Agua Dulce, Ver.- El temor a ser desaparecido se despertó en su interior después de que el oficial que había estado lastimándolo con una especie de varilla le confesara en tono molesto: “Me gustaría estar de civil para despellejarte personalmente”.
De ahí, el resto del trayecto, tumbado en la parte trasera de una patrulla, prefirió pasarlo en silencio mientras que, de cuando en cuando, alcanzaba a levantar la vista para ubicar si todavía estaban dentro de la ciudad.
Su nombre, por motivos de seguridad, fue cambiado, pero se atreve a contar lo que le sucedió en un retén de la Fuerza Civil en coordinación con otros elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Veracruz. Una situación de la que, dice, se alegra de haber salido vivo.
El miércoles por la noche, cerca de las 20:00 horas, Juan y su esposa se dirigían a la colonia El Muelle, de Agua Dulce, cuando a la altura del rastro municipal notaron que otros vehículos les hacían señales para que no continuaran su camino, ya que había un retén de la Policía. Ellos, considerando que no llevaban nada “malo”, decidieron seguir su camino.
El oficial ordenó que se detuvieran y les pidieron sus documentos. La pareja admite que tenía licencia de conducir, pero no de moto, además de que no llevaban la tarjeta de circulación por cuestión de seguridad “pues ya vez que luego se roban las motos”.
Juan pidió a los uniformados que dejaran ir a su esposa para que buscara la factura de la unidad, pero lo retuvieron y comenzaron a regañarlo, para luego ordenarle que se bajara del vehículo.
El hidrómilo admite que, molesto, les dijo que no tenía por qué bajarse, cuando el oficial de la Fuerza Civil advirtió a los demás “agárrenlo a ese que no se vaya a pelar”. Él se refirió al elemento con un “güey”, lo que fue tomado como un insulto y de ahí comenzó la tortura.
En esos momentos, los demás vestidos de azul se amontonaron alrededor de la moto, entre cinco y seis, recuerda. Le arrojaron el primer manotazo y lo picaron en los ojos, luego ya en el suelo, empezaron a patearlo con furia. Todo esto frente a su esposa.
En un intento de volver a picarlo en los ojos, a tientas recorrieron su cara con las manos, pero la mano no entró en las cuencas sino en la boca. Y Juan lo mordió. Por eso lo arrojaron a la batea de la patrulla y hasta chocaron su cabeza contra el toldo. “Me la vas a pagar”, le dijo el policía de camisa verde, distintivo de la Fuerza Civil, la unidad de élite conformada durante la administración de Javier Duarte de Ochoa.
Hasta de la moto se olvidaron, de ella y de la mujer a la que no dejaron ir en la patrulla, pero le hicieron guiño de que a su esposo, por haber mordido a un policía, no le iría nada bien. Ella alcanzó a ver cómo sacaron una especie de varilla corta, la cual sería la torturadora durante el resto del traslado de Juan.
“¿A dónde me van a llevar ahorita?”, se preguntaba en el camino. El cuerpo le dolía, le pesaba el pie del policía que lo sometía con sus pesadas botas, sobre su hombro derecho. Con el fierro le presionaron la garganta. Los minutos parecían larguísimos.
Finalmente llegaron a la comandancia de la Policía local. Los del retén lo arrastraron hasta el interior del patio y todavía sacaron un machete para “planearlo” por la espalda, aunque pedían una tabla. “No grites porque te va a ir peor”, le advirtieron y por último lo entregaron en los separos.
Ahí, la Policía Municipal —que no participó en el retén— advirtió lo mal que estaba el muchacho, así que decidieron trasladarlo a la clínica del DIF Municipal y asentar el estado en el que llegó. Irónicamente, la Policía lo rescató de la Policía, dice Juan.
En la clínica del DIF no pudieron evaluarlo porque no contaban con médico legista, así que regresó a la comandancia, recibió apoyo por parte de Protección Civil y tras pagar 600 pesos de “multa administrativa”, a las diez de la noche lo dejaron ir.
Entonces regresó al DIF, en donde un médico lo atendió y registró lo siguiente: “Poligolpeado en cabeza, tronco y extremidades y marcas con cortaduras superficiales en espalda con machete por policías. Sin estado de ebriedad. Probable fisura de mandíbula”.
Incluso el personal de la clínica dio fe de la forma en la que actuó el personal de la Fuerza Civil la primera vez que lo llevaron a revisión, pues incluso se comportaron de forma agresiva contra los doctores.
A unos días, el pecho de Juan todavía forma con su sangre la huella de la bota que lo sometió. Debe hacerse una radiografía de cráneo y cuello y posiblemente tiene una fractura en la mandíbula.
Violeta Santiago/Avc