Ayer presenté la charla que tuve con Xóchitl Salinas sobre la presentación de Hudson y Metztli, los dos libros de Xánath Caraza que serán presentados por ella y Juan Mireles el viernes 3 de agosto a partir de las 17:00 horas en el Centro Recreativo Xalapeño (ver: El viernes, Xánath Caraza presentará sus libros Hudson y Metztli). En esa plática, me comentó que si bien ambos presentadores comentarán las dos obras, cada quien hará énfasis en uno, ella profundizará sobre el poemario Hudson.

Amablemente, me hizo llegar la reseña que ha preparado para que la conozcan los lectores de esta columna.

El llanto del Hudson

Xóchitl Salinas Martínez

«Las palabras son sólo piedras puestas atravesando

la corriente de un río. Si están ahí es para que podamos

llegar a la otra orilla, la otra orilla es lo que importa».
José Saramago

Hudson (2018, Editorial Nazarí), el más reciente poemario de Xánath Caraza, cuenta nuevamente con la traducción de Sandra Kingery con quien la autora ya suma años de formar un sólido equipo de trabajo que permite a sus libros llegar a más lectores y esta vez lo hacen como tejedoras de historias a través de los 50 poemas que lo conforman. El bilingüismo, español-inglés, que siempre ha sido fundamental para ambas, en este libro se vuelve vital pues al hablar de la condición migrante en Estados Unidos, en la zona que rodea al Río Hudson, sabemos que muchas de esas historias se respiran en español. Así, dentro del cuerpo principal, los poemas nos ofrecen un tema en específico: la situación de los migrantes teniendo al Río Hudson como mudo testigo de sus destinos; pero Xánath nos quiere dar más, por eso, dentro del continente poético, se suman otras dos lecturas o voces -señaladas en negritas y en cursivas- que potencian, crecen y trifurcan su contenido. El libro se multiplica en brazos como el mismo río. Hudson es tres libros en uno o es incluso más, pues se deja abierta la interacción lúdica de quien lee y se apropia los poemas. El lector tiene un papel fundamental en este poemario, se vuelve protagonista porque siente muy de cerca las palabras pero también lo hace suyo, no sólo siguiendo la propuesta sino buscando y encontrando otras nuevas.

En Hudson, la voz poética de Caraza se vuelve ancestral. Xanath Caraza hace un homenaje a las elegías griegas y la actualiza mostrándonos una realidad avasallante. Es una travesía, guiada por Caronte, mientras vemos a los espíritus vistos en forma de cantos que se van transformando en gritos de denuncia y es, también, el coro que no permite que olvidemos su mensaje. El Río Hudson se convierte en el Río Aqueronte contemporáneo.

 

El tiempo se fractura
con la corriente y
Caronte abre los brazos.1

 

De tal forma, Xánath Caraza transforma sus tres propuestas de lectura antes referidas, en vasos comunicantes, en afluentes mismos del Hudson con sus distintas densidades. Las palabras resaltadas en negritas se transforman en una oda al agua como parte fundamental de la creación, de ahí que sea una suerte de hagiografía de la vida. Las señaladas en cursivas, por su parte, hacen la función de coro dentro de esta la tragedia moderna. La lectura total de los poemas nos confronta con el problema, con la desgracia y el desamparo; es ahí donde la preocupación se transforma en una crítica social y política respecto al trato y lo que enfrentan los migrantes latinoamericanos, no sólo en esa parte del país, sino en todo Estados Unidos. El poemario Hudson se transforma en un enorme espejo que nos muestra una realidad avasallante:

