Son de historias-9

Sentía que los zapatos le lastimaban, la distancia que había recorrido era extensa, inusual para él una caminata tan larga. No había tenido la oportunidad de alcanzar el transporte que lo trasladaría a la pequeña ciudad. Doce kilómetros era bastante, anochecía y sentía hambre. Ya con la oscuridad, reflejada a través de la luz de la luna, sintió el vibrar de un motor hacia su espalda, volteó para asegurarse. Se veían aún en la  lejana distancia dos tenues lucecillas que avanzaban en su dirección. Marcos, tuvo un suspiro de calma, las piernas ya no respondían para alcanzar la ya poca distancia hacia el poblado, hizo un alto volteando hacia las luces, le parecía lento el avance de éstas, fue así que consideró que la distancia recorrida había sido bastante ardua. Dejó caer los brazos aflojando el cuerpo. Lento, demasiado lento el avance de las luces, pero le animaba la intensidad más cercana del sonido del motor. Trató de adivinar de que vehículo se trataba, luces y motor le parecieron de un modelo no reciente, por las características pensó se trataba de una camioneta, sí, una camioneta, se dijo, una camioneta para el traslado de la paja, eso era, se aseguró. Se lo confirmaba la zona, en cuya región se procuraba la crianza de ganado ovino. La raza Charmoise  y la  Suffolk, eran las preferidas de los productores de la región,  por su basta producción de carne, y la reproducción de estos, que aseguraban las hembras por ser de fácil acceso el trabajo de parto por su flexibilidad, lo que permitía incrementar el ato. Y la raza Suffolk, de cara negra, de diverso propósito, en donde también la producción de carne y de lana se da con suficiencia.

Ante la espera, se empezó a sentir relajado, con menos deseos de continuar caminando, el vehículo le parecía aún más lento, una lentitud que acentuaba el dolor del pie en donde el zapato había estado lastimando. Optó por acuclillarse, perdió de vista las luces, sintiendo la ligera vibración mecánica del motor en el camino asfaltado, caliente, contraponiéndose con lo fresco de la noche. Sintió alivio a su cansancio, la presión por estar de pie disminuyó la intensidad del dolor, intentó estirar la pierna, la sentía entumecida. Las luces se acercaron, distinguió bien al conductor, la luz de los faros no le impedía verlo, le parecía conocido, la camioneta se detuvo, él lo entendió como un gesto de cortesía, abrió la portezuela de lo que finalmente confirmó era una antigua camioneta, una Chevrolet al parecer modelo 56 o 57  en muy buen estado. Una vez arriba, la camioneta continuó su marcha, de pronto, recordó quien era el conductor, era el señor Gutiérrez, el viejo Gutiérrez, pero joven, de unos cuarenta años de edad, volteó bruscamente a verle, su gruesa nariz, los grandes ojos de color café verdoso, sus pobladas cejas, su mentón ligeramente sobresalido, le confirmaron que se trataba del señor Gutiérrez, pero él había muerto hace muchos años, él había acompañado a su padre al velorio, había jugado con los demás niños, en tanto los mayores participaban de la ceremonia fúnebre. Le habló, pero  Gutiérrez no respondía, seguía conduciendo, Marcos trató de ordenar en su mente los recuerdos agolpados en el presente. Las luces del pueblo se miraban ya cercanas, Marcos, tuvo un dejo de tranquilidad, al ingresar la camioneta por una de las calles, que le eran conocidas. Intentando sobarse la pierna y el pie adolorido, cayó en la cuenta de que era el pueblo en que vivía, pero que tenía la urbanidad de su infancia, miró la rúa, en la oscuridad distinguió caras conocidas, casas del pasado, calles recorridas hace muchos años ya, las mismas sí, pero transformadas. Era él ya adulto, en otro tiempo, en el tiempo de su infancia. Asoció de inmediato los espacios y a la gente, sorprendido y entusiasmado, con cierto temor, volteó a mirar nuevamente al señor Gutiérrez, quien conducía con la mirada hacia el frente, sin voltear, de pronto el conductor detuvo la camioneta, Marcos se encontraba frente a la casa de su infancia, y en un instante alcanzó a mirar a través de la tenue luz de la ventana, a su padre, aún joven, que amorosamente le tenía entre sus brazos y le besaba.

Sintácticas

De un parroquiano en el café Don Justo:

El futbol es como la política, te duermes y te chingan.

Del escritor noruego Jostein Gaarder:

Lo que necesitamos es escribir historias, incluso de manera oral. Lo importante es que siga habiendo historias, el cerebro humano está hecho para historias más que para enciclopedias o información digital.

Ophélie Gaillard: Bach, Prelude, Cello suite n. 1