La elección de un destino que enriquece y entusiasma la realización de un anhelo, para ingresar en las filas de aquellos que abren las almas con sus pensamientos y sus palabras, para convertirse un día en creadores. Porque, en ello, la vida exige formas más ordenadas; disciplina en vez de libertad, profesión, entrega, claustro, esfuerzo adicional. De lo contrario, la sombra de la derrota acecha a lo que parece ser una vida tranquila. Pero esta aparente vida, tranquila, no es más que un canal que fatiga el entusiasmo de las mentes, debilitando su condición, llevándoles a la lejanía de lo inconcebible. Siendo que con el arte todo, estos estratos desconocidos traspasan pronto las fronteras del desconocimiento al conocimiento y la esfera espiritual se enaltece, se motiva y se entusiasma por la erudición.
A Eloína le gusta leer, contar lo que lee, escribir palabras que no conocía, pregunta con interés por su significado, se aprende los nombres de los personajes de los cuentos y los poemas y registra en su memoria la esencia de ellos. Desea saber. Ante la pregunta da respuestas con precisión, observa con atención en los libros con fotografías, pinturas de los impresionistas; Monet, Manet, Lautrec, Van Gogh, Degas, Cézanne, Gauguin, Rodin. Escucha con atención las otras historias y otros cuentos que se leen en su presencia, con arrojo se desplaza en la tirolesa, le gusta correr y subir escaleras, le agrada visitar los museos, las bibliotecas, conocer los reptiles como las serpientes, los búhos y las águilas, acudir a los conciertos de música clásica, escuchar con atención las conferencias de música y literatura del destacado maestro Guillermo Cuevas y Axel Juárez, le entusiasma estar entre libros, disfruta las películas de arte como “El globo blanco” (ganadora de numeroso premios de festival de cine), “Mis tardes con Margueritte” en donde un hombre (el emblemático actor francés Gérard Depardieu) encuentra la felicidad en los buenos libros. Eloína, ahora debe de haber terminado de disfrutar la obra “Carmen” con música de Georges Bizet y el libreto en francés de Ludovic Halévy y Henri Meihac, basada en la novela de Prosper Mérimée, así mismo admira contemplar, escuchar y explorar los laboratorios de investigación, a ella le encanta acudir a los cafés de hermosa arquitectura, “quiero escribir” me ha dicho, “¿puedo escribir un cuento o una historia?”, “nosotros nunca nos cansamos”, ha expresado, en tanto corre por el espacioso parque, subiendo y bajando por los juegos con tal habilidad que pareciera que sus neuronas se encuentran energizadas por la velocidad de sus desplazamientos de su flexibilidad y fortaleza física que a su corta edad hacen una comunión profunda con el conocimiento, la vida y su existencia.
En este círculo de la vida diaria de la pequeña Eloína, participan sus padres en su formación y educación con entrega y entusiasmo.
Sintácticas
El escritor francés Romain Rolland a temprana edad le elevó el ímpetu por descubrir los libros y la música, con los cuidados de su madre devota, dedicada exclusivamente a la educación de sus dos hijos.
Desde lejanías desconocidas, nos dice Stefan Zweig en su obra “La lucha contra el mundo”, Romain Rolland a temprana edad descubrió el idioma de los idiomas, el primer gran mensaje del alma: la música. Su madre, cuidadosa, lo educó junto al piano. Los sonidos fueron formando el mundo infinito del sentimiento, traspasando pronto las fronteras, pues mientras el alumno penetró curioso y seducido en la esfera espiritual de los clásicos franceses, vibraba en su alma la música alemana.
Romain cuenta de la forma más hermosa cómo le llegó este mensaje. Teníamos en casa cuadernos viejos con fragmentos de música alemana. ¿Alemana? ¿Sabía yo lo que significaba esa palabra? Creo que en nuestra región nunca nadie había visto un nativo de ese país…Abrí los viejos cuadernos y los deletreé, tecleando en el piano… y esas pequeñas acequias, esos pequeños arroyitos de música que humedecían mi corazón, se infiltraban y parecían desaparecer en mi como la lluvia absorbida por la tierra. Bienaventuranza amorosa, dolores, anhelos, sueños de Mozart, de Beethoven, os habeís convertido en carne, yo os he incorporado, sois míos, sois parte de mi… ¡Cuánto bien me han hecho! Cuando, siendo niño, estaba enfermo y temía morir, alguna melodía de Mozart vigilaba en mi almohada como una amante…Más adelante, en las crisis de la duda y del decaimiento, una melodía de Beethoven (aún lo recuerdo perfectamente) ha vuelto a despertar en mí la vibración de la vida interna… En cada momento en que sentía reseco mi espíritu y mi corazón tenía el piano cerca y me bañaba de música.
Valentina Lisitsa. Beethoven Piano Sonata No. 17 «Tempest». 3 Allegretto: