Hace algunos años, mi hermano menor decidió emigrar para ir a vivir a Canadá. Pocos meses antes, había comprado una auto nuevo, una camioneta Patriot de la marca Jeep, que estaba tan de moda en aquél momento.

Considerando que el vehículo era prácticamente nuevo, con poco kilometraje y sabiendo que él no tenía prisa por llegar a Canadá, le pregunté si se animaba a hacer el viaje por carretera, lo que le permitiría conocer buena parte de la costa este de los Estados Unidos, donde se encuentran algunos de los estados y las ciudades más emblemáticas de aquél país.

Hasta entonces supe de una verdadera y discriminante aberración de la industria automotriz en México. Resulta que aunque le sobraban ganas de hacer ese viaje, no lo podría realizar porque el modelo que él había comprado, no reunía las condiciones mínimas de seguridad establecidas para Estados Unidos y Canadá; así que la única solución era vender su camioneta último modelo y comprar un auto local de varios años de uso que sí cumplía con la norma canadiense.

México se ha convertido en un mercado perverso de autos mortales que no se venden en ningún país medianamente desarrollado. Se trata de verdaderos ataúdes móviles que no podrían circular en ninguna carretera de Europa, Estados Unidos o Japón por su nivel de riesgo para los pasajeros.

Pero lo más vergonzante es que los automóviles que se fabrican en México para exportar a esos países sí cuentan con todos los estándares de seguridad; sólo que las plantas ensambladoras hacen versiones para el mercado mexicano, a las que quitan todos esos atributos de seguridad, no obstante, llegan al consumidor final prácticamente al mismo precio.

Y eso sólo es posible en un país con leyes laxas, con un gobierno permisivo y una industria automotriz voraz que intenta recuperar las utilidades que pierde en otras regiones del mundo. Nuestra fortaleza en este sector es un mero espejismo.

En México, la normatividad permite la venta de automóviles con pobres sistemas de seguridad que ponen en riesgo la integridad física y la vida no sólo de los ocupantes, sino de los peatones, ciclistas, motociclistas y automovilistas con los que a diario comparten las vialidades, según ha denunciado la organización El Poder del Consumidor (EPC), que busca que el gobierno mexicano establezca la mismas normas de seguridad de sus socios comerciales.

Las armadoras en México tienen un doble estándar porque mientras el 80 por ciento de la producción de autos en el país cuentan con las tecnologías más recientes en cuestión de seguridad, la cual en su mayoría se destina a los mercados de Estados Unidos, Canadá y Europa-, al mercado mexicano destinan modelos que no están equipados con las medidas de seguridad que en países industrializados se consideran como básicas.

De hecho, sólo 2 de los 10 automóviles que más se venden en México cumplen con los “sistemas mínimos de seguridad” recomendados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como contar con frenos ABS, control electrónico de estabilidad (ESC) y bolsas de aire en todos los asientos, no sólo para el piloto y copiloto, aseguró la organización El Poder del Consumidor (EPC).

Nissan March, GM Aveo, GM Beat, GM Beat de cuatro puertas y Ford Figo Sedán no tienen los frenos ABS ni el ESC; de éste último también carecen el Nissan Versa, Sentra y VW Vento. Los únicos modelos de los 10 más vendidos que cuentan con los estándares mencionados son el Kia Río Sedán y el Volkswagen Jetta 2019, éste último es además el único tiene seis bolsas de aire.

El sistema de seguridad que actualmente se discute en México no obliga a las armadoras a incorporar mejoras precisas, sino que da libertad de elegir entre las regulaciones brasileña, coreana, japonesa y la estadounidense o las regulaciones del Foro WP 29 de la ONU. Esto facilita que los autos para los mexicanos no tengan la posibilidad de tener seguridad equiparable al que se ha logrado implementar en Estados Unidos y Europa.

En México están a la venta vehículos cuya comercialización se tiene prohibida en otros países por normatividad de seguridad, como lo es el Tsuru y el Aveo, justamente los más populares entre el consumidor. Esto explicaría porque vemos todos los días accidentes fatales que no deberían serlo en estos vehículos, los más requeridos para el transporte público.

Así, mientras el gobierno continúa con la demora intencionada para regular las medidas de seguridad, miles de personas siguen perdiendo la vida cada año en cualquier calle o carretera del país. Así es el subdesarrollo.

Las del estribo…

  1. Vaya que se prendieron las redes con el debate entre los candidatos a Gobernador organizado por la XEU en el puerto de Veracruz; estuvo mucho más interesante de lo que se prevé sea el organizado por el OPLE. A pesar de que abusaron en la lectura de tarjetas, vimos un candidato al alza con ideas pero atrás en las preferencias; a otro con preferencias pero sin ideas; uno más con ambas y a una candidata invisible. La pelea sigue siendo entre los Yunes.
  2. Grave acusación la que ha hecho el secretario de la SSP en contra de integrantes del sindicato ferrocarrilero, a quienes señala de estar coludidos con las bandas dedicadas al robo de mercancía en trenes. Por supuesto que no suena descabellado –muchos de ellos deben tener información privilegiada-, pero la denuncia mediática no basta para frenar el delito. Menos reflectores y más justicia, pide el público