Sin importar cuál vaya a ser el resultado final de la elección presidencial, los mexicanos obtendremos una serie de enseñanzas muy importantes.

Algunas de ellas son: una elección por sí misma no cambia a un país, ni siquiera a la persona que la gana; la crisis social es tan grave como la crisis política; el enojo colectivo contribuye más al conflicto que a la solución de los problemas que lo causaron, y finalmente, el país está en riesgo de convertir ese enojo en una enorme frustración que sólo alimentará la polarización social.

Sea cual fuere el resultado –que sigo pensando que ganará José Antonio Meade-, habrá un sector de la población que quedará inconforme y hará que esta transición sea aún más difícil. Lo que viene no es sencillo, ni para quien vaya a ser el presidente ni para el resto de la población que vivimos en este deterioro que se traduce en inseguridad, pobreza y falta de oportunidades.

¿O a poco las huestes lópezobradoristas piensan seriamente que los problemas se acabarán por el sólo hecho de elegirlo Presidente? ¿En verdad creen, por ejemplo, que haciendo un llamado a la delincuencia estos van a desistir de robar miles de millones de pesos en ductos de gasolina, transporte, mercancías; o que los secuestradores y narcotraficantes van a dejar de hacerlo por un falso ofrecimiento de amnistía? ¿Por qué habrían de desistir si ni siquiera la cadena perpetua ha inhibido estos delitos?

¿Lo resolverá José Antonio Meade si llega a la Presidencia? Será muy difícil que lo logre en los primeros años, pero es evidente que resulta más sensata la aplicación de un plan nacional de seguridad pública que el llamado a la redención sin más estrategia que la voluntad divina del gobernante. Y no es una exageración, acaso la interpretación de lo que el propio López Obrador ha dicho.

El primer núcleo que se romperá en caso de una victoria de López Obrador sería precisamente quienes voten por él. Habrá quienes, con un justificado enojo e indignación, hayan votado por él para castigar al PRI; sin embargo, al paso de los meses sabrán que no fue la mejor decisión, y por tanto, el enojo pasará a convertirse en frustración.

Pero habrá quienes sí sigan a su líder. La sola oferta de otorgar subsidios a millones de jóvenes que hoy no estudian y tampoco tienen un empleo, generará un enorme ejército de movilizadores capaces de intervenir e intimidar a cualquier ciudadano o institución que no comparta la forma de gobierno de López Obrador.

Encierra además una decisión absurdamente injusta. ¿Pará qué esforzarse por concluir una carrera y buscar un empleo si el gobierno lo hará por uno mismo, con la sola condición de mantener su disciplina militante para cuando esto sea necesario? El propio sistema polarizará a la sociedad.

En el paraíso lópezobradorista trabajar y/o estudiar es una mala idea. Quien tiene educación y empleo no necesita del gobierno, por tanto, queda excluido de su política social. Llegaremos al absurdo de que un joven que trabaja para mantener sus estudios –realizando ambas actividades de manera simultánea- tendrá menos ingresos que alguien que no hace ninguna de las dos cosas.

Hoy las redes se han convertido en un espacio de debate y proselitismo; en ellas se sabe y se dice lo peor y lo mejor de cada candidato. Abundan los ataques y las descalificaciones, lo mismo que las defensas apasionadas, con o sin argumentos en ambos casos.

En el tenor de esta frustración que nos amenaza, rescato una reflexión publicada por Isra SG en su muro de Facebook que comparto:

Es increíble cómo estamos a punto de ver, por nuestra descomposición política, cómo un hombre improductivo, inculto, dedicado a nada de provecho, sin ninguna virtud, sin ningún mérito de desarrollo personal, esté a punto de ser el presidente de una nación que exactamente necesita todo lo contrario a lo que él es, y sólo por el enojo social y rechazo al actual partido en el poder. Hacer ganar a #AMLO es votar por despecho, por desesperación, cegados por la ira, por el odio, por la desilusión, sin comprender que en esa inercia, se tome el gran riesgo de verdaderamente devastar completamente a un país, ahora si por completo.

La política es el único núcleo, en el que no se necesita tener ninguna capacidad para lograr una dirección de tal importancia, más que tener la habilidad de convencer al confundido, al cegado, al necesitado y hacerle creer que le dará, que le repartirá, pues le basta con ser «un luchador social» muy bien pagado, a todo lujo, para ilusionar a tanta gente, que le cree, sin el más mínimo razonamiento, sólo reproduciendo la miseria en la que ve a un País, para satisfacción de sus frustraciones. Sólo por la sed de poder.

Quienes aún lo dudan, hay un voto anti AMLO vivo y oculto. De quienes no quieren discutir con sus huestes intolerantes, de quienes no quieren explicar su razón de discrepar, de quienes no necesitan notoriedad para fijar una posición política.

Eso lo saben y les preocupa en Morena.

Las del estribo…

  1. En Veracruz Cuitláhuac García no existe. Basta que venga López Obrador un par de días para que tenga una exposición mediática infinitamente superior a lo que ha logrado el candidato a gobernador en toda su campaña. Sin López Obrador, Cuitláhuac estaría disputando el 2 por ciento de los votos con la candidata de Nueva Alianza.
  2. Mientras el dinero no sea devuelto, el impacto mediático por la detención de exfuncionarios y familiares de Javier Duarte será efímero, incluso, con riesgo de volverse en contra. Los veracruzanos quieren justicia, pero también quiere que devuelvan lo que se robaron… y eso aún no pasa en ningún caso.