En esta segunda parte de la conversación, Arantxa Peláez describe la ruta que recorrió para insertarse en el mundo del son jarocho, habla también de las circunstancias que la llevaron a formarse como educadora musical.

La ruta del son

Salí harta del Instituto de Música y tomé un año sabático, al siguiente año dije me voy a meter a estudiar etnomusicología, presenté examen en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y no quedé, entonces estuve dos años sin hacer nada académicamente pero estuvo súper chido porque hice muchas cosas: fui a un festival que se llama Jornada iberoamericana de niños y jóvenes poetas, troveros y versadores, que organiza Junípero Cabrera Berrones; ese año, la Jornada fue en la provincia de Veraguas, en Panamá, y la organizó Arcadio Camaño, un repentista muy conocido en el medio de la décima.
Ahí me di cuenta de que hay más personas de mi edad, o más jóvenes, a las que les gusta y les interesa el verso, en ese sentido fue una experiencia padrísima. También pude conocer a improvisadores impresionantes como Alexis Díaz Pimienta, de Cuba, y a otros de varios lugares de Latinoamérica.
Ya había ido muchas veces a Panamá porque una de las hermanas de mi mamá vive allá hace muchos años, pero con el festival conocí Panamá de otra forma totalmente distinta, el repentismo en Panamá es un fenómeno muy interesante que muy pocos conocen, en general, el mundo de la lírica en Iberoamérica -no solamente la improvisación, también la décima escrita, la seguidilla y todas las formas poéticas- es impresionante y no tanta gente lo conoce.
Después, también en ese período de dos años que estuve de «nini», un día Adriana Cao, de Caña Dulce y Caña Brava, me llamó para invitarme a otro festival, también de repentistas, en Puerto Rico. Raquel [Palacios Vega] no podía ir y me invitó para que fuera como suplente, tampoco lo podía creer. Le dije que sí podía ir pero estaba nerviosa porque íbamos a acompañar a Patricio Hidalgo y a Fernando Guadarrama, que son dos personas a las que también admiro mucho como versadores.
Ese festival lo organiza Decimanía A.C., los directores son Omar Santiago y Roberto Silva. Fui y aprendí muchísimo no solamente del verso sino del ambiente tan ligero y de mucha hermandad que hay entre los versadores, me gusta mucho ver que ahí no hay competencia y ver la admiración que hay entre unos y otros.
Yo estaba un poco decepcionada del ambiente académico, ahí vi que hay otros mundos y dije con razón mi abuelo no faltaba a estos encuentros, porque se la pasaba de maravilla. Ahí había muchas personas que habían sido amigas de mi abuelo y que yo no conocía, como Marta Schwindt y su esposo, José Silvio Curbelo, fue muy bonito porque fue como conocer una parte de mi abuelo después de muerto.
Hay un grupo en Veracruz que se llama Tlacocotl en el que están dos amigas mías, una de ellas me llamó y me dijo vamos tocar en la Fiesta del Fuego, en Santiago de Cuba, pero el chico que toca la leona no puede ir, ¿podrás echarnos la mano?, y le dije que sí porque otro de mis sueños era conocer Cuba. Faltaba muy poquito tiempo pero fui algunas veces al Puerto a ensayar con ellas. No era un festival de décimas ni de improvisación, era de música, teatro, danza y artes en general, y fue impresionante.
Esos dos años fueron un parteaguas, me cambiaron muchas formas de ver la vida, entendí que no necesitaba ser violista de orquesta para cumplir lo que se suponía que debía haber cumplido o para ser feliz, y me di cuenta de que sí encontraba mi felicidad en otros lugares, que había cosas que me emocionaban mucho más, aunque la viola me sigue encantando y la música orquestal me gusta en muchos sentidos, pero también me gusta la música de todo tipo, hasta el reggaetón (risas), a muchos amigos les choca y a mí no me da pena ni digo que es un gusto culposo, obviamente estoy en contra de todo el rollo misógino y de las letras súper machistas, terribles, pero me gusta mucho bailar y el perreo me gusta (risas) -y no tengo ningún problema con decirlo-, así como me gusta muchísimo la salsa y la chunchaca y la cumbia y todo lo que sea bailable.

Yo no soy educadora…

Cuando regresé de Panamá, como a la semana o a las dos semanas fui a Tlacotalpan, estaban las fiestas de San Miguelito, que desde hace algunos años son para la décima y el verso. Son en septiembre y van versadores increíbles de todos lados, va Tomasita (Quiala), alguna vez fueron los versadores de Decimanía, de Puerto Rico -que son unas personas fenomenales y nos trataron súper bien cuando fuimos allá-, va mucha gente, esas fiestas fueron como la continuación de lo que había vivido en Panamá. Coincidió que estaba ahí José Fidencio Aguirre, Colocho, que tocó muchos años marimbol en el grupo Estanzuela y ahora hace una chamba muy chida en Tlacotalpan en cuanto a la educación del son jarocho, tiene un colectivo que se llama Son barrio abajo, da talleres gratuitos a los niños y tiene un grupo de niños y adolescentes.
Yo estaba desayunando en Luz de noche y Mario Cruz, que es hermano de Miroslava, la de la asociación Que viva el fandango, me dijo:
-Oye, Colocho está platicándome que está buscando alguien que le dé clases de décima o de verso en general a sus niños y creo que tú puedes hacerlo
-Es que nunca en mi vida he dado clases de nada y aparte estoy bien chavita.
La neta, sí le sacaba a darle clases a niños y a adolescentes, peor, pero Mario sabe por dónde entrarme y me dijo aquí ya no hay nadie que enseñe décima, mi papá ya está muy grande y es algo que te dejó tu abuelo. En tono de broma, pero también en serio, casi me dijo te toca, no te hagas, entonces dije bueno, voy a venir los fines de semana cada 15 días y cuando no pueda, cada tres semanas.
También fue una experiencia muy bonita y recuerdo a todos los niños con mucho cariño, empezaron 12 y terminaron siete. El verso no es fácil de aprender y tampoco es que a todo el mundo le guste, en general, los niños y los adolescentes lo que quieren es tocar y aprender rapidísimo, y no fue fácil porque yo no tenía experiencia dando clases, pero me di cuenta de que me gustaba y que tal vez en algún momento podía llegar a hacerlo bien.

… por fin seré, por fin seré

Fueron dos años muy nutritivos en muchos sentidos para mí, pero yo sabía que aunque tenía un bloqueo con la escuela, tenía que estudiar porque si no, mis papás no me iban a mantener y adiós conciertos y adiós todo lo chido. El trabajo con los niños de Tlacotalpan y mi mala experiencia con los maestros malos de música, me motivaron a decir voy estudiar Educación Musical y mi mamá me dijo sí, entra a esa carrera o a la que quieras, pero ya entra a algo, porque ya llevaba dos años sin estar en la escuela. Entré y ya nada más me faltan dos materias y estoy haciendo mi tesis, y si todo va bien, en diciembre me titulo.
Para mi tesis, estoy haciendo un análisis de la pedagogía de los talleres de son jarocho porque hay muchos mitos alrededor de la educación empírica y yo creo que hay mucha riqueza en eso, y también hay muchas carencias, pero ese tipo de educación que no es académica, merece ser estudiada.

(CONTINÚA)

PRIMERA PARTE: Mi prenda amada
TERCERA PARTE: Entre calandrias y leoneras


CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER