Como preámbulo a lo que será la cuarta transformación de la República, se ha convertido en tema de agenda nacional la boda de César Yañez, uno de los más cercanos colaboradores del presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Mucho se ha dicho y escrito sobre el evento que se realizó el pasado 29 de septiembre en la capital poblana.
El asunto en realidad no pasa de ser una anécdota que raya entre la envidia y la hipocresía. En un asunto tan personal como el de un enlace matrimonial, la pareja está en todo su derecho de hacer con su dinero y con su evento lo que les venga en gana. Es evidente que la crítica descarnada de “la boda fifí” del colaborador de López Obrador no tiene mayor propósito de desacreditar el discurso de la austeridad y el tupeware que han intentado imponernos.
Es cierto que el costo del evento ronda, según diversas publicaciones, los tres millones de pesos, lo que en nada concuerda con los ingresos declarados por el hoy esposo; sin embargo, mientras no se compruebe que la boda se pagó con recursos públicos, la pareja no estaría cometiendo ningún agravio. Lo que hicieron no dista mucho de otras tantas fiestas que realizan tantos políticos de todas las corrientes y partidos.
El problema, ese sí tendría que ser de interés nacional, no es lo que hayan gastado; tampoco es que no actúen con congruencia entre el ofrecimiento de un gobierno austero inscrito en la honrada medianía –con los sueldos anunciados por López Obrador ningún funcionario de su gobierno podría pagarse una fiesta así, aunque se dedicara a ahorrar estos seis años-, sino que tienen la misma percepción del ejercicio del poder que cualquier otro. La idealización no es culpa de ellos, sino de quien los ha comprado como una clase política diferente.
De tal forma que la tan anunciada austeridad será selectiva; se pregonará en lo público, pero en lo privado, gozarán de los privilegios que ha tenido cualquier otro gobernante. En Morena también les gusta viajar, tomar vinos franceses, comer langosta y vestir ropa de diseñador. Si tienen para pagarlo, están en su derecho de hacerlo, que también para eso sirve el dinero. La gravedad del asunto es la frenética hipocresía por convencer de lo que sólo es un ardid político.
Antes de tomar posesión, el Presidente electo y su más cercano colaborador ya aparecieron en la portada de la revista Hola, de la misma forma que lo han hecho Angélica Rivera o los hijos del presidente Peña Nieto para contar de sus andanzas por el mundo. Ni Andrés Manuel ni sus colaboradores llegaron al poder para regodearse de la inmundicia y la pobreza.
Hasta ahora, César Yáñez, el ex vocero de la campaña de Andrés Manuel López Obrador 2018 reportaba un ingreso mensual de 37 mil, 215 pesos. De acuerdo con la lista de sueldos del Comité Ejecutivo Nacional de Morena mismo que representa uno de los salarios más altos en el directorio. Sin embargo, para Yáñez, el costo de la boda supondría el ahorro de 80 meses de salario, según el último registro de ingreso que percibe
Dentro del marco legal la crítica en redes sociales ante la boda “fifí” pone en duda si el costo del evento fueron pagado del bolsillo de la pareja o si bien, representó un desfalco a los recursos públicos de Puebla, luego de una serie de eventos en los que resultó involucrada a hoy esposa de César Yáñez.
Pero nuevamente, López Obrador recurrió a la simulación y el engaño. Tras el tsunami de críticas –unas fundadas y otras no tanto-, declaró que él no se casó y solo fue invitado a la boda, y dijo que “cada quién es responsable de sus actos”. ¿Acaso es una crítica velada a su colaborador? ¿Cada quien será responsable de sus actos durante su gobierno o solamente se refiere a decisiones de la vida privada? En todo caso, con su presencia convalidó el tipo de festejos que tanto ha criticado a la actual clase política.
En un mensaje a medios, el presidente electo señaló que la boda “no fue una acción de gobierno, fue un evento social privado”. Acerca de los comentarios negativos sobre la celebración, el político tabasqueño aseguró que los críticos de Yáñez “tienen derecho” a emitir su opinión sobre el evento y la publicación en ¡Hola!; sin embargo, aseguró, “nosotros no vamos a cambiar, vamos a seguir actuando con integridad, principios, honradez y austeridad republicana”.
Por muchos años, López Obrador criticó severamente este tipo de conductas; hoy que las tiene en casa y se le critican, opta por victimizarse una vez más. Es evidente que la austeridad republicana será una farsa. Morena viene a gobernar y a utilizar el poder como cualquier otra administración federal; lo paradójico es que desde el propio gobierno, mantengan un discurso como si siguieran siendo oposición y no como responsables de las instituciones.
Parafraseando la sabiduría popular: la culpa no la tiene Andrés Manuel sino quien lo hizo presidente. Advertidos estábamos…
Las del estribo…
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