Tantito porque a esa hora estaba la pelea Canelo-Golovkin; tantito porque los seguidores de Las Chivas festejaban en sus hogares el 4-2 que le empujaron a domicilio al Monterrey y tantito porque Miguel Ángel Yunes es un gobernador la mar de impopular, la ceremonia del Grito en Xalapa estuvo bastante desangelada.

A diferencia de hace un año en que el aparato yunista llenó la Plaza Lerdo de acarreados, en esta ocasión la asistencia fue muy pobre. Los miembros de logística tuvieron que sudar la gota gorda para convencer a los líderes de las colonias (mediante una módica feria) que llevaran a su gente, pero ya mero ni así.

La Plaza no se llenó; le faltó calor humano y calor patrio. El mismo gobernador no tenía la sonrisa de otras ocasiones, pero esto es comprensible porque fue su último Grito, ese que llena de nostalgia a todo presidente, alcalde o gobernador.

Fue el Grito de la despedida, el del ya me voy, ese que se da con la garganta cerrada por la melancolía.

Alguna vez me tocó acompañar a mi querido padre a un pueblo rabón, al último Grito de un alcalde al que la nostalgia le ganó desde la víspera y llegó pedo al balcón de Palacio Municipal a cumplir su compromiso: “Compatriotas, vivan los héroes que nos dieron patria y libertad… Viva Villa…” El secretario se acercó solícito a decirle que Villa no era ningún héroe de la independencia. Y en ese momento comenzó la diversión.

-A mi no me esté chingando licenciao, yo le grito vivas a quien se me pegue la gana- dijo por el micrófono el munícipe ante la algarabía de la raza.

-Por esta cruz que los voy a extrañar. Ustedes queridos paisanos son una chulada de pueblo y me duele aquí, aquí en el alma, dejarlos a merced del sujeto que me va a suceder en el cargo. Ese si es bien rata, para que vean… Pero ni hablar, ustedes lo quisieron a él en lugar de mi compadre Segismundo al que propuse al partido como mi sucesor. Y el pueblo manda, aunque se van a arrepentir, desde ahorita se los digo- dijo entre hipo e hipo.

La perorata duró como media hora y la diversión hubiera seguido, de no ser porque entre su mujer y un par de policías, lo sacaron del balcón y el Grito terminó dándolo el C. Secretario del Ayuntamiento.

Como aquel alcalde, Yunes Linares propuso e impuso a su hijo como candidato a sucederlo, y al igual que aquel perdió la elección.

Pero a diferencia del alcalde que sí era querido (tan es así que tres años después de aquel inolvidable Grito estuvo un segundo periodo como presidente municipal), Yunes Linares no es popular ni querido y es casi imposible que repita en el cargo o que alguno de sus vástagos llegue a la gubernatura.

A aquel alcalde la raza le perdonó que llegara ebrio a dar el Grito, a Yunes Linares nadie le perdona que haya prometido solucionar el problema sustantivo de Veracruz, la inseguridad, y no haya cumplido.

Aquel alcalde era muy cercano a la gente y les hablaba con la verdad, cosa difícil en un político. Yunes Linares acude con demasiada frecuencia a la mentira y esto lo aleja aún más de sus gobernados. Pero ni hablar, así es él.

Este domingo, por ejemplo, dijo que el saldo de las Fiestas Patrias fue blanco y volvió a mentir porque hubo al menos dos ejecutados.

Engañados, burlados, robados y acosados por la inseguridad como nunca en la historia de la entidad, los veracruzanos le dieron a Miguel Ángel toda la confianza y en respuesta fueron otra vez engañados, burlados y más adelante se sabrá cuánto les robaron.

Yunes llegó al poder con deseos de venganza y así no se puede gobernar.

El resultado ahí está: deja un Veracruz más violento, más inseguro, con un desempleo galopante y un resentimiento social bárbaro.

Su rencor por Fidel y Javier es tan grande que terminó pareciéndose a ellos y al igual que ese par, también se va en medio de denuestos y del rechazo, la descalificación e incluso el odio de los veracruzanos.

Este sábado salió al balcón central de Palacio de Gobierno, tañó la campana y vitoreó a los héroes de la Independencia por última vez.

Ojalá y en efecto, sea la última vez.

bernardogup@nullhotmail.com