El escritor colombiano Santiago Gamboa expresó que las experiencias de la vida y lo que ha escrito han moldeado al escritor y persona que es actualmente.
El también periodista participó en la XXV Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), realizada en mayo de este año. En entrevista para Universo charló sobre la estrecha relación entre el periodismo y la literatura, y de cómo sus padres influyeron en su profesión como escritor.
En el conversatorio que tuvo durante la FILU, Gamboa habló de la violencia en la literatura y dijo que es un tema recurrente que la literatura ha logrado transformar en algo bello y en conocimiento.
En entrevista con Universo, el autor habló de su relación con la literatura, su faceta como periodista y sus influencias.
Sus padres son artistas, ¿podría afirmar que trae el arte en la sangre?
Digamos que sí, aunque no siempre se sigue el camino, hay grandes posibilidades de hacer dos cosas: seguir sus pasos o rechazarlos completamente, como pasa en algunos casos, como le pasó a mis padres, quienes no nacieron en familias de artistas: la familia de mi madre era de abogados, y la de mi padre de médicos, ellos hicieron esa primera revolución contra sus familias.
Mi hermano estudió arquitectura, que también es un arte que proviene y tiene mucha cercanía con el dibujo, con las perspectivas, con una cierta sofisticación que deriva de las artes plásticas.
Yo, más bien, me lancé por la literatura porque mis padres eran personas muy lectoras –siguen siéndolo–. La literatura para ambos fue la gran compañía durante toda su vida como profesores en la universidad pública de Colombia. Ése fue mi origen.
Nací en una casa llena de libros, también pudiera haberlos rechazado, pero no, sucedió al revés. Mis padres tuvieron la inteligencia de no imponernos nunca nada, las cosas estaban ahí, ellos hablaban de libros y los veía leerlos, ése era el ejemplo que me daban, no decirme “lee esto”. Ellos se recostaban en un sillón y se ponían a leer, yo jugaba alrededor y los miraba, ése fue su modo de enseñarme a leer, leer delante mío.
¿Cuál fue el libro o los libros que lo marcaron durante su infancia?
Hay muchísimos, recuerdo que cuando tenía nueve o 10 años descubrí al escritor italiano Emilio Salgari y sus libro sobre las aventuras de Sandokán, para mí fueron una revelación absoluta, es decir, en ese momento leer se convirtió en la actividad más importante de mi día.
Llegaba del colegio, hacía las tareas rápidamente y me ponía a leer hasta la hora de dormir; para mí era transportarme a un mundo que me parecía más bonito, mejor, un mundo que me daba más cosas, por lo tanto desde muy joven decidí que ése era el mundo en el que quería vivir el resto de mi vida.
A los nueve años supe que quería vivir dentro de la literatura, no me atrevía ni siquiera a imaginar que podía escribir. Después me convertí en escritor, un poco por imitación, pero lo primero fue leer. Detrás de todo escritor hay un apasionado lector.
¿En qué momento se descubrió como escritor?
A los 14 o 15 años comencé a hacer ensayos, ejercicios con algunos libros que me gustaban, escribía capítulos inventados con el personaje que me había gustado, imitaba la escritura, eso fue lo primero que hice, hasta que de repente empecé a sentir que quería escribir algo propio, desligado de lo que estaba leyendo.
Entonces, lo que iba a escribir era muy sencillo, era un libro que me gustaría leer y como dijo Juan Rulfo “escribí Pedro Páramo porque me faltaba en mi biblioteca”, él tenía la necesidad de que ese libro existiera y como nadie más lo iba a escribir, lo escribió él. Creo que eso en el fondo es profundamente cierto, uno escribe los libros que quiere que existan y si uno no los escribe no existirán porque nadie los quiere, nadie puede querer algo que no sabe de su existencia, por eso lo primero para un escritor es convencerse a sí mismo de lo que quiere y de que el libro con el que sueña es importante.
¿Cómo le ayudó en su profesión su trabajo como periodista en París?
