De una sola sentada leí “Temporada de Huracanes” de la escritora veracruzana Fernanda Melchor. Desde la primera página hasta la última, esta novela no permite otra cosa que no sea seguir leyéndola, con espanto, con horror, con tristeza, con mucha indignación porque con un lenguaje que fluye como el agua en el río, rápido, constante, con brío, furioso, retrata el contexto de las múltiples violencias que vivimos como sociedad, narra de manera cruda y directa la condición humana de esta orfandad que se vive en muchos ámbitos familiares y comunitarios de México y Veracruz.

Temporada de Huracanes es literatura de una especial calidad porque al mismo tiempo es un documental de múltiples condiciones sociales de marginalidad, pobreza, criminalidad, y un reflejo de muchas ausencias sobre todo en los jóvenes personajes que sobreviven a lo largo del relato. Esta novela también señala subrepticiamente la presencia de violencias institucionales como la que sufre Norma en la clínica médica. Pero vamos por partes.

Fernanda Melchor pone el dedo en la llaga en varias situaciones de los múltiples tipos de violencia social, entre ellas voy a señalar las que me parecieron que Melchor acierta a dimensionar con su extraordinaria forma de narrar.

La caracterización de las mujeres en su escritura es de un desamparo abrumador, que al ir leyendo, ese desamparo se iba apropiando de mí; ahí están una niña (Norma), abusada y embarazada por su padrastro, y que su historia nos rompe el corazón, y cuyo final ya no sabemos; la mamá de Norma, madre soltera con varios hijos y que trabaja todo el día, quien al mismo tiempo no sabe o no puede comunicarse con su hija que tiene una necesidad enorme de relacionarse con ella; Doña Tina, la abuela que ejerce una violencia psicológica y física contra las otras mujeres de su casa; Yesenia “la Lagarta” otra niña que carga un gran resentimiento que claramente nos transmite la autora; Chabela, una mujer autónoma y autosuficiente (cuyas expresiones son construidas con una transparencia y destreza por Fernanda Melchor) que ha buscado defenderse de los hombres toda su vida, pero que al mismo tiempo abandona y desprecia a su hijo; o la mamá de Brando, igualmente sin poder ver las necesidades de su hijo a causa de los velos en su cabeza, y por lo tanto, también ejerciendo una violencia solapada hacia él. Y muchas otras mujeres que en la novela sólo se quedan en el trasfondo como víctimas de un sistema que ejerce el machismo a más no poder.

Por otro lado están los jóvenes, Luismi, Brando, y todos los demás, que también me pesaron enormemente sus personajes, y que Fernanda Melchor hace que no los veamos precisamente como personajes, sino como muchachos de carne y hueso, reales, y que, con su capacidad narrativa, permite que su abandono y sufrimiento, nos lleguen hasta muy dentro. Me parece que ambos jóvenes padecen una depresión severa, independientemente de las drogas, precisamente por ser ellos mismos también víctimas de esa sociedad que los ha abandonado, y de la ausencia de una emocionalidad que no han recibido por sus propios familiares. La crudeza e incapacidades emocionales de los entornos familiares es descrito con mucha fuerza aquí, y en especial, me parece, en cómo afecta a estos jóvenes, que además de las drogas y la opción de prostituirse, están los prejuicios de género y las múltiples discriminaciones que Melchor consigue denunciar en su relato.

Tanto en lo que respecta a las mujeres como a los hombres, uno de los trasfondos de las historias y dramas de Temporada de Huracanes, es precisamente lo que ya hemos señalado en esta columna, la ausencia de la figura paterna (hombre y mujer), la gran falta de paternidades positivas.

