Dedico estas reflexiones a las víctimas

que se vuelven perpetradores y victimarios.

Estas reflexiones son en cierta forma una continuación a mi artículo anterior “Perdón y Justicia Restaurativa”: https://formato7.com/2018/08/12/perdon-y-justicia-restaurativa/ , pero ahora trataré de entrar al tema de la emocionalidad como uno de los aspectos fundamentales para entender los caminos o las bases para la construcción de paz o la resolución de conflictos.

Cuando hemos sido objeto de un hecho que nos pone en la posición de víctimas o cuando nos sentimos víctimas por un hecho o un dicho que consideramos injusto, podemos caer en el resentimiento y la inacción, o bien podemos optar por entrar a un proceso de aprendizaje que nos mueva a crear nuevas posibilidades.

Consideremos también que en muchas ocasiones los victimarios también han sido víctimas, o por decirlo de otra manera, las víctimas también pueden volverse victimarias y perpetradoras cuando no han encontrado una salida a su resentimiento.

Lo contrario al respeto a un otro diferente es la invalidación del otro. Esa invalidación de la otra persona es causa de mucho miedo, resentimiento y baja autoestima porque se dirige a invalidar la dignidad del otro. Los victimarios o perpetradores hacen exactamente eso.

Cuando hablamos de víctimas se debe tomar en cuenta la emocionalidad como un aspecto fundamental que afecta nuestro desempeño y contribuye a definir lo que es posible o imposible para nosotros, dado que hay emocionalidad sanas y emocionalidades tóxicas. Albert Ellis, ha señalado esta distinción y enfatiza que las emocionalidades tóxicas son aquellas donde pierdo el respeto a mí mismo o a otra persona, en las que me estanco, o las que distorsionan mi capacidad de acción, como la depresión, la cólera, el pánico, la resignación, el resentimiento, la baja autoestima, o los celos o la envidia desmedidas.

El resentimiento habilita la venganza y justifica la violencia. Es la emocionalidad del esclavo. En el resentimiento nos constituimos en víctimas. Nace en el incumplimiento de una promesa o en el incumplimiento de una expectativa que considero legítima. ¿Cómo salir de ahí?

Sabernos o sentirnos sujetos de un tratamiento injusto es causa de mucho sufrimiento y resentimiento, la solución es la conversación que busque la paz y reconciliación, para mantener las relaciones que queremos y sean sanas, o bien dar por terminadas relaciones que nos hacen daño.

Para salir del resentimiento están varias opciones: hacer el reclamo, aclarar las expectativas  y decir «basta» «eso yo no lo quiero», y hacer las peticiones y ofertas necesarias. También está la declaración del perdón, es algo que me lo regalo a mí mismo.

En este momento que estamos empezando a conversar sobre procesos de pacificación, reconciliación y perdón, debemos tomar en cuenta estos aspectos de la emocionalidad de las víctimas si queremos lograr cambios transformacionales en la forma de vivir y de convivir, es decir, una cultura sana desde la ética de una convivencia distinta. Para ello debemos tomar en cuenta el gran peso que tienen las emocionalidades de la resignación o del resentimiento y lo que causan individual, familiar y socialmente.

El resentimiento se parece a la rabia, a partir de él nos constituimos en víctimas permanentes y mi rabia crece como una mata maliciosa al interior de mi alma. El resentimiento muchas veces tiene como efecto el callar, y se desenvuelve clandestinamente, habilita la venganza y justifica la violencia. Lo que debemos comprender es que en la mayoría de los casos nace a partir del incumplimiento de una promesa. Por eso las violaciones graves a los derechos humanos son tan lacerantes porque la promesa de que el Estado o el servidor público te protegerían se rompió. O bien cuando el sacerdote o el padre es un abusador rompen la promesa de que esas figuras te cuidarían. O el hombre que le pega a su pareja. En esos y muchos casos se incumplió una promesa, se incumplió una expectativa que consideraba legítima.

