Hoy inicia la afamada consulta sobre la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAICM). Y aunque la información surge a borbones, lo mismo a favor que en contra, se fortalece la percepción de que la decisión ya está tomada.

No obstante los desaciertos, contradicciones y hasta enfrentamientos –lo mismo con un sector de las fuerzas armadas que con empresarios y medios de comunicación-, la comunicación política de Andrés Manuel López Obrador sigue siendo muy efectiva.

Con la convocatoria sobre el futuro del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, ha vuelto a ser el centro de atención de todos los actores políticos, económicos y financieros del país, y es referencia obligada en muchos medios internacionales que han dado seguimiento a este singular ensayo. Son muchos los intereses en juego.

Desde hoy y hasta el domingo, cerca de un millón de personas expresará su opinión sobre el nuevo aeropuerto; la mayor parte de ellos saldrá de la membresía de Morena, para lo cual sus propios legisladores y funcionarios públicos en todo el país se encuentran listos para hacer la movilización respectiva. Organizada, supervisada y contabilizada por Morena, el resultado será el que más conviene a López Obrador: continuar con el proyecto que actualmente se construye en Texcoco.

De hecho, algunas empresas encuestadoras y medios de comunicación realizaron sus propios sondeos y tres cuartas partes de la población están a favor de continuar con la construcción del NAICM. Sin embargo, el presidente electo sigue enviando señales confusas para mantener la atención del respetable.

Que la consulta la gane el aeropuerto de Texcoco parecería un despropósito pero no lo es; desde su campaña electoral, López Obrador manifestó su abierta oposición al proyecto y su idea de cancelarlo para ampliar y operar simultáneamente tres terminales aéreas: el viejo aeropuerto de la ciudad, el militar de San Lucía en Tecámac y el de Toluca.

Pero las condiciones cambiaron. Ya no es candidato sino presidente electo. Si como parece que sucederá se continúa con el actual, no habrá merma política para el tabasqueño. Podrá asegurar a sus huestes y al mundo entero que es un demócrata, que a pesar de su oposición respetará el resultado porque el pueblo no se equivoca. De esa forma, tomará control absoluto del proyecto -aunque ya lo tiene desde hace algunos meses-, para condicionar que no haya más inversión federal, es decir, el aeropuerto va pero sin más dinero del gobierno.

Esto le quitará muchos dolores de cabeza: desde tener que atender las presiones del sector financiero –por ejemplo, ayer el dólar ya andaba rondando los 20 pesos-, hasta tener que ejecutar un nuevo proyecto ejecutivo que significa tiempo y dinero. Además, las finanzas del país no soportarían el gasto simultáneo de nuevas terminales en Toluca, Santa Lucía y la ciudad de México, al tiempo que se construye el tren Maya y la refinería que prometió en Tabasco. Imposible.

En lo financiero, -uno de los principales argumentos de quienes se oponen al proyecto de Texcoco-, el nuevo aeropuerto va a costar $286 mil millones de pesos, de los que ya se han invertido 58 mil y se han comprometido otros 100 mil millones; el resto de la obra podrá financiarse con el TUA, la venta de los terrenos en Texcoco y el actual aeropuerto, así como la inversión de empresas y comercios.

Hasta ahora no hay un proyecto ejecutivo que permita establecer una estimación confiable del costo de la reconfiguración de los tres aeropuertos que operan actualmente. Sumando los costos de la cancelación de Texcoco, la inversión que tendría que hacer el gobierno federal podría superar los 200 mil millones de pesos.

Cancelar Texcoco obligaría a que de inmediato se inicien los trabajos en  los tres aeropuertos, así sea con las mismas empresas que actualmente operan en Texcoco como lo ofreció el propio AMLO. Los otros dos proyectos, los que más le interesan, quedarían para mejor ocasión, así que el margen del presidente electo es estrecho.

Lo grave no es la consulta, sino que se convierta en norma utilizar un ejercicio no considerado en la ley –es ilegal pero es legítimo, según el vocero de AMLO- para tomar decisiones políticas sobre asuntos estrictamente técnicos y financieros.

¿O acaso preguntarán a la raza en cuánto quieren el salario mínimo o la canasta básica, el precio del dólar o del barril de petróleo? Por lo pronto, esta consulta ya la ganó Andrés Manuel.

Las del estribo…

  1. El cierre del gobierno es de pronóstico reservado. En su último día como Gobernador, Miguel Ángel Yunes Linares acudirá al Congreso local a comparecer ante una mayoría absoluta de Morena; un día después, habrá de transferir el poder a Cuitláhuac García. En ambos actos de enorme valor político confirmará que su proyecto no está muerto y que la batalla para la elección intermedia inicia ese mismo día. No terminan de conocerlo.
  2. Funcionarios corruptos de la Contraloría que extorsionan a otros funcionarios para no iniciarles procesos administrativos; empleados que deben entregar una parte de sus sueldos a quienes los contrataron; comisionados que deben viajar de noche para no recibir viáticos aunque estos si se cobren por sus jefes. Puras linduras a un mes de concluir el gobierno.