En los escasos tres años que tiene de estancia en nuestro país, la cantante, educadora musical y directora musical Magdalena Delgado ya ha sido directora invitada del Coro de la Universidad Veracruzana y actualmente es maestra de técnica vocal en el Instituto Superior de Música Esperanza Azteca, dirige el coro infantil y juvenil Voces del Mar y el ensamble Audimus.
Para llegar hasta este momento, ha recorrido un largo camino que inició en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, su patria, donde se graduó de la Licenciatura en Educación Musical, continuó en el Conservatorio de Música de Puerto Rico y, posteriormente, en Westminster Choir College de la Universidad de Rider en Princeton, New Jersey donde obtuvo la Maestría en Música en Dirección Coral.
Durante su estancia en los Estados Unidos, fue directora asistente del Westminster Chapel Choir y formó parte de los coros Westminster Symphonic Choir y Westminster Choir. Cantó bajo la dirección de Daniel Barenboim y Gustavo Dudamel, entre otros, con destacadas orquestas como la Filarmónica de Nueva York, la Orquesta de Philadelphia y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela. Con estas agrupaciones, se presentó en destacados escenarios de Nueva Jersey, Nueva York y Filadelfia.
Ella misma nos narra su historia.

Quisqueya, la bella

Mi nombre completo es Ana Magdalena Delgado Vargas, soy de Santo Domingo, República Dominicana, en el Caribe. Mi mamá es músico pero no practica como profesional sino como hobby. Estudió música y quería ser maestra de música pero la antropología social la jaló más, aun así, a sus hijos nos metió a estudiar música desde que teníamos cinco años. Yo estudié en una academia privada que se llama Centro de Educación Musical Moderna (CEMM), que es de su mejor amiga, toqué flauta, estaba en el coro de la academia, tomé materias teóricas y lectura musical.
Estudié piano y violín, muy poco tiempo el violín, el piano por más tiempo pero lamentablemente no tenía esas ganas de dedicarle tanto tiempo y cuando uno se vuelve pianista profesional, tiene que dedicarle cuatro o cinco horas al día. Estuve en coros, tomé clases privadas de canto y siempre me llamó más la atención el canto.
Toda mi infancia y mi adolescencia tomé clases de música y a la hora de decidir qué iba a estudiar profesionalmente, la música siempre fue una opción para mí, no como cantante o ejecutante de algún instrumento específico, sino música en general, pero la única carrera de música a nivel profesional que había en República Dominicana era Educación Musical, la impartía la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que es la universidad primada de América y es la universidad pública del país.
Yo quería irme a estudiar fuera pero mis padres no tenían dinero y además se estaban divorciando, era una época difícil, yo estaba entre los 16 y los 17 años y me tuve que conformar con estudiar educación musical en mi país. Entré a la Universidad y a par estaba trabajando como maestra de música en la escuela privada donde estudié, daba coro para niños a partir de cinco años, lectura musical para niños pequeños, flauta dulce y piano.
Por ser pública -no sé si les pasa aquí en la UV-, la Universidad Autónoma de Santo Domingo tenía muchos problemas, a cada rato había huelga y de repente durábamos dos meses sin clases o había muchos conflictos armados dentro de la Universidad, una vez me tocó una bomba lacrimógena, pero creo que fue una experiencia muy bonita en cuanto a que creo el objetivo de mis padres fue que me sintiera dominicana y que pasara por lo mismo que pasan los dominicanos al vivir en un país de tercer mundo. Sí pasé trabajos: me tocó esa bomba, me iba en transporte público, tenía clases los sábados a las 7:00 de la mañana, cosas así, típicas de universidad pública.
Estudié Educación Musical, me fue muy bien, amaba mi carrera, obviamente no es de las mejores universidades ni de las mejores carreras que hay de educación musical, pero lo logré. Hice una tesis sobre la calidad de los coros escolares en la ciudad de Santo Domingo, me enfoqué mucho en esa investigación, iba a escuchar los coros que había en las escuelas privadas de la ciudad, desde las más caras, las de clase media y las de clase media baja. Hice la tesis con una compañera, sacar todo ese informe y ver la realidad de los coros escolares de Santo Domingo, me sirvió mucho para empezar ese amor a la dirección coral.
Yo siempre tuve la visión de irme a estudiar fuera, porque siempre sentí que estaba coja en cuanto a mis conocimientos musicales en general y específicamente de canto. Cuando ya estaba terminando mi carrera había un gran grupo de dominicanos de que se fueron a estudiar al Conservatorio de Música de Puerto Rico, en el departamento de Música Clásica, y lo vi como una opción porque conocí a varios que se habían ido a estudiar Canto y me hablaban muy bien. Audicioné dos veces, la primera no pude entrar pero la segunda ya quedé.
Hice todo lo posible por conseguir una beca de parte de la Secretaría de Educación Superior de República Dominicana y la obtuve por todas mis notas de la Universidad, siempre fui buena estudiante.

