfalcado y en quiebra, sino con compromisos financieros difíciles de cumplir.
Si ese no es un desastre económico (que repercute negativamente en todos los veracruzanos), es decir, una crisis humanitaria, entonces quién sabe qué carajos será.
La declaratoria de García Jiménez es un bálsamo a la pesadilla que están viviendo cientos de familiares de desaparecidos. Aparte de apoyo logístico, jurídico y económico que les brindará su gobierno, ofrecerá una disculpa por las desapariciones y por el llanto que éstas han provocado, cuando esa disculpa la deberían ofrecer Fidel Herrera y Javier Duarte, además de Miguel Ángel Yunes.
Sin duda el gran aliviane de este domingo fue la presencia del presidente López Obrador que desde la explanada de la Plaza Lerdo prometió a los veracruzanos nueve universidades, impulso al campo, trabajo a miles de jóvenes, apoyos con becas, más dinero a pensionados y jubilados, estímulo a las pequeñas empresas y más y mejores servicios de salud.
Ojalá el presupuesto le alcance para todo, es lo deseable.
Ambos, tanto el presidente como el gobernador, dijeron que vienen buenos tiempos para Veracruz y Dios los oiga. Han sido 14 años de burlas, engaños, violencia, jodidez y desesperanza. Ya es justo que Veracruz salga de su infierno.