Córdoba, Ver.- La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) aplicó una multa por más de un millón 700 mil pesos al dueño del predio donde se encontraba la fábrica Agricultura Nacional de Veracruz (Anaversa).

Además le ordenó aplicar acciones de remediación ambiental, mismas que deberán ser aprobadas por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

Habitantes del municipio de Córdoba continúan padeciendo afectaciones graves a su salud debido a la liberación de dioxinas durante la explosión ocurrida hace 27 años en este lugar, advierte la presidenta de la Asociación de Asistencia a los Afectados por Anaversa, Rosalinda Huerta Rivadeneyra.

Fue el 3 de mayo de 1991, alrededor del mediodía, cuando la planta, ubicada el barrio de La Estación, sobre la avenida 11, entre las calles 21 y 23, a 1.30 km del centro de la ciudad, se incendió y explotó.

El siniestro provocó una nube tóxica que se extendió alrededor de un tercio de la localidad. Miles de personas resultaron afectadas debido a la falta de información sobre las sustancias que fueron esparcidas, así como al mal manejo de la emergencia. Los más afectados: los vecinos más cercanos.

«Este evento causó graves e irreversibles daños a la salud de la población y al medio ambiente. No sólo se dispersaron plaguicidas de toxicidad aguda, sino que, al quemarse, produjeron dioxinas y furanos, sustancias altamente tóxicas y persistentes en el ambiente», asegura Rivadeneyra.

Las malformaciones que las víctimas presentan tras el incendio de la fábrica son muy parecidas a las que tuvieron los habitantes de Vietnam y estadounidenses tras la guerra química en la operación Ranch Hand, durante la Guerra de Vietnam 1961-1971.

«Lo que vivimos es un Holocausto silencioso, lo que se quemó hace 27 años, es lo mismo que se utilizó en la guerra de Vietnam. Hay un grave impacto a la salud», explica.

Huerta Rivadeneyra, dijo que esta organización lleva contabilizados al menos 10 mil casos de cáncer en tejidos blandos, entre los que se incluyen testículos, mama, cuello, riñón y cerebro.

Además, ha provocado enfermedades como diabetes, problemas renales y del corazón.

A casi tres décadas de la explosión que habría derramado, incendiado y explotado al menos 38 mil litros de sustancias altamente tóxicas, como ácido 24-D, pentaclorofenol, paraquat, paratión metílico y malation, la zona sigue representando un peligro para al menos 18 colonias densamente pobladas del municipio de Córdoba, debido a la producción de dioxinas y furanos, sustancias químicas tóxicas persistentes y bioacumulables que se encuentran en el aire, el agua y el suelo.

Lamentó que no se hayan tomado las medidas sanitarias correspondientes por parte del gobierno para evitar que siga contaminando la zona.

«El predio de Anaversa, a pesar de aparecer en el listado de sitios contaminados de la Semarnat, está en venta, destechado y sin medidas que eviten la dispersión de contaminantes, exponiendo aún más a la población aledaña a la grave contaminación», señaló.

Huerta Rivadeneyra que se intervenga el predio para la remediación ambiental, además de que se establezca un protocolo de atención que incluya un hospital de cancerología con área de epidemiología.

«La población está abandonada, sin ningún plan de protección ni vigilancia epidemiológica. De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental, las dioxinas son las sustancias más tóxicas y persistentes que se conocen», abundó.

Anaversa, en venta

Ya pasaron 27 años desde que la fábrica se siniestró. Hoy, el predio por dentro luce enmontado, en completo abandono, pero por la parte de afuera fue pintada de blanco, y en la entrada principal colocado un enorme letrero con la leyenda Se Vende.

Esta planta está rodeada de casas de clase media y baja, escuelas, una gasolinera, una iglesia y pequeños comercios, y la estación del ferrocarril.

La vida aquí es normal. Las viejas instalaciones que alguna vez albergaron la exfábrica están a cielo abierto, cualquiera respira lo que de ahí se emana.

Pegada de la exfábrica vive Antonio Herrera Quiroz, quien el próximo mes de septiembre cumplirá, curiosamente, 27 años de vivir aquí. Su casa es de dos pisos. Para él la vida ha continuado sin ningún problema. Su esposa e hijo viven felices y no padecen alguna enfermedad.

«Todo ha sido normal hasta ahorita, no hay ninguna enfermedad que hallamos adquirido ni nada. Nosotros inclusive sembramos nuestros propios alimentos, aquí pasamos toda la noche y día en que fue la explosión y no sufrimos nada», narra.

Él hombre, se encuentra en su casa ayudando en los quehaceres del hogar mientras es entrevistado. Asegura que muchos se han querido colgar de esta tragedia para su beneficio personal.

Sus vecinos tampoco sufrieron las consecuencias de la explosión, la gran mayoría aún sigue viviendo en el lugar, unos murieron de enfermedades comunes.

En el libro México Tóxico. Emergencias químicas, escrito por Lilia América Albert y Marisa Jacott (2015, Siglo XXI), hay un capítulo dedicado a esta emergencia química: “Anaversa, un crimen impune”, en el que se explica con detalle el episodio, las acciones de atención que se realizaron, las responsabilidades y omisiones de diversas autoridades, concluyendo con reflexiones sobre las enseñanzas que deben aplicarse para evitar otro suceso de tal magnitud.

Miguel Ángel Contreras Mauss/Avc