La perla de los mares

Me fui a estudiar la Licenciatura en Canto del Conservatorio de Música de Puerto Rico, entré en el 2010, fue una transición muy difícil porque había pasado veintitantos años de mi vida viviendo en mi casa, en mi país, con mi familia y me mudé con una tía dominicana que está casada con un puertorriqueño y vive en Puerto Rico. Estuve con ella mi primer semestre pero después tuve que soltar el nido e ir a buscármela por mi cuenta y fue una experiencia muy interesante, aprendí muchísimo. Conocí a todo este grupo de mexicanos estaban allá: Vladimir [Coronel], Tonatiuh [Vázquez], Guillermo Barrón, un sinnúmero de mexicanos. Era una comunidad muy bonita, había dominicanos, estaban los mexicanos, los puertorriqueños etc. Me tocó aprender muchísimo de mis compañeros que ya estaban y de los maestros.
Los maestros del Conservatorio son excelentes porque los puertorriqueños siempre tuvieron la oportunidad de ser ciudadanos americanos, de irse a estudiar a los Estados Unidos y aprender de los mejores maestros en cuanto a educación musical. Aprendí muchísimo en mis clases de teoría, de lectura, etc., pero yo creo que lo que más me influenció fue el coro porque por primera vez estaba en un coro a nivel universitario con buen nivel y el maestro era estupendo, William Rivera, él vio mi entusiasmo y poco a poco me fue dando espacio para hacer vocalizos y para, cuando él faltaba, hacer ensayos seccionales del coro.
La verdad, en mis clases de canto no me iba muy bien (risas), la Academia de Canto era muy hermética y yo no venía con una fuerte base de canto en cuanto a solista, siempre estuve cantando en coros de niños y mi voz siempre fue blanca, inclusive cuando debió haber madurado tenía rato. Había chicos mucho más talentosos que yo y siempre hay esta competencia de yo quiero a los alumnos más talentosos, etc., pero mi maestra luchó muchísimo conmigo y me ayudó mucho porque creía que yo era mezzo, lo cual no es cierto, soy soprano, pero me obligó a cantar alto y yo creo que ahí es donde más me enamoré del coro, porque fue como abrirme los ojos a un nuevo mundo y a tener más interés sobre la armonía en el coro.
En un ensayo, el maestro de Historia de la Música, que era uno de los maestros más difíciles del Conservatorio, me vio dirigir un seccional de las chicas del coro y cuando terminé me dijo:
-¿Has pensado en estudiar dirección coral?
-Sí, pero que no creo estar lista porque las únicas experiencias que he tenido dirigiendo es con niños pequeños, y quiero terminar mi licenciatura
-Deberías de considerarlo.

Canta y no llores

Mi segundo año de licenciatura fue muy infeliz por muchas razones: me sentía sola, con falta de amigos, había empezado una relación con Tonatiuh pero ya se había ido, a pesar de que tenía una beca, no tenía el dinero suficiente porque Puerto Rico es muy caro y no podía salir o tener un viernes social.

Magdalena Delgado con Daniel Tapia y Guarionex Morales, directores del Orfeón San Juan Bautista (Foto proporcionada por la artista)

Lo bueno de ese año fue que estuve en un coro profesional fuera del Conservatorio. Se llama Orfeón San Juan Bautista, es dirigido por Guarionex Morales y Daniel Alejandro Tapia, dos puertorriqueños que estudiaron en Estados Unidos, los dos con doctorado en música, muy buenos. Audicioné para el coro y me aceptaron, creo que eso hizo mi vida más feliz en Puerto Rico, porque la verdad fue muy duro.
El Orfeón me sirvió muchísimo porque también era líder de sección y estuve muy involucrada en toda esta parte de cómo se coordina un coro, cómo se gestionan conciertos. Además, estos directores me dieron trabajo en una escuela de música que tenían en un sector más o menos de escasos recursos. Iba los viernes en la tarde, era por debajo de la mesa porque yo tenía visa de estudiante y no podía estar trabajando, pero lo disfruté mucho, también me dejaron dirigir el coro de niños más pequeños de la escuela.

