Un estruendo anunció el final de la vida hasta entonces conocida para la familia Pastrana, que observó derrumbarse un patrimonio celosamente cuidado durante 40 años.

Dos mujeres mayores, una de 70 años y su madre de 90, descansaban en el momento en que una camioneta impactó su vivienda de la avenida 20 de Noviembre el pasado jueves, cerca de las 9 de la noche.

“Cuando quise asomarme todo se empezó a derrumbar, me quedé estática, pero alguien nos gritó que saliéramos porque se iba a caer la casa sobre la camioneta y por eso salimos mi mamá y yo”, relata Alejandra Pastrana Ávila de 71 años de edad.

A partir de entonces, los dos hombres de la casa, José Luis Mora y su padre de 70 años, han dormido en colchonetas dispuestas dentro de una casa de campaña al pie del derrumbe, ante el temor de que les roben sus pertenencias.

A seis días del accidente ninguna autoridad los ha apoyado, y no han podido entrar a la casa ante el riesgo de un derrumbe mayor. Tampoco el perito valuador de la Fiscalía General del Estado (FGE) ha acudido para levantar un reporte de los daños.

La vida de esta familia quedó en pausa pues ninguno ha ido a trabajar; el más joven logró un permiso para faltar a su trabajo en una dependencia de Gobierno, y a su padre, don José Luis, los han minado las complicaciones por la diabetes y ha entrado y salido del hospital en varias ocasiones, por lo que no ha regresado a su trabajo de mecánico.

Pero ni el desdén de las autoridades por su tragedia, ni el frío, la lluvia o la tristeza han podido doblegarlos, porque los cuatro cuentan que han recibido el amor y cuidados de sus vecinos y hasta desconocidos que han llegado a ofrecerles su casa como refugio temporal.

“La hemos pasado con mucha incomodidad pero hemos tenido el apoyo de mucha gente, nos han apoyado con cobijas, con comida. Se ha sentido el apoyo de la gente, no del Gobierno, de ninguna entidad, pero de los demás sí. Es un cambio muy difícil, nos afectó en nuestra vida”, dice don José Luis mientras se hace el fuerte para contener las lágrimas.

“Me han dicho que no vea la casa, y es una vida que hemos vivido aquí, como sea, con pobreza, pero siempre nos cobijó. A mí sí me afectó, soy diabético, apenas salí del hospital, tuve problemas, anoche volví a recaer. Estoy muy tenso, no me siento normal, como que quiero ser fuerte pero por dentro no lo soy”.

Por ahora surgió una esperanza, la familia se volverá a reunir en un departamento que lograron rentar justo enfrente de su casa, aunque con carencias pues no cuentan ni con camas o estufa, aún así están agradecidos con quienes les han brindado su apoyo.

“Agradezco a toda la gente que nos ha apoyado, de todo corazón gracias porque mucha gente que ni siquiera conocíamos nos ha ofrecido café, una cobija, su casa para que estemos”, comenta el joven.

No obstante sabe que vienen tiempos duros para su familia, ya que la reconstrucción de la vivienda tomará varios meses.

“Necesitamos muchas cosas, principalmente camas, una estufa para hacer la comida; necesitamos hasta trastes para hacer una vida normal”.

Narró que hay buenas disposición de la familia responsable del accidente para hacerse cargo de los gastos, aunque el proceso es lento porque el automóvil no cuenta con seguro de daños.

Además, la conductora —una mujer de 70 años— permanece en el hospital recuperándose de varias fracturas derivadas del choque.

La familia se reúne, toma un café y se mantiene caliente con cobijas regaladas por vecinos. Y mientras la perrita “Frida” juguetea, come un poco, se deja caer viendo a sus dueños.

Se nota el amor, el cariño y apoyo que se procuran, aunque entre los más grandes hay un temor fundado.

“Mi mayor preocupación es volver a empezar y que tal vez no me dé tiempo de ver más, pero al menos por fuerzas no va a quedar”, dice uno de los septuagenarios.

Perla Sandoval/Avc