Fernanda Melchor no sólo sabe escribir muy bien y conoce su oficio, si no que hace un manejo muy inteligente y hasta bien informado, de la perspectiva de género, o más que eso, del manejo del género y las problemáticas y discursos de este constructo, tanto en los personajes que recrea como en las situaciones que plantea. Pero además, no solamente plasma con originalidad esta realidad de prejuicios y lenguajes machistas y de violencia de género, sino que profundiza en estereotipos tan arraigados en la mentalidad y cultura de los hombres mexicanos, y veracruzanos, en uno de los leitmotivs de la novela, como es la homosexualidad, los hombres trans, y el arrinconamiento que sufren personas trans, a esta visión de que solamente les queda la prostitución. Así Temporada de Huracanes vuelve a indicar otro tipo de violencia, una de las más crueles e invisibles que vivimos.

Otro gran acierto de Fernanda Melchor, es que en ese contexto de violencias, no se olvida de la violencia institucional o institucionalizada, cuando relata el trance de Norma en el hospital, cuando, quizá intencionalmente, en toda la novela, no vemos ninguna autoridad actuante más que la de la escuela mencionada un par de veces o la prisión donde reiteradamente cae Maurilio, el hijo de Doña Tina, padre de Luismi, y pareja de Chabela, que finalmente es otra prisión más como las otras de ahí afuera, la casa, la calle, la droga. Y la única figura de autoridad que nos encontramos es un policía corrupto, autoritario y desde luego también violento hasta las cachas, o un sacerdote que se queda aparentemente al margen de todo lo que pasa en ese pueblo.

En la novela hay una víctima en la trama del relato en sí, la Bruja Chica, pero hay muchas otras víctimas que no se mencionan como tales, pero que desde luego lo son ya sea por otros delitos que corren inadvertidos a lo largo del texto o están escondidos en la propia corriente de ese río alebrestado e impetuoso que es la escritura de Fernanda. Así, hay víctimas de violación sexual, de tortura, de trata, etc, así como personas maltratadas emocional y físicamente que la cruda realidad parecería naturalizar.

Temporada de Huracanes es una novela del abuso, del abuso a menores, del abuso a mujeres, del abuso a homosexuales, del abuso sobre jóvenes que aparecen en la novela como hojas que las lleva el viento apenas leve del inicio de los ciclones, y que seguramente serán destruidas cuando la tempestad finalmente llegue. Aquí otro ingenioso artificio de Fernanda Melchor, porque lo que relata efectivamente es sólo el preámbulo de lo que vendrá, es un prólogo de lo que vino después, porque la crudeza de su relato sabemos que se quedará corta cuando la realidad de los gobiernos de Fidel Herrera y de Javier Duarte nos pegó en la cara, y esas hojas secas que apenas volaban en el viento de primavera, serán destruidas con los huracanes de los dos gobiernos más corruptos de la historia de Veracruz, que dejaron entrar y manejar a las bandas delictivas que habrían de reclutar a cientos de esos jóvenes, y luego desaparecer.

La fortaleza del relato y la narrativa, así como de la construcción de los personajes, y la maestría del lenguaje y de su jerga que Fernanda Melchor logra, hacen ya a esta joven veracruzana una de las mejores novelistas que ha tenido Veracruz en toda su historia, y a Temporada de Huracanes una novela de la calidad y altura de El Bordo u Otila Rauda de Sergio Galindo, de Intramuros de Luis Arturo Ramos, o de Infierno de Todos de Sergio Pitol.

Es una novela contextual, es una novela documental, porque ahí están las raíces, las explicaciones, las descripciones del trasfondo de las violencias en Veracruz, y ahí precisamente está la solución, la clave para llegar a vislumbrar la posibilidad de lo que se tiene que hacer, para prevenir todas esas violencias, antes de que sea demasiado tarde, porque la realidad siempre, siempre puede ser peor.

 

 

Nota: “Temporada de Huracanes” de Fernanda Melchor, está publicada por Random House, en una primera impresión en abril del 2017 y lleva tres reimpresiones en 2018. Fernanda es periodista y maestra en arte, y es reconocida como una de las escritoras emergentes en el panorama literario mexicano por la revista La Tempestad, por Conaculta, el Hay Festival y el British Council.