El resentimiento oculta algo muy importante, la rabia que yo siento por lo que me hicieron oculta el poder que tiene el agresor sobre mí, me he esclavizado frente a ese agresor, él ganó dos veces: cuando me golpeó y cuando quedé atrapado en eso, en el resentimiento. La víctima ha quedado atrapada en el poder que le ha dado a esa experiencia y eso es responsabilidad de la víctima. Por eso decimos que las víctimas también pueden volverse victimarios, porque puede constituir una salida falsa a ese resentimiento, y lastimar a su vez a otras personas.

No podemos cambiar lo que pasó, pero podemos cambiar la interpretación de ese pasado, y también podemos trabajar en abrir posibilidades, es decir trabajar en lo que se puede cambiar. Esto es fundamental en el trabajo con víctimas y también con victimarios.

Por ello son fundamentales las conversaciones si queremos hacer realidad las nuevas disposiciones sobre medidas alternativas al conflicto, o de justicia restaurativa. Las conversaciones son las herramientas para construir posibilidades y para abrir espacios de posibilidades desde la acción. Dentro de esas conversaciones hay dos declaraciones muy importantes que son las peticiones y las ofertas.

Para todo eso es imprescindible aprender a formular el reclamo a través de conversaciones que contengan las declaraciones de peticiones y de ofertas, y que eventualmente pueden considerar al perdón como una declaración que me regalo a mí mismo, una declaración para no aceptar que eso siga gobernando mi vida.

Este tema es muy delicado y difícil cuando hablamos de delitos graves, o de graves violaciones a los derechos humanos, como por ejemplo las desapariciones de personas, ya que el familiar sigue buscando con esperanza a su hijo, hija, hermano, papás, y están en un limbo en el que se vuelve muy complicado las medidas de reparación.

Sin embargo las medidas de reparación o un plan de reparación deben considerar de todas formas el trabajar para abrir todas las conversaciones necesarias que posibiliten a las víctimas, aún las de desaparición, salir del resentimiento o de la resignación, y de emocionalidades negativas o tóxicas que no los lleven al cambio de interpretaciones o a la acción.

En México se está trabajando en el diseño e implementación del marco legal e institucional general para la justicia restaurativa y las salidas alternativas o alternas al conflicto, y ya contamos con leyes que han empezado a operar como la Ley Nacional de Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias en Materia Penal, y en Veracruz la Ley de Medios Alternativos para la Solución de Conflictos.

Sin embargo, si queremos ir hacia un trabajo más profundo que se encamine no solamente a la prevención de delitos o conflictos, sino también a promover proceso de paz en diversos ámbitos, deberíamos desde ya trabajar en ir creando espacios y el personal capacitado para diseñar y llevar a cabo conversaciones que se encaminen a promover cambios en las personas víctimas y victimarios que les permitan adquirir capacidades emocionales positivas y nuevas posibilidades de acción. No se puede llegar al perdón sin antes haber trabajado en estas conversaciones y estas emocionalidades que abran el camino para declarar el perdón.

 

Estoy cierto que los operadores actuales del sistema de justicia o de atención a víctimas (sobre todo los abogados) cumplen esta misión del trabajo de mediación o de soluciones alternativas con esquemas, procesos y formatos muy rígidos y formales, en los que se cuida mucho los aspectos legales y procesales. Pero estoy convencido que para lograr cambios profundos y significativos en las personas, sus familias y sus comunidades, se deberá trabajar con una visión que incorpore un trabajo con las emocionalidades y el cambio de acciones en las formas de relacionarse tanto de las víctimas como de victimarios.

Es decir, pasar del formalismo y el burocratismo, a un trabajo personal con un enfoque psicosocial y ontológicos donde se enfatice la importancia del lenguaje, de las conversaciones y de la trasformación personal para lograr cambios reales en las formas de relacionarnos y de convivir.

Los planes de reparación integral deben incorporar tanto en su desarrollo como en sus conclusiones un trabajo con las emociones para lograr transformaciones y procesos de cambio personal en las víctimas para que sus vidas cobren nuevos significados y posibilidades de acción individual y colectiva.