Para Anaya, AMLO, Meade y El Bronco la participación en los debates resulta relevante buscando dar a conocer sus propuestas, o bien, el primer espacio que tengan para exhibir a algunos de los adversarios en la contienda. De acuerdo con especialistas, la utilidad de los debates no influye directamente en el voto, es decir, resulta complicado que el ciudadano cambie de opinión.

Contrario a esto, en un debate se aprecia la confirmación de la preferencia por algún candidato, de hecho, para que pueda ser modificado el gusto hacia alguno se necesita que observen de principio a fin el debate, y lo más importante es que exista coherencia entre su trayectoria, comentarios, y propuestas de los candidatos.

Desde hace 24 años que los debates presidenciales no han mostrado algún cambio significativo al momento de los resultados de cada elección. El gran reto de cada político en un debate es su primera intervención, es como una novela, “si no te atrapa le cambias de canal”, y en los dos primeros debates de esta elección lo que ha mantenido la atención son los insultos.

Otro punto importante es que lo que afecta a los aspirantes dentro del ejercicio son los errores, normalmente es lo que más recuerda la ciudadanía, un ejemplo es la iniciativa de El Bronco respecto a mochar las manos a los que roben, lo que quiso aparentar algo planeado, fue criticado y de los pocos temas que se quedaron en la memoria del mexicano, después del primer debate de esta elección.

Esta es la última oportunidad de los candidatos para dejar un mensaje claro a la ciudadanía, lo que será recordado en los últimos meses del año. Veremos si aprovechan el espacio con creatividad para ensuciar la imagen del contrincante, o bien, dar propuestas factibles para nuestro país. Quizá después de este debate ya se pueda decir “este arroz ya se coció”.

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