Conforme avanzan los días, el gobernador de Veracruz se queda cada vez más solo. Ha perdido el control de áreas estratégicas como el Congreso –ni siquiera pudo imponer a la secretaria de la Mesa Directiva-, del ORFIS –la dependencia de ha deslindado de la limpia que hizo la Comisión de Vigilancia de las barruntos de la Cuenta Pública 2017-, del Sistema Estatal Anticorrupción –el órgano ciudadano también ha pedido que se rechace el informe de la propia cuenta-; y hasta de los partidos aliados como el PRD.

A ellos hay que sumar lo que para muchos fue un martes negro: el exhorto de la Cámara de Diputados a la PGR para que informe del estado de las denuncias presentadas en su contra, así como la solicitud de juicio político contra su fiscal general y la renuncia del Presidente del Tribunal Superior de Justicia.

Pero cuando parece que todas las plagas han caído sobre él, el gobernador ha demostrado que su zona de confort es el conflicto y que su capacidad de comunicación política está intacta. Como en otros momentos de crisis, ayer hizo una aparición pública –en esta ocasión para tramitar la renovación de su pasaporte- y puso a todos los medios a su servicio.

De sus aliados y redes afines no se extraña que se hayan desmedido en elogios respecto de su “sencillez” para hacer personalmente el trámite y de que haya convivido de cerca con los ciudadanos de a pie, aunque para algunos no haya causado el menor interés, como se observa en las fotografías.

Lo que vale la pena para él mismo y para el análisis, es como todos sus adversarios y críticos más feroces –actores políticos y medios de comunicación- jugaron el papel de sus voceros involuntarios. Las declaraciones, críticas, memes y chismorreo en las redes sobre su supuesta intención de darse a la fuga una vez que concluya su gobierno –algo que por supuesto no haría de manera tan pública-, sirvió como efectivo distractor de todos los problemas que rondan sobre él. No podía haber salido mejor.

Si su gobierno evidenció una ausencia total de una estrategia de comunicación social –por supuesto vista más allá de los convenios de publicidad, como él acusa-, su capacidad para convertirse en el centro de atención sigue siendo su principal fortaleza. Salir a la calle después de un momento de crisis –por ejemplo, cuando perdió la elección, en eventos de cruda violencia o como este martes negro-, es una estrategia muy básica que sigue redituándole resultados sorprendentes.

Ayer, sin hacer una sola declaración, sólo con dejarse retratar en las oficinas de la Secretaría de Relaciones Exteriores aquí en Xalapa, atajó por completo la crisis de hace un par de días y de la que hoy pocos se acuerdan. En pocas horas se volvió viral y todos nos enfocamos en especular si el trámite de su pasaporte era un aviso anunciado de que abandonará el estado y el país en las siguientes semanas.

Por la tarde, con los estupendos resultados obtenidos, seguramente el gobernador reía satisfecho de cómo sus peores críticos lo habían salvado, aunque sea momentáneamente, de la hoguera de las acusaciones en su contra.

Enviar un emisario a hacer el trámite era lo fácil. Hacerlo personalmente en cualquier oficina de la Ciudad de México es la más común. Sin embargo, el pasaporte fue el pretexto perfecto para confirmar su olfato respecto del comportamiento de los medios.

Caso contrario hubiera sucedido si nadie hubiera hecho eco del tema; si la indiferencia de las redes y los medios hubiera sido la misma de quienes esperaban en la Torre Animas para realizar el trámite en la SRE. Entonces, las réplicas de las denuncias de Morena, de las acusaciones de enriquecimiento, de su papel en la atención a los migrantes centroamericanos, seguirían erosionando los últimos días de su gobierno.

Pero no. Los medios críticos y las redes sociales hoy lo han vuelto a salvar; Miguel Ángel Yunes envió el mensaje, a través de sus adversarios, de que está más vivo que nunca. En eso, hay que reconocerlo, seguimos siendo primitivos y previsibles. Somos buenos para hacer el caldo gordo a quien lo necesita.

Luego de una larga carrera política y dos años como Gobernador, muchos siguen sin conocer a Miguel Ángel Yunes. De su historia, poco sabían los muchachos del duartismo fiel y pagaron las consecuencias de su inocencia, unos con cárcel y otros devolviendo propiedades sólo con la esperanza de la impunidad.

Pero quién sí lo conoce es el Presidente electo. Andrés Manuel López Obrador tiene cuentas pendientes con él, pero sabe que es un político al que no se vence fácilmente. Las derrotas han sido muchas y de todas ellas se ha levantado. Dependerá del tabasqueño la suerte de Miguel Ángel Yunes y ahí sí, es difícil que haya distractores que valgan.

Mientras, ayer miércoles fue un buen día para el Gobernador gracias a sus peores críticos.

Las del estribo…

  1. El audio sobre el supuesto acuerdo de los abogados de Arturo Bermúdez y el gobierno estatal para que éstos se desistieran de la acción penal en temas patrimoniales, no suena lógico. No porque Winckler y su cuadra no sean capaces de hacerlo, sino por la extrema inocencia que demostrarían los abogados al aceptar un acuerdo con quienes tienen pie y medio fuera del gobierno. En un mes nadie responderá por nadie… ni por nada.
  2. Otra vez policías municipales matan a una persona en sospechosas circunstancias, ahora en el puerto de Veracruz. La policía se ha convertido en un verdadero riesgo para la sociedad, no sólo por el grado de corrupción y delincuencia que ejercen sobre los ciudadanos, sino por la impunidad que gozan gracias a la protección de sus jefes. La descomposición es total.