El Colymbosathon ecplecticos fue un animal que habitó en nuestro planeta hace más de 425 millones de años. Solía ser un pequeño crustáceo ancestro de la familia de los ostrácodos. Los individuos de esta especie cuentan con una dura cubierta que los protege del mundo exterior, similar a las almejas. La especie no duró más de 1,6 millones de años en la Tierra antes de su extinción.
A pesar del relativo poco tiempo de su estadía en el planeta, hoy en día llama bastante la atención. Esto se debe a lo que descubrieron los paleontólogos al revisar sus fósiles. Al parecer el Colymbosathon ecplecticos habría tenido el pene más antiguo que la ciencia ha podido registrar. En otras palabras, el macho de esta especie podría haber sido el primero en tener un pene en nuestro mundo.
No bastaba con que fuera el «pionero» en la presencia de un miembro viril. También logró que este fuera de un tamaño descomunal en comparación a su propio cuerpo. Mientras que el animal medía tan solo 5 milímetros, el tamaño completo de su pene podía ser hasta 6 veces esta cantidad. Para ponerlo en perspectiva, si el pene de un hombre humano tuviera esta relación, mediría casi 11 metros de longitud.
Y no estamos hablando de uno solo, pues esta especie contaba con dos penes. Evidentemente el caparazón de los machos era mucho más grande que el de las hembras para poder guardar y enrollar por completo su aparato reproductor. En la imagen que hay a continuación se ven los caparazones de una hembra y un macho. Abajo, en gris, se encuentra resaltado todo el espacio que ocupaba el sistema reproductor masculino.
Tanto potencial sexual no fue bueno
Un grupo del Instituto Smithsoniano quiso ir más allá que solo el dato de las dimensiones. Queriendo estudiar la razón de la extinción de esta especie, decidió utilizar más fósiles de ostrácodos.
El grupo encabezado por Maria João Fernandes Martins tomó 93 especies de ostrácodos que vivieron entre hace 66 y 84 millones de años en Mississippi. Después del análisis se dieron cuenta que mientras más grandes eran los machos en proporción a las hembras, menos probabilidades de supervivencia tenían. Exactamente las especies con esta variable podían haberse extinto hasta 10 veces más rápido.
Fernandes relaciona el tamaño de los machos y las energías invertidas en la sexualidad como una razón para la extinción:
«En el corto plazo, es beneficioso para el individuo, ya que tendrá más bebés. Pero a largo plazo puede ser un problema. Si está invirtiendo en reproducción, no está invirtiendo en hacer frente a un entorno cambiante«.
Así que básicamente el destino de este pequeño crustáceo se selló gracias a su elevado interés sexual. El haber dedicado la mayor parte de sus energías a reproducirse y no a adaptarse a los constantes cambios del planeta le habría costado su existencia en el mundo.
Con información de FayerWayer