Lo han dicho en tono de broma pero es verdad: qué bueno que el corrupto Javier Duarte de Ochoa promovió el cambio constitucional para hacer que el periodo de este gobierno fuera de solo dos años, con la supuesta finalidad de homologar los procesos electorales, tal como lo pidió la legislación electoral en todo el país. Si en menos de dos años, Miguel Ángel Yunes Linares convirtió a Veracruz en un estado en condiciones de desastre, en seis lo hubiera desaparecido con todo y habitantes. Políticos de experiencia dentro de la administración pública opinan que Yunes Linares perdió el juicio, que se obsesionó de tal manera con heredar el cargo a su hijo que no se ha puesto a pensar un minuto en gobernar al estado. El problema es que todavía falta tiempo (un par de meses) para que su administración concluya, para que venga el relevo, y los crímenes se multiplican, inspirados en la impunidad que les brinda el estado, tanto el área de la seguridad pública, que no existió en el bienio, como de la Fiscalía General del Estado, que se puso únicamente al servicio del gobernante y se ha prestado a reprimir todo lo que se oponga a los designios del gobernador y a tapar los graves errores que cometen en cada caso que se animan a atender. Veracruz vive los peores momentos en su historia. Quienes han formado parte de este equipo de gobierno que se va, el tiempo que viva, nunca lograrán quitarse el estigma de haberse prestado a “colaborar” en un gobierno que alentó el crimen, la impunidad, el saqueo a las arcas públicas, el desempleo y el desmantelamiento de un estado que, con todo y deudas, se mantenía de pie.