Son dos actividades que se alimentan y complementan muy bien. El periodismo escrito, cuando está bien escrito, debe resolver los mismos problemas que un buen texto literario.
Recordemos que uno de nuestros maestros, Gabriel García Márquez, decía que la crónica era el lugar donde se encontraban el periodismo y la literatura, es decir, la crónica es un género literario.
La escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexievich obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2015, la Academia Sueca dice que la literatura no es solamente poemas, teatro, novela o cuento, la crónica periodista es un género literario, ahora ya es oficial; por lo tanto, todo joven y todo periodista cuando escribe una crónica se está expresando también a sí mismo.
Por supuesto, en el periodismo la realidad debe ser más comprensible –ésa es su primera tarea– y lo puede hacer, además tiene más efecto y más impacto cuando ese texto se vuelve también la expresión de una identidad y de una personalidad, como en los textos literarios.
Formo parte de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, que es una herencia de Gabriel García Márquez, y participo en talleres donde se les incentiva a los periodistas a buscar la escritura perfecta, a que se expresen como autores porque esto no es solamente un trabajo, están expresando algo y al escribir la crónica periodística se cuenta una historia, y la literatura es eso: contar historias.
Lo que pasa es que el periodismo sólo cuenta las historias que ocurrieron en la cotidianidad, la literatura tiene más libertad, pero los problemas de escritura son los mismos.
¿De qué manera lo inspiró Gabriel García Márquez?
Una escritura tan poderosa y una fórmula –si lo convertimos en fórmula– tan exitosa como la de García Márquez, hizo que muchos escritores lo siguieran y buscaran el éxito también, ése no fue mi caso, yo escribí cosas muy diferentes.
En lo que sí me influyó fue en la fuerza y la convicción de que cuando uno cree en una idea literaria tiene que llevarla adelante con toda la pasión y con toda la fuerza, eso fue lo que me enseñó, ésa fue su gran influencia. Además, luego me ayudó con cosas personales, a crecer en la vida.
Recordemos que Gabriel García Márquez era un ciudadano latinoamericano, nacido en un pueblito pobre de 30 mil habitantes y se convirtió en uno de los autores de la literatura universal más célebres de su tiempo. ¿Cómo? Creyendo y llevando adelante un proyecto literario, dificilísimo sin embargo lo hizo, porque estaba convencido de que tenía que hacer hasta las últimas consecuencias de su aventura literaria, esto es la gran enseñanza y la gran educación que uno puede recibir de él. La literatura hay que llevarla hasta el final, hasta las últimas consecuencias.
Sobre el autor
Santiago Gamboa nació en Bogotá, Colombia; estudió literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá y obtuvo la Licenciatura en Filología Hispánica en la Unidad Complutense de Madrid. Tiempo después se trasladó a París, donde estudió Literatura Cubana, en la Universidad La Sorbona, París.
En esta ciudad francesa, de 1993 a 1997 trabajó como periodista en el Servicio América Latina de Radio Francia Internacional (RFI) en programas literarios y de índole cultural; al mismo tiempo era corresponsal del periódico El Tiempo en París.
Gamboa también ha sido columnista de la revista Cromos y Cambio. Asimismo, ha colaborado en Gatopardo, Planeta Humano, GQ, Perfiles, SOHO, Internazionale y en otras publicaciones.
En 1995 publicó su primera novela Páginas de vuelta, a la que siguió Perder es cuestión de método y en 2005 se estrenó su versión cinematográfica. En octubre de 2001 vio la luz Octubre en Pekín, y en 2003 la novela Los impostores, la cual fue traducida a 16 idiomas. Mientras que El síndrome de Ulises fue finalista del Premio “Rómulo Gallegos” 2007 y en 2009 ganó el V Premio de Novela La Otra Orilla.
Santiago Gamboa es considerado una de las figuras de la nueva narrativa latinoamericana con mayor repercusión en el panorama literario internacional.
UV/Paola Cortés Pérez