Daniela Gutiérrez García, alumna del Doctorado en Ecología y Pesquerías, adscrito al Instituto de Ciencias Marinas y Pesquerías de la Universidad Veracruzana (UV), dio a conocer que las embarcaciones y los fenómenos naturales son las principales amenazas de la ballena jorobada, especie que cada año –de diciembre a marzo– llega a costas mexicanas del océano Pacífico con fines de reproducirse.
Al intervenir el miércoles 7 de noviembre en el Seminario del Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB), dio a conocer el avance que lleva en un año de esta investigación titulada “Cambios en la abundancia, distribución y uso de hábitat de la ballena jorobada (Megapteranovaeangliae) en Bahía de Banderas, México”.
Ante alumnos e investigadores de esta entidad académica, explicó que las hembras con crías son las más afectadas por las embarcaciones turísticas cuando se acercan a observarlas, lo cual ocasiona que estos grupos se muevan más hacia la boca de la bahía, donde hay más depredación debido a la presencia de orcas que aprovechan para comerse a sus hijos.
Detalló que esta especie se divide en grupos de: machos cantores, machos solitarios, parejas, madres con cría, y madre con cría y escolta. Este último normalmente es un macho que los acompaña porque realmente quiere reproducirse con la hembra. También hay un grupo de cortejo conformado por hasta 12 machos que se pelean por una hembra.
Como parte del trabajo dirigido por el investigador del IIB, Eduardo Morteo Ortiz, resaltó que en siglos anteriores esta especie era cazada para generar combustible a partir de su aceite que era almacenado en barriles, pues aún no se descubría el petróleo; también servía como alimento. En 1976 se prohibió esta práctica aunque en algunos países persiste.
Dio a conocer que la ballena jorobada mide de 12 a 17 metros de largo, lo cual varía de la región en que se encuentra. La hembra suele ser más grande que el macho por un metro y medio. Cuando nacen llegan a medir cuatro metros y pesar alrededor de cinco toneladas, mientras que los adultos llegan hasta las 40.
México es el lugar que han elegido para reproducirse y su proceso de gestación dura 12 meses. Después de eso regresan a sus zonas de alimentación ubicadas en Alaska, Oregón, Washington y California.
Comentó que los avistamientos en nuestro país iniciaron en la década de los noventa; y en 1982 los estudios relacionados con esta especie, sobre el número de ballenas, su distribución y muestras de piel para pruebas genéticas.
Dichas investigaciones también establecieron que el aumento en la cantidad de embarcaciones pesqueras, de observación de ballenas y turísticas, así como el ruido que generan alrededor de ellas, ocasionó un cambio en el comportamiento de estos mamíferos, pues el canto de los machos para atraer a las hembras disminuyó a lo largo del tiempo.
Esta problemática continuó hasta el año 2000, en que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) publicó la Norma Oficial Mexicana NOM-131 “Lineamientos y especificaciones para el desarrollo de actividades de observación de ballenas relativas a su protección y la conservación de su hábitat”, que especifica un control en la expedición de permisos para su avistamiento, el cual no debe ser menor a los 60 metros de distancia.
Daniela Gutiérrez señaló que aunado a esta afectación, los fenómenos climatológicos como El Niño y La Niña también representan una amenaza por los cambios en la temperatura del agua; sin embargo, aún no se ha determinado si estos eventos han influido en la distribución y abundancia de las ballenas en Bahía de Banderas, ubicada en el estado de Nayarit.
En este sentido, su investigación busca evaluar la relación entre la abundancia relativa de ballenas y las embarcaciones turísticas en las distintas temporadas; y analizar el comportamiento espacio-temporal de las distintas agrupaciones de la especie con respecto de las embarcaciones.
Asimismo, pretende describir el cambio en el uso de hábitat por tipo de grupos de ballenas en la temporada antes y después de la expedición de permisos de observación, el cual se sabe va en aumento, y aunque está regulado no existe un control de cuántas embarcaciones hay en el mar.