Con una serie de reflexiones sobre el oficio del fotógrafo, sobre la diferencia entre la fotografía analógica y la digital, y con la narración de su proyecto actual, Pájaros, Luis Ayala cierra la conversación.

Mi pequeño saltamontes

De niño conocí a don Humberto Frutis, de las famosas tiendas Foto Frutis, porque mi hermana trabajó en el laboratorio donde revelaban los rollos a color. El puro laboratorio de revelado, porque el laboratorio de impresión era otro, era una gran galera, metían 100 rollos en grandes tanques de revelado.
Un día le dije a don Humberto enséñeme, yo quiero ser fotógrafo, y la primera clase que me dio fue como en Karate Kid, me enseñó a quitar los chicles del piso. Yo no entendía nada, yo quería que ya me enseñara una cámara, poner el rollo y disparar, pero me dijo si quieres ser fotógrafo, tienes que aprender a ser paciente, y me llevó a quitar los chicles del piso.

Donde pongas el ojo, pon la foto

Yo soy siempre he sido muy purista porque yo sí estudié, mis maestros sí me enseñaron a ser fotógrafo, me enseñaron a desarrollarme a partir de la fotografía pero sin manipular la imagen. Realmente, el fotógrafo solo hace una cosa, fotografía una parte y esa parte tiene que ver con él, con la parte interna del fotógrafo, yo desarrollé esa parte para poder decir voy a hacer una foto, pero no es así de simple.
La fotografía no puede contar todo, solo una parte y esa parte que cuenta no es lo que está afuera sino lo que está adentro del fotógrafo, eso me quedó claro, no necesito estar cambiando cuando ya está hecha la foto si la puedo desarrollar desde el principio, entonces no manipulo mis fotos, por ejemplo, en este trabajo en blanco y negro que ves [el libro Historias Fragmentadas], son los negativos completos, no hay una sola foto editada, lo que ves en esas fotos es lo que fotografíe, porque cuando tengo el ojo en el visor, trato de tener el dominio de todo y las cosas que están dentro de ese rectángulo, todas dicen algo. Yo decido qué cosa entra y qué cosa no entra, desde ahí se empieza a crear un discurso fotográfico y entre más claro es tu discurso, es más importante tu foto. Así como un poeta encuentra las palabras justas para decir un poema, el fotógrafo tiene que encontrar los elementos que no digan cosas que no deben de ir, sino un discurso llano, fácil entender.
Yo trabajo como fotógrafo de la agencia Efe y ahí no nos permiten editar nada, tú sales a fotografiar y como tomas, envías, no puedes quitarle, subirle, bajarle, ¿por qué?, porque son empresas que se rigen por la verdad, todavía tratan de sostener esto que ya no se puede sostener, la fotografía no es un documento, la fotografía es una idea, no es algo veraz que sirve para decir esto así pasó, no, por ejemplo, yo veo las fotos de Siria y me dicen ve cómo está en Siria, y yo digo pues yo no entiendo nada porque no sé qué es lo que realmente está pasando, pero socialmente se le han puesto ese valor de veracidad a la fotografía y no es así.