2017, 2018: En el Hudson se ahogan los sueños de quienes se dejan la vida en empleos mal pagados, muchos de ellos, ilegales. El Hudson se lleva la ilusión del migrante, que sin importar sexo o edad, vive continuamente la discriminación por el tono de su piel, por su lugar de procedencia, por su idioma materno. Para muchos de ellos, el Hudson, se transforma en ese recuerdo/pesadilla que creían haber dejado atrás: su cruce por el Río Bravo, en el sur del país al que llamaban, cuando aún se encontraban su lugar de origen, «el de los sueños». Ya desde el nacimiento oficial del río, muestra uno de sus destinos, Tear of the Clouds – el lago está ubicado en los montes Adirondacks-. Por desgracia, aunque siempre ha sido una realidad palpable con periodos de terrible oscuridad, desde el inicio de la campaña del actual presidente, se ha convertido en una verdad cruenta que agrede a cada paso, que humilla, que se vuelve mortal. Ha vuelto a liberarse el monstruo de las mil cabezas. Recordemos que, al Río Hudson, también lo conocemos como el Río del Norte o el Río Anegado, y forma parte de la frontera entre los estados de Nueva York y de Nueva Jersey. Frontera, aunque interna, cumple su función: divide. El Río Anegado, se ha vuelto el símbolo de quienes anegan los derechos humanos de un enorme sector. Y aunque su tránsito comercial es muy importante, me atrevería a decir que fundamental para la economía del país; no nos permite olvidar que, también, traza una divisoria entre lo que es marginal y lo que no lo es. Aunque su nombre evoca el progreso a través del comercio -debe su nombre a Henry Hudson un comerciante inglés que trabajaba para Francia y Holanda y que exploró el río en 1609-, sus fuertes mareas hacen que partes del puerto de Nueva York sean difíciles y hasta peligrosas para la navegación. Esas mareas se convierten en un símil con lo que ocurre a nivel social, pues se humaniza y se integra en la vida cotidiana. El Río del Norte es, para muchos, un vecino agradable pero, también, a veces, como en invierno cuando los bloques de hielo flotan por sus aguas se convierte en una especie de testigo y, a veces, hasta de border patrol agent. El sonido de sus aguas, su voz, parece interpretar un canto dulce y asimismo, por momentos, un canto tortuoso, desgarrado que nos cuenta sobre el naufragio de los sueños de tantos y tantos.

 

Es el dolor de un pueblo
el que se desliza en
la sangre de la tierra.
Acantilados bermejos
contienen la angustia
y las rítmicas palpitaciones.2

 

Xánath Caraza escribe desde la preocupación y el asombro al entrever que, a pesar del movimiento frenético y brillo que parece recubrir a la ciudad de Nueva York, tiene otros rostros, por un lado, el sometimiento de un gran sector de sus ciudadanos que se deja llevar por la inercia y la apatía, que se somete de forma callada y automática a su cotidianidad laboral; otra de ellas, que contrasta con los rascacielos, es la ira enmarcada en el rostro y las acciones de sectores recalcitrantes que han encontrado un impulso en el pensamiento manifiesto de quien gobierna la nación como si fuera Hades.

 

La ciudad avanza con luces y corazones vacíos.
La oscuridad cubre el refulgente camino,
no queda nada ni siquiera el destello del agua.3

 

La personificación del Río Hudson es el de ira, su corriente es su sangre, que a veces susurra y otras, grita pero siempre escucha. La autora, poema a poema, conversa con él, crea un vínculo de comunicación constante, lo convierte en alguien cercano pero también reconoce su poder ancestral:

 

Fluye, celestial palabra,
agua de río y vida del
vientre de la tierra.4

 

El infierno crece: el pasado mayo, el día 6, se impulsó «Tolerancia cero», una política que separa a los niños de las familias de migrantes ilegales creada para atemorizar a los llamados Dreamers y tratar así de reducir el flujo migratorio. En sólo 6 semanas, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, en inglés), se separaron a cerca de 2,000 menores de su familia. Básicamente, «Tolerancia cero», consiste en que las familias que llegan a la frontera sur, de forma ilegal provenientes, en su mayoría, de Guatemala, El Salvador y Honduras, sean procesadas en cortes federales criminales. Como los niños no pueden ser retenidos, son reclasificados como «niños sin acompañante» y van a parar a refugios, que en realidad parecen prisiones, gestionados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos.

