Se los cuento como me lo contaron. Después del tercer debate presidencial y mientras Ricardo Anaya se paseaba por el césped del Museo del Mundo Maya y alzaba los brazos en señal de triunfo, uno de sus operadores preguntó: “¿Qué festeja si ya nos cargó el payaso?”

En efecto, Ricardo Anaya estuvo desatinado, pésimo y grosero.

El queretano perdió los estribos y el debate, perdió el rumbo y seguramente perderá la elección del 1 de julio porque todo hace suponer que el ganador ya está definido. Pero además, hará perder a varios candidatos del Frente y la debacle puede ser la puntilla en las aspiraciones de Miguel Ángel Yunes Márquez, que desde hace un buen rato comenzó su caída en picada.

En el war room del hijo del gobernador les importa un pito que Ricardo pierda la presidencia, pero tenían esperanzas de que hiciera un papel decoroso en Yucatán y esa inercia le permitiera a MAYM recuperar unos puntos en las preferencias electorales. Y no fue así.

Ricardo ya no es opción para ganar votos en Veracruz (de hecho nunca lo fue), pero mientras estuvo en la pelea, de alguna manera impulsaba a Yunes Márquez; aunque nunca como quisieron hacernos creer las encuestas cuchareadas.

De unas semanas para acá el hijo del gobernador comenzó a bajar de la cresta de la ola; Cuitláhuac García se mantiene y Pepe Yunes continúa ascendiendo.

El gobernador sabe que si cualquiera de los dos gana la elección, su horizonte se volverá más negro que la noche.

El día que la Auditoría Superior de la Federación ponga al descubierto el desvío de recursos a la campaña del joven panista, Yunes Linares la va a pasar muy mal.

Con su hijo como su sucesor podría capotear el temporal que irremediablemente se le vendrá encima; pero no con Cuitláhuac y mucho menos con Pepe.

Yunes Linares está conflictuado. ¿Qué hacer para que su vástago no termine de caer y detener a Pepe que sigue subiendo? ¿Cómo actuar cuando las encuestas dejaron de funcionar, las amenazas ya no acalambran, las adhesiones están valiendo sorbete y nadie cree en las promesas?

La única salida es seguir gastando dinero público para comprar votos, pero esta medida ya no es ninguna garantía. Hoy los votantes aceptan despensas, láminas, dinero en efectivo, pero sufragan por quien se les pega la gana.

Otro recurso es el fraude, pero tampoco es garantía.

Con el dinero del que dispone, Yunes Linares podrá comprar a las autoridades electorales que desee en el estado; pero le resultará muy cuesta arriba hacer lo mismo con las autoridades federales si llegan allá las impugnaciones. Además, ni priistas ni morenos se quedarán cruzados de brazos.

Si el resultado de la elección huele a fraude a favor de Yunes Márquez ¡aguas! Entonces sí se soltará la fiera porque Morena y el PRI se van a unir y con ellos cientos de miles de veracruzanos que tampoco se quedarán cruzados de brazos.

Si Yunes Linares reconoce que su hijo no lo va a suceder en el cargo, lo más sensato sería pactar una salida decorosa. Pero con quién.

Pactar con Cuitláhuac, imposible. Pactar con Pepe Yunes, ni pensarlo. Y menos cuando de desahuciado, el peroteño puede dar el campanazo y hacer el milagro.

Vaya conflicto el del gobernador y el de su joven vástago.

bernardogup@nullhotmail.com