Mi árbol y yo

También es una cosa de consumo, ahora hay cámaras que cuestan muchísimo dinero, tienen unas calidades increíbles pero las necesidades no son tantas, es como querer comprar Ferrari para ir a trabajar de taxista. Hay que encontrar el equilibrio, eso lo aprendí de Max Fund, él me enseñó a poner los pies en la tierra y a resolver las cosas para lo que son, ser práctico. Teníamos un laboratorio que habíamos hecho de reciclado, nos fuimos al deshuesadero y compramos unos refrigeradores viejos, le sacamos todo, nada más dejamos la parte de adentro, que es de acero inoxidable y eran nuestras charolas para revelar, le hicimos unas adaptaciones y eran nuestros tanques de revelado. Y lo mismo con la fotografía, entendimos que podíamos resolver las cosas de otra manera.
De él aprendí a ser fotógrafo, llevaba a 25 años de experiencia, yo tenía cuatro o cinco y le decía:
-No sé si algún día voy a dominar todo lo que tú sabes
-Trabaja cinco años y vas a ver que lo vas a lograr, si a mí me llevo 25, a ti te va a llevar cinco
Y sí, trabajé cinco años con él y aprendí un montón de cosas, aprendí a leer, aprendí a ver, aprendí a sentir y aprendí a producir cosas que son básicas para un fotógrafo.
No nada más es hacer por hacer, hay que entender por qué hacerlo, eso es lo principal, que el fotógrafo cuente lo que le pasa, no lo que está afuera. Yo le digo a mis alumnos tenemos la idea de que está el árbol, está la cámara y estás tú atrás de la cámara, eso es lo que todo mundo piensa que es la fotografía, bueno, lo que vamos a hacer ahora es que va a estar el árbol, vas a estar tú, y atrás de ti va estar la cámara, así es como se debe trabajar, ¿por qué?, porque entonces tú vas a tener una relación con el árbol, vas a tener una idea y la vas a meter a la cámara. Es raro pero entre tú y el objeto fotografiado no debe haber nada, atrás de ti debe estar la cámara, entonces sí voy a entender que lo que me traigas es una fotografía, lo otro es usar una máquina.

La mágica época argéntica

Ahora hay muchos nuevos procesos que permiten manipular la fotografía y se vale, son los primeros pasos, la fotografía tiene 170 años que se inventó, realmente es nada si la comparas con otras artes como la pintura, la escultura, la cerámica. Lo digital no tiene ni 20 años y sobre todo se ha desarrollado en los últimos tres o cuatro años, es un parpadeo y todavía se están peleando que si se vale o no se vale.
Antes, en prensa todo era en blanco y negro, cuando íbamos de gira, por ejemplo cuando iba el presidente a Veracruz, teníamos que rentar un cuarto de hotel y sellarlo muy bien para acondicionarlo como cuarto oscuro, llevábamos ampliadora, charolas, químicos, todo, y ahí revelábamos, lavábamos, imprimíamos, fijábamos, secábamos, era una cosa de locos.
Después fue más fácil porque ya usábamos color, entonces íbamos a las tiendas de que tenían esas máquinas que hacían las fotos en una hora, que ya tampoco existen.
Trabajábamos con rollos de 36 fotos y con eso teníamos que cubrir un evento, o menos, con 15 fotos ya teníamos un evento cubierto. Había que ver mucho antes de disparar, ahora es al revés, la gente dispara más y ve menos, hay gente que toma 400 o 500 fotos de un evento, luego llega a la computadora y las descarga, ¿sabes cuánto tiempo te lleva revisar eso?, es cosa de locos estar evaluándolo, y más si eres un editor, entonces debes de disparar menos pero eso implica mucha seguridad, cuando estás en un evento debes saber cuál foto necesitas o cuál es el instante que realmente te sirve, eso solamente te lo da el tiempo.
Después empezaron los primeros pasos digitales, eran unas tonterías, tenías que salir a tomar fotos con esas cámaras Mávica que les metías es un floppy de 3 ½, disparabas y se tardaba un rato cada foto, la calidad era muy mala pero eran las primeras.

Modern Times

La modernidad ha cambiado todo, los teléfonos son todo. Hace 10 años estaba con Alazraki y me decía mira, aquí está todo, con esto vas a poder ir al cine: vas a poder ver la cartelera, vas a comprar tu boleto, vas a llegar a la taquilla y vas a enseñar tu teléfono y te van a dar tu boleto. Yo no le creía y me reía, decía qué bárbaro, ¿será cierto?, pues ya es cierto, todo está en el teléfono. Ahora las empresas como TV Azteca, Televisa, el Washington Post corren a sus empleados, los liquidan y al reportero le dan un iPhone y con eso tiene que resolver todo. La inmediatez sigue siendo oro molido en la prensa y con el celular tomas la foto, la mandas por WhatsApp y en un segundo está allá.
Yo recuerdo que hace algunos años, en los noticieros de televisión cuidaban muchísimo la imagen: que tuviera la calidad, el encuadre, el formato. El reportero salía a trabajar con un camarógrafo y un asistente que iba cargando una casetera y una caja inmensa que iba conectada a la cámara, ahora el reportero está con el micrófono y grabando video con su teléfono. Esa es la modernidad pero también hay casos en los que hay una regresión, yo veo que hay muchos fotógrafos que vuelven a buscar las cámaras de gran formato o los negativos o el papel de algodón, son cosas que están sucediendo, todavía no somos conscientes de dónde estamos.
Yo estuve hace dos años en Costa Rica en un periódico que se llama La Nación, tiene una plantilla como de 100 reporteros, es impresionante, son tantos que dices cómo es posible que mientras unos reducen estos cuates amplían, es porque han encontrado en las redes sociales una riqueza terrible, ahora hacen infografías para teléfonos, hacen notas de televisión para teléfonos, hacen radio para teléfonos, hacen revistas de moda para teléfonos, todo lo adaptaron para los teléfonos, ni siquiera para las computadoras de escritorio, todo está en el teléfono.
Pero los periodistas van a seguir siendo periodistas, los fotógrafos van a seguir siendo fotógrafos, a lo mejor no de la manera romántica que se tenía cuando el fotógrafo de prensa publicaba en un periódico de papel, pero va a seguir siendo fotógrafo y va a publicar en pantallas. Es obvio que va a desaparecer el papel y todo va a estar en las pantallas.

El vuelo de los peces

Yo ahora trabajo mucho con el teléfono, es muy práctico y te da la inmediatez, pero existe la otra parte, los que traemos la fotografía como una manera de vida, yo no nada más vivo del periodismo, trato de combinarlo con con la parte la creativa. La parte laboral alimenta la parte creativa y la parte creativa no puede vivir si no está la laboral, entonces trato de combinarlas.
Encontrar una manera poética de desarrollar mi trabajo es una cosa muy importante, ahora tengo un proyecto que estoy desarrollando que se llama Pájaros, trabajo con los pichos o tordos, son los pájaros más simples, nadie tiene un tordo en una jaula en su casa, tienen canarios, aves bonitas que cantan bonito, pero yo trabajo con los tordos. Me puse a estudiarlos, andan en parvadas, sé diferenciar entre uno y otro, cuáles son los machos y cuáles son las hembras, qué pasa cuando llueve, qué pasa cuando atardece, qué pasa cuando amanece, qué comen, cómo se mueven, cómo se adaptan y con todo eso tengo que crear algo, eso es lo que está fuera pero ¿qué es lo que a mí me provoca?
Todo surgió a partir de mi infancia, regresando aquella infancia del 77, en mi libro de lecturas de la SEP venían dos cuentos que siempre he traído conmigo: el mito de Ícaro y Dédalo y el cuento El hombre muerto, de Horacio Quiroga. Son cosas muy fuertes para un niño de primaria, un hombre que tiene un machete enterrado empieza a narrar su vida mientras se está muriendo, imagínate lo que es para un chavito. El otro es del rey Minos que tiene a la bestia que es el Minotauro, mitad hombre y mitad toro, y les pide construir el laberinto para encerrar a la bestia, lo construyen y después el rey no los deja deja ir, entonces Dédalo, a partir de estudiar a los pájaros construye unas alas y le dice a Ícaro no vueles cerca del sol porque te vas a caer, el hijo no obedece, se cae y se muere, y el padre va a recoger su cadáver y desaparece.
Eso es muy fuerte para un niño y a mí se me quedó, entonces, con eso que traigo de la infancia empiezo a crear algo que se vuelve poético y llega el momento en que lo que estoy viendo ya no son pájaros, se vuelven peces y vuelan en parvadas. Se dice que los tordos traen amenazas y que traen calamidades, se dice un montón de cosas, lo cierto es que yo encontré, fotográficamente, una manera estética de desarrollarlo y cuando ves las fotos dices ¿esos son tordos?

PRIMERA PARTE: La fraternidad del 77
SEGUNDA PARTE: Los Ilustres Xalapeños

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