 

Trueno apasionado,
el agua y el viento
escarifican la piel de la tierra.
Sangra el silencio,
el agua corre y la tierra
pulsa contenidos deseos.5

 

Fue hasta mediados del mes de junio, cuando la noticia dejó de susurrarse y se mostró al mundo que se horrorizó ante las historias de niños arrancados de los brazos de sus padres y padres que no pudieron saber dónde habían llevado a sus hijos y las imágenes que mostraban a niños llorando aterrorizados mientras eran puestos en jaulas con colchonetas en el piso y con la luz permanentemente encendida. Las imágenes que conmocionaron a la humanidad se vivieron en Texas en un sitio es que conocido popularmente como «la perrera». Si bien en las noticias, se enfocaron en los denominados refugios ubicados en el sur, estos están distribuidos de costa a costa y de frontera a frontera incluyendo, por supuesto, las áreas cercanas al Hudson. En total existen 86 centros llamados de cuidado infantil en todo el país, de los cuales nueve funcionan como centros de seguridad, tres como centros de terapia para niños con padecimientos psiquiátricos o psicológicos y los otros 74 como refugios temporales. La controversia aumentó tras conocerse una serie de videos que mostraban a niños, incluso de tres años, acudiendo solos a los juzgados a declarar sin siquiera saber lo que es un abogado y sin hablar o comprender el inglés.

 

La voz de las fábricas,
de metales que cortan
el Hudson, abren las venas,
entierran la dura realidad.

Los poetas están de luto.
La luz del agua se graba
en las yemas para que
la historia no sea olvidada.6

 

La polémica internacional sobre el abuso en contra de los inmigrantes indocumentados, que separaba a los menores de sus padres cuando eran detenidos por las autoridades migratorias, aún continúa en boca de todos pese a que dicha práctica fuera revocada debido a las exigencias nacionales e internacionales. La controversia sigue viva al comparar estas medidas con las ya vividas durante la segunda guerra mundial por los gobiernos fascistas.

 

No hay rincón de la ciudad
que no escuche venir el fuego.
Se acerca el caos a los edificios,
la angustia de la gente en el aire.
La corriente se llena
de sangrantes metales
y con ella se traga la noche.7

 

Ante tanto dolor, por lo la infancia vejada y herida, por el sufrimiento padecido por las víctimas inocentes, la voz poética de Xánath Caraza lanza una oración para el Hudson, le insta a que, con sus aguas, borre todo este calvario vivido por los inocentes. La autora le pide al río que limpie el mal con sus caudales, que se establezca como fuente de vida y se lleve consigo las pesadillas para poder cerrar o, mínimo, encapsular, este periodo oscuro y abra paso, de nuevo, a la esperanza:

 

Medita en este navegar mecánico.
No queda nada,
solo el angustiante ulular del viento
antes de llegar al agua.
Tiemblan las suaves manos
al escribir, son las dueñas de
los pensamientos salvajes,
de la ira de los oprimidos.
Agua del Hudson:
despierta y desenraiza
el dolor: las pesadillas
de niñez que se hacen realidad.8

 

________________________________________________________________
1 Caraza, Xánath. Hudson. Traducción: Sandra Kingery. Editorial Nazarí. España, 2018. pp: 16.
2 Op. cit. pp: 32
3 Op. cit. pp: 26
4 Op. cit pp: 24
5 Op. cit. pp: 38
6 Op. cit. pp: 36
7 Op. cit pp: 40
8 Op. cit. Pp: 88

Xóchitl Salinas Martínez es escritora, editora, correctora de estilo, bloggera, promotora y difusora de la lectura. Estudió Ciencias y Técnicas de la Comunicación y Literatura Mexicana. Ha dado clases de literatura en universidades, impartido cursos, talleres, conferencias, círculos de lectura; así como también se ha desempeñado en distintos medios impresos, electrónicos, radiales y televisivos dentro del ámbito social, cultural y literario. Publicó su libro Espejeos por Ediciones El Viaje. Actualmente es presidenta de la A.C Los Doce. Cultura, pensamiento y reflexión, Filial Veracruz, conduce un programa de TV online, y trabaja en radio, está por publicar su segundo libro, Inventario de nostalgias y trabaja en su tercero.

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER