En esta segunda parte de la conversación, Magdalena Delgado nos narra su estancia en los Estados Unidos.
No me desampares ni de noche ni en Maestría
Me fui a New Jersey para empezar la maestría en septiembre, es un pueblo hermoso, todo verde, no se puede tocar ni talar ni un árbol, si lo haces, vas a la cárcel. Me mudé a una casa con cinco personas más, estábamos a cinco minutos de la Universidad en carro y a 10 minutos caminando. Éramos cuatro mujeres y dos hombres, todos estábamos en la Maestría, unos estudiaban Piano, otro, Composición, una puertorriqueña que conocí en el Conservatorio estudiaba Música Sacra y un compañero que fue mi mejor amigo estaba estudiando Dirección Coral, igual que yo.
Vivíamos seis pero era una casa gigante, con ático, dos niveles, un patio que tenía un laguito con peces, una cosa increíble, era carísima la renta pero sin embargo fue maravillosa la decisión de mudarme con esas personas que se convirtieron en mis mejores amigos.
Fueron los dos mejores años de mi vida, al principio todo fue muy difícil, me costaba trabajo adaptarme a la cultura estadounidense siendo dominicana. Lo que fue más difícil es el hecho de llegar con una base musical que se tambaleaba, yo creo que no es ninguna sorpresa saber que quienes venimos del tercer mundo, tenemos un nivel que no es tan alto comparado con ciertas universidades de Estados Unidos o de Europa, y me sentí así.
De principio, me costó audicionar, yo nada más escuchaba de afuera las audiciones de canto y decía Dios mío, nada que ver con mi forma de cantar. Llamé a mi mamá, me eché a llorar y le dije:
-Mami, yo no sé qué hago aquí, yo no soy nada talentosa (risas)
-Pero estás ahí
La primera semana me la pasé llorando, decía ¿qué hago aquí?, no sirvo para nada, esta gente es más talentosa e inteligente que yo, hasta que mi mamá me dijo ya, no me llames más (risas), acepta el hecho de que estás ahí y es por algo.
Cuando me tocó ver mi clase, éramos seis en Dirección Coral, la única latina era yo, había una muchacha de Hong Kong, éramos las únicas dos mujeres, el resto eran chicos. Al saber que todos ellos tenían experiencia dirigiendo coros y yo no tanto dije ok, me tengo que esforzar el triple que ellos, y así fue.
A wonderful world
Lo más interesante de Westminster es que cualquier orquesta que vaya de Viena o de cualquier lugar o la Filarmónica de Nueva York, llama al coro para hacer obras corales en los grandes escenarios como Carnegie Hall, Lincoln Center, etc. Me la pasé dos años cantando en coro todos los días y siendo dirigida por directores como Daniel Barenboim, Gustavo Dudamel y Yannick Nézet-Séguin, que es el que dirige la orquesta de la Metropolitan Opera (Met). Fue increíble, no me lo creía, al principio me sentía chiquitita en todo ese mundo.
Era intenso, olvídate de los fines de semana, no los tenía libres, teníamos concierto todo el tiempo. Tonatiuh le llamo la cárcel porque no salíamos, siempre nos quitaban nuestro tiempo libre por ensayos o por conciertos, pero valió la pena todo.
Mis maestros son increíbles, estudié con Doctor Joe Miller, que es el director de Actividades Corales de Westminster, con Doctor Amanda Quist, quien es Profesora Asociada de Dirección Coral, con James Jordan, que es uno de los hombres más conocidos en dirección coral en Estados Unidos y en Latinoamérica, fue increíble.
Cantos agradables y llenos de alegría
¡Oh amigos, dejemos esos tonos!
¡Entonemos cantos más agradables
y llenos de alegría!
(Versos agregados por Beethoven
al poema de Friedrich Schiller
en su Novena Sinfonía)
Cuando entras a Westminster, ya sea a licenciatura o a maestría, tienes que cantar en un coro por lo menos, es obligatorio. Si estás en la maestría, te toca cantar en el Coro Sinfónico, que es el más grande, donde entran los de tercero y cuarto año de licenciatura y primer año de maestría, es un coro de alrededor de 200 personas y ahí es donde se trabajan todas las grandes obras, en mi primer año hicimos el Réquiem de Verdi, Choros 10 de Villalobos, con la Orquesta Simón Bolívar y Gustavo Dudamel hicimos la Cantata Criolla, es una pieza venezolana de Antonio Estévez, esto fue para un concierto en Carnegie Hall.
Aparte de eso, están los ensambles de selección donde solo toman de 30 a 40 miembros y los eligen los directores, y tuve la dicha de pertenecer al Westminster Choir. El primer año, este coro tenía que grabar un CD, ir a una de las conferencias de la ACDA, que es la Asociación Nacional de Directores Corales de Estados Unidos, a Texas, y además, en el periodo de vacaciones, de mayo hasta principios de junio, es el coro del Spoleto Festival de Charleston, Carolina del Sur. Nos pagaban por vivir un mes en esa ciudad, éramos artistas del festival, nos presentábamos una noche, el otro día lo teníamos libre y al otro volvíamos a cantar.
Es una experiencia increíble porque es un festival que recoge todo, desde jazz, danza, teatro, música de cámara, hasta ópera. Éramos el coro de la ópera pero también teníamos nuestro concierto como coro de Westminster.
Mi segundo año, aparte de eso dos coros canté en el Coro de Música Temprana dirigido por la maestra Doctor Amanda Quist y aprendí muchísimo. En segundo año te toca ser asistente de uno de los directores en su coro, por mi poca experiencia dirigiendo coros, me asignaron en el coro de primer año de licenciatura y ese lo dirige Amanda Quist. Cantaba en coro todos los días y asistía todos los días a los ensayos. Tenían un nivel increíble para ser niños acabados de salir de la escuela, fue la clase de graduados más grande, ciento y pico, y con ellos hice mi recital de graduación.
El sur también existe
Terminé mi maestría y ese verano trabajé en los campamentos vocales que se hacían en Westminster. Cuando terminé, Tonatiuh y yo decidimos mudarnos juntos, a él todavía le quedaba un año de su maestría. Me mudé con él al norte de New Jersey, busqué trabajo y lo conseguí en el coro de niños de Trenton, la capital de New Jersey, es la ciudad más negra y abandonada y con muchos barrios marginados de todo el estado, porque era una ciudad industrial y una vez que se cayó la época industrial en Estados Unidos, quedaron muchas ciudades abandonadas.
Trenton está en el sur, entonces viajaba dos horas en tren para dar dos horas de clase y me volvía a mi casa. Solo iba martes y jueves, era medio tiempo. Tenía niños de middle school, que están como entre 9 y 10 a 12 y 13 años, fue un grupo muy difícil porque eran afroamericanos criados en el gueto que no confían en nadie, que tienen una actitud de: no me puedes decir lo que tengo que hacer, y yo blanquita, latina, pues nada que ver.
Tenía un alumno al que su papá lo mató su tío, por ejemplo, vivían situaciones dificilísimas, muchos eran criados por los abuelos o los tíos o eran hijos de madre soltera, vivían en un ambiente muy hostil, era como si les dijeran no confíes en nadie porque todo mundo está para hacerte daño, entonces fue muy difícil conectarme con ese grupo, pero fue una bonita experiencia.
Archivo expiatorio
A la par, uno de mis roomies de la maestría empezó a trabajar en los archivos de la Filarmónica de Nueva York, específicamente en la digitalización de todos los archivos, te estoy hablando de partituras de Leonard Bernstein, Arturo Toscanini, todos los programas desde 1842, que fue cuando se fundó la Filarmónica, unas cosas maravillosas, podía ver la batuta que usó Arturo Toscanini, el whisky que dejó Leonard Bernstein en su escritorio.
Consiguió ese trabajo porque hizo una investigación cuando estaba en Westminster que lo llevó a que le propusieran hacer un interinato en los archivos. Yo no sé cómo fue, si yo fui la que lo localizó a él o él el que me localizó a mí, pero me dijo mira, aquí necesitamos gente, no es un contrato de trabajo, es un interinato por un período específico, pero es bien pagado, no tienes que venir todos los días y no tienes que estar todo el día, tú determinas las horas que puedes venir, puedes venir en la mañana o en la tarde. Como no caben en el Lincoln Center todos los archivos, tenían una oficina enfrente, donde está Juilliard.
Acepté y dije genial, estoy dirigiendo el coro y tengo este otro trabajo, medio tiempo y medio tiempo. También significaba viajar pero estaba más cerca, hacía 20 minutos en autobús a Nueva York y ahí tomaba el tren 2 que me llevaba directamente a Lincoln Center.
Empecé a trabajar en el proceso de digitalización, fue de la siguiente manera: primero empezaron con todos los programas desde mil ochocientos y tantos hasta la actualidad, la Filarmónica de Nueva York tiene conciertos cada semana, temporada todo el año y campamentos pequeños en los veranos, y tenían un escritorio con un fotógrafo que iba, página por página de cada programa, tomando fotos de alta calidad. Nosotros teníamos que preparar la documentación para ser fotografiada, catalogarla, ponerle un código, y una vez que eso era fotografiado, teníamos que ver las imágenes en la computadora, comparar con el programa físico y cerciorarnos de que todo estaba bien, y si había un error, teníamos que anotarlo, llamar otra vez al fotógrafo y decirle mira, te equivocaste aquí.
Era un trabajo de escritorio, me gustaba porque al estar alrededor de toda esa información, me enteraba de un montón de cosas, pero a la vez no era un trabajo que me fascinara porque no estaba haciendo música, pero sí tenía sus ventajas porque con mi identificación podía entrar a los ensayos de la orquesta cuando quisiera y podía adquirir boletos regalados, mi jefa siempre decía ¿quién quiere ir al concierto de tal?, les regalo entradas, o pueden ir con su carnet. Yo me sentía increíble porque estaba en medio del núcleo cultural de la ciudad de Nueva York, a la hora de la comida bajaba al comedor de Juilliard y ahí estaba tal director de coro o de orquesta.
No te da tiempo de ir a la cantidad de actividades que se hacen en Juilliard, tienen charlas para sus estudiantes y para el público casi todos los días, todas las semanas hay conciertos, está el ballet, la ópera, por ejemplo, mi maestra nos regaló boletos para una ópera de John Adams, ahora mismo no me acuerdo cómo se llama pero trató de un hecho real: un crucero fue secuestrado por terroristas y ahí mataron a un judío que estaba en silla de ruedas con su familia, en base a este hecho real hizo una ópera y cuando se estrenó, hubo una protesta delante de Lincoln Center con policías que querían que la ópera no se diera. Vivir todas esas experiencias, es increíble.
Se terminó el trabajo del coro y tomé el trabajo en los archivos de tiempo completo, iba casi todos los días excepto un día a la semana que me tomé libre, entonces me metí más en los archivos de los documentos, mi jefa ya no solo me puso programas, me mandó a proyectos más delicados como recortes de programas más viejos o un collage que habían hecho muchos años antes de que ella entrara a trabajar ahí. Mi jefa era Barbara Haws, ya se va a retirar pero desde los años ochenta es la archivista e historiadora de la Filarmónica de Nueva York y me mandaba a todos estos proyectos especiales donde tenía que tocar el papel con guantes porque era un papel de muchos años y si lo tocabas, se rompía. En algún momento fui parte de la planificación de los conciertos de verano de la Filarmónica que se hacen en el Central Park, en Staten Island y todo esto, tuve boletos gratis para ir a todos esos conciertos y fui casi todos los días, fue una dicha, una oportunidad única.
También, un maestro de Westminster me invitó a un coro de adultos que tenía en Nueva York, eran abogados, etc., pero cantaban en coro y leían música de una manera increíble. Empecé a cantar en ese coro, era solo una vez a la semana.
