Ir a cargar gasolina en estos tiempos es un lujo que muy pocos mexicanos pueden darse. Es cierto, los automovilistas que consumen directamente el combustible son los menos respecto de la población del país, pero el impacto que tiene en la economía su aumento de precio –el costo en bienes y servicios, transporte, etc.-, lo debemos apechugar entre todos, incluso los más pobres.

¿Cuál es la diferencia entre los famosos gasolinazos establecidos por Felipe Calderón y el deslizamiento en el precio por parte de Enrique Peña? Que antes sabíamos cuando –el primer día del mes- y de a cómo iba a ser el aumento; ahora despertamos cada día con una tarifa actualizada en los tableros luminosos de las gasolineras. Y ni modo, a pagar.

¿Y cuál será la diferencia de los últimos dos gobiernos con respecto de la política de precios que establecerá Andrés Manuel López Obrador? A decir de quien será su Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, ninguna. El próximo funcionario ha explicado que se trata de un precio internacional y que este debe ajustarse conforme a esa tarifa.

“Nosotros creemos que no puede haber movimientos abruptos en el precio de la gasolina. Es decir, estamos pensando en incrementar cada año, por inflación, el precio. En términos reales no se va a incrementar, pero en términos nominales sí, por la inflación”, dijo apenas tres días después de que López Obrador ganó la elección del primero de julio.

Pero en medio de la crisis, hasta suena alentador. Resulta que la gasolina ha tenido un aumento de precio de casi el 12 por ciento en lo que va del año –más del doble de lo que llevamos de inflación acumulada-, por lo que en el futuro tengamos precios que suban en la misma proporción sería un verdadero bálsamo. Pero de aquello de que la gasolina bajará de precio, mejor ni hablamos.

Con el precio de la gasolina Premium arriba de los 20 pesos y de la Magna rondando los 19, el anuncio de Andrés Manuel López Obrador de invertir  unos 160 mil millones de pesos para construir una nueva refinería en el país y destinar otros 50 mil millones para modernizar las seis refinerías domésticas de Pemex que operan actualmente, no suena nada descabellado para el consumidor común.

Uno de los principales méritos de López Obrador es decir lo que la gente quiere escuchar en el momento preciso; si bien es cierto que el proyecto de una nueva refinería lo ha venido anunciando de años atrás, decirlo en el momento en que la gente sufre otro gasolinazo silencioso lo ayudará a tener un gran respaldo popular a su iniciativa.

Así, a contrapelo de la opinión de algunos especialistas, el nuevo Presidente pondrá en marcha un ambicioso proyecto energético que le pondría en el rango del nivel de Lázaro Cárdenas… su funciona, por supuesto.

Históricamente, las multimillonarios inversiones en el sector petrolero han sido una sangría para las finanzas nacionales; corrupción, conflicto de intereses, mala planeación y derroche de funcionarios han sido recurrentes cuando descubrimos, una vez más, yacimientos que en teoría nos convertirán en el líder mundial en la producción de petróleo. Seguimos sin aprender a administrar la abundancia.

Andrés Manuel López Obrador se comprometió a cambiar el rostro de uno de los sectores más importantes para el desarrollo económico de México mediante el aumento de la producción petrolera, la rehabilitación y construcción de nuevas refinerías, estrategia a la que también se espera se incluya la implementación de energías renovables.

Sin embargo, a decir de algunos especialistas, el plan que contempla AMLO va en contra de la actual tendencia nacional e internacional, la cual se ha movido más hacia el tema eléctrico que de hidrocarburos en un intento por disminuir la dependencia hacia el petróleo y con ello mitigar los efectos del cambio climático.

Este lunes insistió en que el presupuesto de 50 mil millones de pesos sí alcanzará para reconfigurar seis refinerías, porque en las ocasiones que no es suficiente “cuando no se aplica bien” y porque “no habrá corrupción y no habrá derroche”. En cuanto a la construcción de una nueva refinería, López Obrador destacó que se prevé un costo de alrededor de 160 mil millones de pesos, en tres años. Sin embargo, sigue sin quedar claro de dónde saldrán los recursos.

El tiempo –todo este proyecto no lo podría realizar ningún país en sólo seis años -, los costos de construcción –los gringos han impuesto aranceles al acero y al aluminio-, la baja producción petrolera del país y la falta de infraestructura, serán los principales obstáculos que enfrente el gobierno.

A pesar de los argumentos en un sentido y en otro, la percepción de los ciudadanos es que la gasolina está carísima y que hay que hacer algo por detener su incremento constante. No importa si para eso haya que gastar más dinero.

En cambio, para el gobierno de Enrique Peña, parece es una especie de amarga despedida: el último gasolinazo y nos vamos.

Las del estribo…

  1. Hace un par de años, el magistrado Edel Alvarez Peña se relamía los bigotes imaginando la silla principal del Poder Judicial y de un retiro dorado al término de su Presidencia. Hoy las cosas le han cambiado radicalmente. El gobernador electo ha dicho que lo investigará con lupa; no la necesita, el desorden financiero, la corrupción y el tráfico de influencias en la construcción de ciudades judiciales está a la vista de todos. Adiós al “magistrado carnal”.
  2. Algunos académicos suelen vivir de construir escenarios que nunca suceden, para luego explicar porqué no sucedieron. Y ahí se la llevan. Ayer en el coloquio “A un mes de las elecciones en México” se habló frívolamente de la destrucción del PRI y el fracaso de las coaliciones. Hace seis años, todos veían un PRI longevo; hace dos, a un PAN/PRD enfilado a la Presidencia. Pero bueno, así es nuestra academia.