La morfina es una droga opioide utilizada frecuentemente como analgésico. Su efecto para aliviar el dolor es muy potente, y su uso en la medicina ha sido bastante popular. No obstante, la sustancia también ha sido motivo de preocupación pues sus efectos adictivos han provocado la muerte de miles de personas.

La morfina se suele administrar a través de inyecciones. Al momento de entrar al cuerpo, la sustancia se dirige al cerebro y empieza a actuar sobre los receptores opioides. Esto cambia la capacidad de percepción del cerebro, limitando las sensaciones de dolor. Además, ralentiza su funcionamiento, y reduce la respiración y la frecuencia cardiaca.

También se produce una sensación placentera que la suelen vivir los pacientes en los hospitales. Al ser una sustancia recetada, las personas podían seguir adquiriéndola y abusar de sus efectos por fuera de la recomendación médica. La morfina resultó ser adictiva a niveles altísimos, y se sabe que en 2015 al menos 2 millones de personas en Estados Unidos sufrieron trastornos por consumo de opioides recetados.

Eso no es lo peor. Además de la adicción, la morfina también puede generar efectos secundarios que pueden ser letales. Tiene efectos gastrointestinales como náuseas, vómitos, estreñimiento y diarrea. Adicionalmente puede generar depresión respiratoria, fallo renal, pancreatitis, erupciones en la piel y probabilidad de contraer enfermedades de transmisión por contacto sanguíneo por las jeringas.

Todo lo anteriormente mencionado puede empeorar al desarrollar una mayor adicción. El sujeto puede aumentar su tolerancia a la sustancia y así requerir de más dosis para sentir los efectos de la morfina. Finalmente muere al sufrir cada vez más intensamente estos síntomas.

El nuevo analgésico

Por eso la comunidad científica se dio a la tarea de desarrollar una sustancia que reemplazara a la morfina. Eso sí, sin que generara adicción y que pudiera replicar la crisis provocada por otros opioides.

Afortunadamente lo lograron, y llamaron a la nueva sustancia AT-121. Según sus creadores, el AT-121 es capaz de generar un efecto mucho mayor que el de la morfina sin provocar sus efectos secundarios.

Al igual que la morfina, el AT-121 también acude a los receptores opioides del cerebro para aliviar el dolor. Sin embargo, también afecta otros puntos llamados receptores de péptido opioide nociceptina (NOP). Al hacer esto, se bloquea la respuesta de los receptores opioides que generan la sensación placentera y que llevan hacia la adicción.

Se demostró su efectividad en pruebas hechas en monos. Los animales fueron capaces de aguantar el hecho de tener sus colas dentro de agua a 50 ºC por varios minutos con solo una pequeña dosis. Esto traduce en que el AT-121 es hasta 100 veces más efectiva que la morfina. Por otro lado, tampoco desarrollaron reacción adictiva ante la sustancia.

Actualmente las pruebas continúan para determinar las dosis apropiadas para consumo humano. De lanzarse este producto, se podría reducir radicalmente el número de nuevas personas que desarrollan adicción a los opioides todos los años.

Con información de FayerWayer