La llave de mi corazón

Siendo infeliz, un día dije ¿y por qué no dejo esta licenciatura y me voy a hacer una maestría en dirección coral a Estados Unidos?, aplico a cuatro o cinco universidades y a ver qué pasa. Se lo comenté a Daniel, uno de los directores del Orfeón, quien estudió una maestría en Yale y tiene el Doctorado en Música de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Tenía como cinco meses para enviar un video en el que estuviera dirigiendo y Daniel me dijo:
-¿Estás loca?, tienes muy poco tiempo para prepararte
-Dame clases privadas, te las pago, voy a tu casa los domingos si es el único día que tienes, pero necesito que me prepares porque yo quiero hacer esto
Tonatiuh tenía la idea de que nos fuéramos los dos a estudiar maestría, yo tenía la Licenciatura en Educación Musical y podía hacerlo. Me fui de vacaciones a República Dominicana y cuando regresé a Puerto Rico, me preparé tomando clases con él de todo, desde gestos, identificación de partituras, todo.
Le dije mira, yo no conozco ninguna universidad, dime las mejores universidades que hay en Estados Unidos para estudiar dirección coral, y para él eran tres: Temple University, de Filadelfia; Westminster Choir College, en Princeton, New Jersey, y Yale, que está en Connecticut. Me preparé para audicionar en esas tres: mandar videos, mandar una carta explicando por qué quería ingresar, todos los requisitos.
Llamé a unos amigos y les dije voy a aplicar para una maestría en dirección coral, necesito que vengan y canten en mi coro. Para la audición, dirigí un Regina Coeli, de Mozart, y no me acuerdo qué otra pieza. Grabé en el bello edificio del Conservatorio de Música de Puerto Rico y envié ese video y, con toda la seguridad del mundo, otro en que estaba cantando sola, envié las cartas y todos los documentos que me pedían. En enero me llamaron para audicionar en Temple University y en Westminster, de Yale ya no me llamaron.

Déjame que te cante yo también

Me preparé para las audiciones en vivo, en Westminster tenía que dirigir el Réquiem de Brahms, una sección del movimiento 3 y el 4. Para Temple, creo que también tenía que dirigir el Réquiem de Brahms y el Dona Nobis Pacem, de Vaughan Williams. Me tocó ir a Filadelfia a principios de febrero y a finales de febrero a New Jersey. Cuando fui a Temple University, me gustó mucho la ciudad de Filadelfia, es una ciudad hermosa y muy limpia, de hecho siento un amor muy especial por ella. Temple University es una universidad mucho más grande que Westminster y es reconocida por muchas otras carreras, no solo música, sin embargo su programa de Dirección Coral había perdido fuerza por alguna razón. Audicioné, no me fue tan bien, no me sentí cómoda en la audición.
Después me fui a Princeton y en cuanto pisé la Universidad dije aquí es. Westminster es una universidad de poco más de 400 de estudiantes, solo tienen carreras de Canto, Piano -tanto acompañante como coaching-, Música Sacra -que se divide en Órgano y Canto-, Composición, Dirección Coral y Educación Musical, eso es todo, no tienen más carreras, no hay ningún instrumentista más que los pianistas y los organistas.
Fui y desde el momento en que hice la entrevista, la audición, la lectura a primera vista y canté como solista, me sentí súper cómoda, me trataron muy amablemente y cuando salí dije yo creo que aquí me van a aceptar, tengo esa sensación, y ciertamente, me aceptaron.
Decidí dejar Puerto Rico, aprendí muchísimo mientras estuve pero sentía que no iba por el camino que quería porque nunca me vi como cantante solista, más que todo quería mejorar mi técnica, mejorar la forma que en que cantaba, tener más conocimiento de todo el aparato que tiene que ver con el canto, pero hasta ahí llegó.

(CONTINÚA)

 

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