Visa para un sueño
Tuve que buscar otra fuente de ingresos, apliqué a muchísimos trabajos pero ninguno me convino, no me gustaba, no era lo que quería, yo creo que tuvo que ver que entre New Jersey y New York hay miles y miles de directores corales en la misma situación, es un mundo muy competitivo y yo quería estar en el top del top. Ya había salido de mi maestría, tenía algo de experiencia y no estaba aceptando estos trabajos, en un pueblito de New Jersey querían contratarme para un trabajo que era una réplica del sistema de Venezuela y yo decía que no porque quería estar en el programa coral de jóvenes de Nueva York, ya dirigiendo en grandes salas y con grandes orquestas. Fue muy difícil porque no lo conseguía, entonces tuve que acudir a otros medios para ganar dinero como ser mesera a domicilio los fines de semana, porque no nos daba el dinero.
Yo vivía con Tonatiuh y dos compañeros de él de la Maestría, yo ganaba muy bien en la Filarmónica de Nueva York, sin embargo, cada uno tenía que pagar 500 dólares al mes de renta, en transporte para ir a trabajar a Nueva York todos los días me gastaba casi 100 dólares a la semana, gastaba un montón de dinero entre la renta, la comida y el transporte, entonces no era feliz porque trabajaba más de lo que podía disfrutar y, además, lloviera, tronara, venteara o nevara, tenía que ir a mi trabajo.
Empecé a tener problemas de salud como sufrir insomnio, duré meses sin poder dormir, me medicaba yo misma para poder dormir, fue toda una crisis personal y le dije a Tonatiuh ya no puedo seguir así, él estaba a punto de terminar y decíamos ¿qué hacemos? Una vez que terminas tu visa de estudiante, tienes la oportunidad de trabajar en tu área pero solo un año, se me estaba terminando mi OPT [Optional Practical Training], entonces dije la opción es aplicar a una visa de artista, pero para aplicar a esa visa necesitas tener un sponsor, un auspiciador, es una persona -que no necesariamente tiene que ser tu empleador, pero también puede ser tu empleador- que garantiza que vas a tener dinero todos los meses, que no vas a terminar vendiendo hamburguesas sino que realmente vas a dedicarte a lo que fuiste, es todo un proceso legal en el que debes demostrar que realmente eres artista y que estás ejerciendo tu labor constantemente, tienes que presentar evidencias fotográficas, programas, etc.
Empecé ese proceso legal pero la Filarmónica no quiso ser mi sponsor porque yo estaba trabajando en un interinato, entonces empecé a buscar trabajo en mi área con más fervor y apliqué para un trabajo en el Coro de Niñas de San Francisco, un coro que ha ganado Grammys. Había una plaza abierta, les gustó mi currículum, me pidieron que fuera a audicionar. Me fue muy bien en la entrevista pero a la hora de dirigir, la persona que tenía el coro desde hacía como 20 años estaba ahí y me vio como diciendo ¿tú vas a venir a dirigir mi coro? Era intimidante.
Intenté un poco más lo de la visa pero no encontré sponsor, eran mediados del verano y ya se me acababa mi permiso, y en medio de esta crisis personal y profesional le dije a Tonatiuh vámonos. Tonatiuh quería quedarse pero le dije:
-Mira, se me ha hecho muy difícil y a ti se te va a ser mucho más difícil porque es muy competitivo el mundo del jazz en New York y New Yersey, si quieres lo podemos hablar con tus maestros
-¿Para dónde nos vamos?
-Mira, me fui hace cinco o seis años de República Dominicana y he perdido totalmente el contacto, tú trabajaste en la Universidad Veracruzana, en JazzUV, pregunta si puedes tener tu trabajo de vuelta
Lo hizo y le dijeron que sí, entonces fui yo realmente (risas) la que decidió venirnos para acá, sin saber todo lo que me iba a costar adaptarme a México y a todo este mundo.
(CONTINÚA)
PRIMER MOVIMIENTO: Canta y no llores
TERCER MOVIMIENTO: Magdalena en el Manantial de arena
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